La mayoría de los conflictos de la humanidad derivan primordialmente del tejemaneje de la economía, a la cual se le ha otorgado hegemonía por encima de todo, incluso sobre la vida humana, que es inviolable por sus semejantes, según la promulgación de los derechos humanos procedentes de la revolución francesa, acogida por la Organización de […]
La mayoría de los conflictos de la humanidad derivan primordialmente del tejemaneje de la economía, a la cual se le ha otorgado hegemonía por encima de todo, incluso sobre la vida humana, que es inviolable por sus semejantes, según la promulgación de los derechos humanos procedentes de la revolución francesa, acogida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que, por sus estatutos, los países miembros están obligados a respetarlos.
A propósito, aquello de que todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, que recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, idioma, religión, ideología política. No es más que una perorata escrita en todas las constituciones de los países, dizque gobernados por sistemas democráticos.
La realidad es que vivimos en un mundo donde predominan las falacias como componendas, mentiras o embustes, enredos, disimulos o hipocresías, invenciones o calumnias, tergiversaciones, exageraciones y minimizaciones, engaños, trampas, argucias, burlas, estafas o timos, embaucamientos y demás falsedades, con objetivos no son solo soterrados sino deliberados, con el fin de conseguir y mantener supremacía, tanto en la política como en la economía.
Para mejorar la convivencia de la humanidad, es imprescindible la democratización de la economía, comenzando con el valor del dinero; es decir, que en todas las latitudes del mundo el dinero tenga la misma equivalencia adquisitiva. Eso del alto valor del dólar estadounidense, del euro de la Unión Europea, de la libra esterlina de Inglaterra, del rublo ruso, del yuan chino y del yen japonés es crasa discriminación a la gente de los demás países.
Aunque el comercio es el soporte principal de la economía global, no debería ser más importante que los derechos humanos fundamentales, entre los cuales sobresalen el derecho a la vida y sus conexos, como el derecho a la salud, al agua potable, a la alimentación y otros análogos. El derecho a la educación, a la libertad de expresión, a la identidad con un nombre y documentos, a la igualdad y no discriminación, a la libertad religiosa, a la intimidad personal y familiar, y a la imagen propia, a la seguridad jurídica y física.
A raíz de la pandemia del Covid-19, es aplaudible las medidas tomadas por los diferentes líderes del mundo, para contener la propagación del funesto coronavirus, a pesar del enorme deterioro que le sobrevendrá a la economía mundial. Esto es muestra fehaciente de que la democratización de la economía es beneficiosa para la sobrevivencia humana.
Nunca es tarde para recomponer los errores pasados. Que esta actitud ante el Covid-19 (no SARS-CoV2, como algunos desinformantes perversos, dicen que el Covid-19 es una mutación artificial del coronavirus del SARS que produjo una epidemia en China en 2002. En Wuhan lo modificaron con partículas genéticas del VIH, con el propósito de disminuir o acabar a la población estorbo de la economía, como son los viejos y jóvenes con patologías crónicas, cuyos cuidados y tratamientos son costosos, para no decir ruinosos) prosiga y por fin luchemos unidos en procura de mejor convivencia con buena calidad de vida.
La mayoría de los conflictos de la humanidad derivan primordialmente del tejemaneje de la economía, a la cual se le ha otorgado hegemonía por encima de todo, incluso sobre la vida humana, que es inviolable por sus semejantes, según la promulgación de los derechos humanos procedentes de la revolución francesa, acogida por la Organización de […]
La mayoría de los conflictos de la humanidad derivan primordialmente del tejemaneje de la economía, a la cual se le ha otorgado hegemonía por encima de todo, incluso sobre la vida humana, que es inviolable por sus semejantes, según la promulgación de los derechos humanos procedentes de la revolución francesa, acogida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que, por sus estatutos, los países miembros están obligados a respetarlos.
A propósito, aquello de que todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, que recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, idioma, religión, ideología política. No es más que una perorata escrita en todas las constituciones de los países, dizque gobernados por sistemas democráticos.
La realidad es que vivimos en un mundo donde predominan las falacias como componendas, mentiras o embustes, enredos, disimulos o hipocresías, invenciones o calumnias, tergiversaciones, exageraciones y minimizaciones, engaños, trampas, argucias, burlas, estafas o timos, embaucamientos y demás falsedades, con objetivos no son solo soterrados sino deliberados, con el fin de conseguir y mantener supremacía, tanto en la política como en la economía.
Para mejorar la convivencia de la humanidad, es imprescindible la democratización de la economía, comenzando con el valor del dinero; es decir, que en todas las latitudes del mundo el dinero tenga la misma equivalencia adquisitiva. Eso del alto valor del dólar estadounidense, del euro de la Unión Europea, de la libra esterlina de Inglaterra, del rublo ruso, del yuan chino y del yen japonés es crasa discriminación a la gente de los demás países.
Aunque el comercio es el soporte principal de la economía global, no debería ser más importante que los derechos humanos fundamentales, entre los cuales sobresalen el derecho a la vida y sus conexos, como el derecho a la salud, al agua potable, a la alimentación y otros análogos. El derecho a la educación, a la libertad de expresión, a la identidad con un nombre y documentos, a la igualdad y no discriminación, a la libertad religiosa, a la intimidad personal y familiar, y a la imagen propia, a la seguridad jurídica y física.
A raíz de la pandemia del Covid-19, es aplaudible las medidas tomadas por los diferentes líderes del mundo, para contener la propagación del funesto coronavirus, a pesar del enorme deterioro que le sobrevendrá a la economía mundial. Esto es muestra fehaciente de que la democratización de la economía es beneficiosa para la sobrevivencia humana.
Nunca es tarde para recomponer los errores pasados. Que esta actitud ante el Covid-19 (no SARS-CoV2, como algunos desinformantes perversos, dicen que el Covid-19 es una mutación artificial del coronavirus del SARS que produjo una epidemia en China en 2002. En Wuhan lo modificaron con partículas genéticas del VIH, con el propósito de disminuir o acabar a la población estorbo de la economía, como son los viejos y jóvenes con patologías crónicas, cuyos cuidados y tratamientos son costosos, para no decir ruinosos) prosiga y por fin luchemos unidos en procura de mejor convivencia con buena calidad de vida.