1. Cada vez más y más, no se sabe hasta dónde, porque es imposible medir con exactitud algo tan volátil, la política se explaya sobre nuestros pueblos y ciudades, invadiendo todo con sus sonidos y cromatismos. La contaminación es absoluta. Permea todos los espacios, tiñe las calles y hace vibrar con sus decibeles hasta las […]
1. Cada vez más y más, no se sabe hasta dónde, porque es imposible medir con exactitud algo tan volátil, la política se explaya sobre nuestros pueblos y ciudades, invadiendo todo con sus sonidos y cromatismos. La contaminación es absoluta. Permea todos los espacios, tiñe las calles y hace vibrar con sus decibeles hasta las piedras bajo el asfalto. En su omnipresencia la política secuestra la opinión de toda la región, silenciándola con sus eternos paradigmas. Estrategas y analistas correligionarios brotan en cada esquina.
2. Con las primeras luces llegan al comando los primeros proselitistas de los que visitarán, junto a su candidato, los barrios periféricos del municipio. Están por todas partes estos esperanzados obreros de la democracia. Parecen hormiguitas, llevando por instinto cosas de un lado a otro; encontrando su razón de ser inmediata en la posibilidad del futuro triunfo de su movimiento. Pero pronto todo terminará, sin nostalgias, hasta la próxima jornada electoral.
3. La política eclipsa con sus objetos todo el universo. Al posarse sobre las cosas va cubriéndolas con sus diseños chillones. Las imágenes de los impresos nos miran a través de las caras poseídas de sus protagonistas. Las fachadas de las casas vibran bajo sus calcomanías, afiches y pendones descoloridos por la acción perpendicular de la intemperie.
4. Indumentaria y gestos, seleccionados para las fotografías escogidas para la publicidad que lleva sus nombres, divierten con sus aportes a las múltiples frenologías. Uno los ve desesperados, en su imagen congelada, intentando convencer con un gesto confiado a los transeúntes. En los pueblos, en cada una de las retaguardias de los carruajes de las moto taxis un aspirante a concejal diferente. En las ciudades los carros son vallas.
5. El cemento callejero expone su geografía agrietada al constante trasegar de simpatizantes, opositores y abstemios. Entre los postes telefónicos -collages cilíndricos- penden banderines de los partidos en disputa. Faltando poco para la recta final de las justas todo el valle se cubre de propaganda. Caravanas pregonan, a todo timbal, los slogans más pegados del momento; mientras avanzan desde el centro urbano hacia la periferia -barro y piedras- cada una con su color distintivo: amarillo, azul, rojo, verde… Los megáfonos suenan roncos al recorrer, despacio, la sinuosa cuadrícula que los llevará desde los vecindarios hasta las invasiones del margen del mapa.
6. La política, como la mayoría de las cosas, es necesaria. Pero tediosa, manipuladora e irreflexiva. En su omnipresencia secuestra la opinión de toda la región, silenciándola con sus eternos paradigmas.
1. Cada vez más y más, no se sabe hasta dónde, porque es imposible medir con exactitud algo tan volátil, la política se explaya sobre nuestros pueblos y ciudades, invadiendo todo con sus sonidos y cromatismos. La contaminación es absoluta. Permea todos los espacios, tiñe las calles y hace vibrar con sus decibeles hasta las […]
1. Cada vez más y más, no se sabe hasta dónde, porque es imposible medir con exactitud algo tan volátil, la política se explaya sobre nuestros pueblos y ciudades, invadiendo todo con sus sonidos y cromatismos. La contaminación es absoluta. Permea todos los espacios, tiñe las calles y hace vibrar con sus decibeles hasta las piedras bajo el asfalto. En su omnipresencia la política secuestra la opinión de toda la región, silenciándola con sus eternos paradigmas. Estrategas y analistas correligionarios brotan en cada esquina.
2. Con las primeras luces llegan al comando los primeros proselitistas de los que visitarán, junto a su candidato, los barrios periféricos del municipio. Están por todas partes estos esperanzados obreros de la democracia. Parecen hormiguitas, llevando por instinto cosas de un lado a otro; encontrando su razón de ser inmediata en la posibilidad del futuro triunfo de su movimiento. Pero pronto todo terminará, sin nostalgias, hasta la próxima jornada electoral.
3. La política eclipsa con sus objetos todo el universo. Al posarse sobre las cosas va cubriéndolas con sus diseños chillones. Las imágenes de los impresos nos miran a través de las caras poseídas de sus protagonistas. Las fachadas de las casas vibran bajo sus calcomanías, afiches y pendones descoloridos por la acción perpendicular de la intemperie.
4. Indumentaria y gestos, seleccionados para las fotografías escogidas para la publicidad que lleva sus nombres, divierten con sus aportes a las múltiples frenologías. Uno los ve desesperados, en su imagen congelada, intentando convencer con un gesto confiado a los transeúntes. En los pueblos, en cada una de las retaguardias de los carruajes de las moto taxis un aspirante a concejal diferente. En las ciudades los carros son vallas.
5. El cemento callejero expone su geografía agrietada al constante trasegar de simpatizantes, opositores y abstemios. Entre los postes telefónicos -collages cilíndricos- penden banderines de los partidos en disputa. Faltando poco para la recta final de las justas todo el valle se cubre de propaganda. Caravanas pregonan, a todo timbal, los slogans más pegados del momento; mientras avanzan desde el centro urbano hacia la periferia -barro y piedras- cada una con su color distintivo: amarillo, azul, rojo, verde… Los megáfonos suenan roncos al recorrer, despacio, la sinuosa cuadrícula que los llevará desde los vecindarios hasta las invasiones del margen del mapa.
6. La política, como la mayoría de las cosas, es necesaria. Pero tediosa, manipuladora e irreflexiva. En su omnipresencia secuestra la opinión de toda la región, silenciándola con sus eternos paradigmas.