En elecciones políticas, en el último tramo de la carrera, los electores se deciden entre dos candidatos y no más de dos.
En elecciones políticas, en el último tramo de la carrera, los electores se deciden entre dos candidatos y no más de dos. Ello pasa a nivel nacional y también local. Ocurrió con Petro y Rodolfo Hernández en donde la diferencia fue pequeña, 3.1% a favor de Petro; o en Valledupar con el Mello Castro contra Ernesto Orozco con una diferencia tan solo de 1.3%. a favor del alcalde. El resto de los candidatos termina desinflándose o no despegan.
El elector vota por emociones, muchas veces vota no a favor de alguien sino en contra de. Es decir, el voto lo define el sentimiento negativo contra el otro candidato o partido. Un ejemplo de ello fueron los muchos votos de este tipo que obtuvieron Petro y Hernández. También un segmento, hay que decirlo, votan por la narrativa y los mensajes pero otra gran mayoría lo hace en contra de lo que les indigna.
Con ello quiero decir que, las más de veintena de candidatos que han asomado su intención de ser alcaldes de Valledupar, hay muchos que representan frescor y que no son agentes de clanes ni de la corrupción ni del clientelismo ni de las formas viejas y mecánicas de hacer política. Pero si quieren competirle al candidato del otro lado, no tienen otra salida que unirse y escribir una narrativa en ese sentido.
Y para ello deben acordar un mecanismo de reglas claras para resultados inciertos -como las reglas del fútbol- bien sea de encuestas, debates y coincidencia de puntos afines de visión de ciudad.
Valledupar desde las alcaldías de Rodolfo Campo, Aníbal Martínez y Elías Ochoa se ha venido descolgando en aspectos socioeconómicos, urbanísticos, en seguridad y por supuesto, en sus indicadores de empleo, pobreza y formalidad. Es un caos. Es más, todos los alcaldes desde Yhony Pérez Oñate han tenido problemas judiciales -habrá que esperar los de Mello Castro- y, por lo mismo, Valledupar no puede seguir el camino del descenso.
Hay una camada de buenos candidatos, que conocen la ciudad, que se parecen y que por lo mismo, porque se parecen, deben unirse para que de ellos quede solo uno para que compita con el del otro lado.
Además, ojalá sepan que, de manera inusual, lo que está pasando con el Gobierno nacional será debatido en la campaña local. Y no necesariamente en las grandes ciudades: en Bogotá es claro por el tema Metro y en Medellín por Quintero; pero en Valledupar también se reflejará por temas como la posición de Petro sobre el carbón del Cesar que impacta el sector real de la economía de Valledupar y la del fisco de las entidades territoriales y los candidatos tendrán que decir algo; o con el valor del queso y la canasta alimentaria; o con el valor de la energía que nada que baja; o con el proyecto de sacar más gente de las cárceles y la inseguridad ciudadana.
En fin, en octubre sabremos si hay un nuevo mapa político.
Por Enrique Herrera Araújo
En elecciones políticas, en el último tramo de la carrera, los electores se deciden entre dos candidatos y no más de dos.
En elecciones políticas, en el último tramo de la carrera, los electores se deciden entre dos candidatos y no más de dos. Ello pasa a nivel nacional y también local. Ocurrió con Petro y Rodolfo Hernández en donde la diferencia fue pequeña, 3.1% a favor de Petro; o en Valledupar con el Mello Castro contra Ernesto Orozco con una diferencia tan solo de 1.3%. a favor del alcalde. El resto de los candidatos termina desinflándose o no despegan.
El elector vota por emociones, muchas veces vota no a favor de alguien sino en contra de. Es decir, el voto lo define el sentimiento negativo contra el otro candidato o partido. Un ejemplo de ello fueron los muchos votos de este tipo que obtuvieron Petro y Hernández. También un segmento, hay que decirlo, votan por la narrativa y los mensajes pero otra gran mayoría lo hace en contra de lo que les indigna.
Con ello quiero decir que, las más de veintena de candidatos que han asomado su intención de ser alcaldes de Valledupar, hay muchos que representan frescor y que no son agentes de clanes ni de la corrupción ni del clientelismo ni de las formas viejas y mecánicas de hacer política. Pero si quieren competirle al candidato del otro lado, no tienen otra salida que unirse y escribir una narrativa en ese sentido.
Y para ello deben acordar un mecanismo de reglas claras para resultados inciertos -como las reglas del fútbol- bien sea de encuestas, debates y coincidencia de puntos afines de visión de ciudad.
Valledupar desde las alcaldías de Rodolfo Campo, Aníbal Martínez y Elías Ochoa se ha venido descolgando en aspectos socioeconómicos, urbanísticos, en seguridad y por supuesto, en sus indicadores de empleo, pobreza y formalidad. Es un caos. Es más, todos los alcaldes desde Yhony Pérez Oñate han tenido problemas judiciales -habrá que esperar los de Mello Castro- y, por lo mismo, Valledupar no puede seguir el camino del descenso.
Hay una camada de buenos candidatos, que conocen la ciudad, que se parecen y que por lo mismo, porque se parecen, deben unirse para que de ellos quede solo uno para que compita con el del otro lado.
Además, ojalá sepan que, de manera inusual, lo que está pasando con el Gobierno nacional será debatido en la campaña local. Y no necesariamente en las grandes ciudades: en Bogotá es claro por el tema Metro y en Medellín por Quintero; pero en Valledupar también se reflejará por temas como la posición de Petro sobre el carbón del Cesar que impacta el sector real de la economía de Valledupar y la del fisco de las entidades territoriales y los candidatos tendrán que decir algo; o con el valor del queso y la canasta alimentaria; o con el valor de la energía que nada que baja; o con el proyecto de sacar más gente de las cárceles y la inseguridad ciudadana.
En fin, en octubre sabremos si hay un nuevo mapa político.
Por Enrique Herrera Araújo