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Editorial - 8 marzo, 2021

Ombe, qué vaina, las mujeres

En el Día Internacional de la Mujer le reconocemos más que nuestra vida misma. Y queremos hacer unos comentarios sobre lo que ha sido su papel especial, diferenciado, en nuestro mundo  social.  La mujer en la provincia ha sido exaltada, cantada, amada, despreciada y vuelto a apreciar; ha sido como Alicia, adorada, en los cantos […]

En el Día Internacional de la Mujer le reconocemos más que nuestra vida misma. Y queremos hacer unos comentarios sobre lo que ha sido su papel especial, diferenciado, en nuestro mundo  social.  La mujer en la provincia ha sido exaltada, cantada, amada, despreciada y vuelto a apreciar; ha sido como Alicia, adorada, en los cantos vallenatos. Se puede decir que  más del 90 % de las miles y miles de estrofas de lo que desde hace más de 60 años empezó a llamarse música vallenata -antes música de acordeón, cantos provincianos o, incluso,  los que denominó en su importante libro Ciro Quiroz,  cantos de vaquería- tuvieron como principal destino a la mujer;  en alguna medida se incorporaba el hombre como sujeto, casi siempre conquistador, en una relación ideal de afecto o de desencuentro, desengaño o reconciliación.

No pocas veces la mujer enaltecida de la bella y poética Fantasía, de Rosendo Romero, terminaba siendo bella pero infernal. Literalmente, “como las malas del paseo”.

Es la condición de la mujer, parodiando el nombre de la película del maestro del cine español Luis Buñuel, “ese oscuro objeto del deseo”.

La mujer provinciana, que también fue caricaturizada por el poeta cartagenero Luis Carlos López, en “esas pobres muchachas de provincia que salen a la iglesia”, fueron presa joven del encanto y seducción  masculina de la forma más sutil o la más alegre. En esta, como en la canción de Poncho Cotes, “la parranda y la mujer, son las cosas que más quiero”.

También,  la mujer ha sido cariñosamente manoseada, con la picaresca o humor de la canción: como la tormentosa relación entre Emiliano Zuleta y Carmen Díaz; en ‘Las vainas de Diomedes’, donde recordó que la mujer cocinaba, planchaba, cosía el pantalón y todo lo demás lo ponía él; cuando, con sesgo machista, se llegó a llamarla “la fregona”, en un típico merengue vallenato; o la mujer complaciente o forzada a serlo,  como La Maye de Escalona, o La Celosa de Sergio Moya. Se escuchan voces que adelantan estudios sociológicos y hasta sicológicos de la condición ‘especial’, de amor y maltrato, de la mujer en el mundo y cultura del Cesar y La Guajira.

Se le cantó con lo sublime de la composición de Gustavo Gutiérrez, Álvaro Cabas, Leandro, Octavio Daza y  muchos más, pero hoy hasta insultada es, sin ella darse cuenta mientras baila, en los éxitos ‘vallenatos’ del momento, que gustan porque le roban ritmo el reguettón y sus crudas letras. 

En fin, la mujer ha sido el centro social, afectivo y cultural del primer bien de Valledupar y su amplia región, que es el vallenato.  También, como en otras latitudes, es el centro del hogar, el verdadero trabajo en el hogar, nunca remunerado, soporte emocional y base de la salud y la educación de la prole. Hoy son muchas las mujeres cabeza de hogar que se hacen cargo de los hijos. La mujer nuestra, como en otros lares, también se educó, fue al colegio y algunas a la universidad tardíamente, aunque en estos territorios mediterráneos se demoró mas,  y  solo fue reconocida como ciudadana para  votar en Colombia en el plebiscito, el primero de diciembre de 1957, que habilitó el periodo conocido como el Frente Nacional.

Editorial
8 marzo, 2021

Ombe, qué vaina, las mujeres

En el Día Internacional de la Mujer le reconocemos más que nuestra vida misma. Y queremos hacer unos comentarios sobre lo que ha sido su papel especial, diferenciado, en nuestro mundo  social.  La mujer en la provincia ha sido exaltada, cantada, amada, despreciada y vuelto a apreciar; ha sido como Alicia, adorada, en los cantos […]


En el Día Internacional de la Mujer le reconocemos más que nuestra vida misma. Y queremos hacer unos comentarios sobre lo que ha sido su papel especial, diferenciado, en nuestro mundo  social.  La mujer en la provincia ha sido exaltada, cantada, amada, despreciada y vuelto a apreciar; ha sido como Alicia, adorada, en los cantos vallenatos. Se puede decir que  más del 90 % de las miles y miles de estrofas de lo que desde hace más de 60 años empezó a llamarse música vallenata -antes música de acordeón, cantos provincianos o, incluso,  los que denominó en su importante libro Ciro Quiroz,  cantos de vaquería- tuvieron como principal destino a la mujer;  en alguna medida se incorporaba el hombre como sujeto, casi siempre conquistador, en una relación ideal de afecto o de desencuentro, desengaño o reconciliación.

No pocas veces la mujer enaltecida de la bella y poética Fantasía, de Rosendo Romero, terminaba siendo bella pero infernal. Literalmente, “como las malas del paseo”.

Es la condición de la mujer, parodiando el nombre de la película del maestro del cine español Luis Buñuel, “ese oscuro objeto del deseo”.

La mujer provinciana, que también fue caricaturizada por el poeta cartagenero Luis Carlos López, en “esas pobres muchachas de provincia que salen a la iglesia”, fueron presa joven del encanto y seducción  masculina de la forma más sutil o la más alegre. En esta, como en la canción de Poncho Cotes, “la parranda y la mujer, son las cosas que más quiero”.

También,  la mujer ha sido cariñosamente manoseada, con la picaresca o humor de la canción: como la tormentosa relación entre Emiliano Zuleta y Carmen Díaz; en ‘Las vainas de Diomedes’, donde recordó que la mujer cocinaba, planchaba, cosía el pantalón y todo lo demás lo ponía él; cuando, con sesgo machista, se llegó a llamarla “la fregona”, en un típico merengue vallenato; o la mujer complaciente o forzada a serlo,  como La Maye de Escalona, o La Celosa de Sergio Moya. Se escuchan voces que adelantan estudios sociológicos y hasta sicológicos de la condición ‘especial’, de amor y maltrato, de la mujer en el mundo y cultura del Cesar y La Guajira.

Se le cantó con lo sublime de la composición de Gustavo Gutiérrez, Álvaro Cabas, Leandro, Octavio Daza y  muchos más, pero hoy hasta insultada es, sin ella darse cuenta mientras baila, en los éxitos ‘vallenatos’ del momento, que gustan porque le roban ritmo el reguettón y sus crudas letras. 

En fin, la mujer ha sido el centro social, afectivo y cultural del primer bien de Valledupar y su amplia región, que es el vallenato.  También, como en otras latitudes, es el centro del hogar, el verdadero trabajo en el hogar, nunca remunerado, soporte emocional y base de la salud y la educación de la prole. Hoy son muchas las mujeres cabeza de hogar que se hacen cargo de los hijos. La mujer nuestra, como en otros lares, también se educó, fue al colegio y algunas a la universidad tardíamente, aunque en estos territorios mediterráneos se demoró mas,  y  solo fue reconocida como ciudadana para  votar en Colombia en el plebiscito, el primero de diciembre de 1957, que habilitó el periodo conocido como el Frente Nacional.