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Columnista - 22 julio, 2013

Old Parr y gasolina

No es ganas de molestar, pero cada vez que se publican estadísticas nacionales de cualquier índole el Cesar y Valledupar ocupan los últimos lugares de las valoradas positivamente y los primeros en las negativas.

Por Rodolfo Quintero Romero

No es ganas de molestar, pero cada vez que se publican estadísticas nacionales de cualquier índole el Cesar y Valledupar ocupan los últimos lugares de las valoradas positivamente y los primeros en las negativas. Es decir, estamos casi siempre en el lugar equivocado: somos los primeros en lo que deberíamos ser los últimos y viceversa.

El turno ahora es para las muertes causadas por conductores borrachos. En lo que va corrido del 2013 vamos de subcampeones, a lo Nairo Quintana. Solo nos supera Casanare. No está mal. Con un poco de esfuerzo, de aquí a diciembre, podemos alcanzarlos y superarlos.

Hay en el Cesar y La Guajira un culto desmedido al consumo de alcohol. Los adolescentes se gradúan de hombres el día de su primera borrachera. Es el acto de iniciación de la tribu vallenata. Después, la botella se convierte en una especie de poporo. Algunos ingenuos se alegran cuando otros llaman a Valledupar el ‘valle de Old Parr’, ya entenderán que más que un elogio es un insulto.

No se trata, por supuesto, de convertirnos en abstemios e ingresar en masa a los alcohólicos anónimos. El alcohol suele alegrar el espíritu y activar el ingenio. Es un buen lubricante de las relaciones sociales, tanto que hasta el hijo de un dios no dudó en hacer su primer milagro cuando escaseó en un convite.

El problema es la mezcla de alcohol con gasolina. Es conducir en estado de embriaguez. Un estado poco aceptado por nuestra cultura machista que llega solo a considerar cosa de hombres el estar en ‘temple’, con unos tragos encima. Por eso nadie entrega las llaves porque nadie acepta estar borracho. Sería una muestra de debilidad femenina.

Son innumerables las personas en nuestra región que han fallecido o están inválidas por culpa de esta mezcla letal. Una muerte que suele ser muy democrática: no distingue entre estratos sociales ni entiende de profesiones, raza, religión o sexo. Pero lamentablemente tiene preferencia por los más jóvenes y, nada es más triste que morir en primavera.

Las muertes por accidentes de tránsito en el Cesar han venido en aumento desde el 2007. Muchas de ellas causadas por exceso de velocidad o irrespeto a las normas de tránsito por culpa del alcohol. Por ello necesitamos más controles policivos a todas horas y sanciones más severas que incluyan la perdida de por vida de la licencia de conducción.

Tenemos que ser intolerantes con estas conductas antisociales que deben ser tipificadas como delito. Se requiere un cambio cultural profundo para modificar estos hábitos irresponsables convirtiendo en tabú el hecho de conducir ebrio. Repudiemos a los conductores borrachos. Los muertos por su culpa son nuestros muertos.

Columnista
22 julio, 2013

Old Parr y gasolina

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodolfo Quintero Romero

No es ganas de molestar, pero cada vez que se publican estadísticas nacionales de cualquier índole el Cesar y Valledupar ocupan los últimos lugares de las valoradas positivamente y los primeros en las negativas.


Por Rodolfo Quintero Romero

No es ganas de molestar, pero cada vez que se publican estadísticas nacionales de cualquier índole el Cesar y Valledupar ocupan los últimos lugares de las valoradas positivamente y los primeros en las negativas. Es decir, estamos casi siempre en el lugar equivocado: somos los primeros en lo que deberíamos ser los últimos y viceversa.

El turno ahora es para las muertes causadas por conductores borrachos. En lo que va corrido del 2013 vamos de subcampeones, a lo Nairo Quintana. Solo nos supera Casanare. No está mal. Con un poco de esfuerzo, de aquí a diciembre, podemos alcanzarlos y superarlos.

Hay en el Cesar y La Guajira un culto desmedido al consumo de alcohol. Los adolescentes se gradúan de hombres el día de su primera borrachera. Es el acto de iniciación de la tribu vallenata. Después, la botella se convierte en una especie de poporo. Algunos ingenuos se alegran cuando otros llaman a Valledupar el ‘valle de Old Parr’, ya entenderán que más que un elogio es un insulto.

No se trata, por supuesto, de convertirnos en abstemios e ingresar en masa a los alcohólicos anónimos. El alcohol suele alegrar el espíritu y activar el ingenio. Es un buen lubricante de las relaciones sociales, tanto que hasta el hijo de un dios no dudó en hacer su primer milagro cuando escaseó en un convite.

El problema es la mezcla de alcohol con gasolina. Es conducir en estado de embriaguez. Un estado poco aceptado por nuestra cultura machista que llega solo a considerar cosa de hombres el estar en ‘temple’, con unos tragos encima. Por eso nadie entrega las llaves porque nadie acepta estar borracho. Sería una muestra de debilidad femenina.

Son innumerables las personas en nuestra región que han fallecido o están inválidas por culpa de esta mezcla letal. Una muerte que suele ser muy democrática: no distingue entre estratos sociales ni entiende de profesiones, raza, religión o sexo. Pero lamentablemente tiene preferencia por los más jóvenes y, nada es más triste que morir en primavera.

Las muertes por accidentes de tránsito en el Cesar han venido en aumento desde el 2007. Muchas de ellas causadas por exceso de velocidad o irrespeto a las normas de tránsito por culpa del alcohol. Por ello necesitamos más controles policivos a todas horas y sanciones más severas que incluyan la perdida de por vida de la licencia de conducción.

Tenemos que ser intolerantes con estas conductas antisociales que deben ser tipificadas como delito. Se requiere un cambio cultural profundo para modificar estos hábitos irresponsables convirtiendo en tabú el hecho de conducir ebrio. Repudiemos a los conductores borrachos. Los muertos por su culpa son nuestros muertos.