Hoy es 21 de noviembre de 2019, fecha designada por algunos sindicatos potentes con el respaldo voluntario de otros gremios, en procura de materializar reivindicaciones en mora; es decir, aquellas no otorgadas o concedidas parcialmente por los gobernantes de turno. Porque en los países con regímenes democráticos, generalmente ignoran las protestas sociales a pesar de […]
Hoy es 21 de noviembre de 2019, fecha designada por algunos sindicatos potentes con el respaldo voluntario de otros gremios, en procura de materializar reivindicaciones en mora; es decir, aquellas no otorgadas o concedidas parcialmente por los gobernantes de turno. Porque en los países con regímenes democráticos, generalmente ignoran las protestas sociales a pesar de ser reconocidas como un derecho en sus constituciones políticas.
Lo recién acontecido en diversos países vecinos, ha suscitado pánico en el nuestro. No es para menos, ya que aquí abundan múltiples motivos muy indignantes, además, muchos oportunistas arribistas, que una protesta social callejera multitudinaria la pueden convertir en una turba vandálica que, para contenerla, se requiere de la intervención de la fuerza pública.
Ante las medidas previstas por el presidente Iván Duque, con el supuesto propósito de evitar el vandalismo de los participantes en el paro nacional, mi condición de persona pacifista me lleva a implorarle a la Divina Providencia, que tal desastre no ocurra, porque la muerte violenta de cualquiera de los reclamantes podría desencadenar una catástrofe con final impredecible.
De veras la manipulación de esta protesta social no tiene antecedentes en nuestro país, y es entendible por los numerosos y distintos intereses presentes, ente los cuales sobresalen, la lucha entre la derecha y la izquierda por el poder político y económico, la explotación de la minería ilegal, del narcotráfico, de la corrupción, entre otros que tienen a nuestro país en un tremendo caos.
Lo más grave es que no se vislumbra solución a tan caótica situación, que nos tiene ad-portas de caer en manos de un gobernante despótico similar o peor al de Venezuela. El solo pensarlo produce grima. Dios libre a Colombia de un gobernante como Nicolás Maduro, apoyado por una cúpula militar, a cuyos integrantes solo les interesa acumular dinero, mientras sus compatriotas andan dispersos por otros países, la mayoría pidiendo limosnas. La Violencia; es decir, la guerra. No es el camino para salir del atolladero en el que nos encontramos hundidos.
La solución es lograr convivir en paz, reconociendo los derechos y libertades de los demás, de verdad, sin tapujos. Trabajando con honradez, sin quitarles las oportunidades de superación a nuestros semejantes, para lo cual se requiere educación de alta calidad, buena alimentación, atención integral de la salud, vivienda digna, agua potable para todo mundo, manejo sanitario de los desechos, tales como los excrementos humanos, de los animales, de los residuos sólidos conocidos como basura, cuidado esmerado del medio ambiente. En fin, procurando y preservando el bienestar colectivo.
Está comprobado hasta la saciedad que la polarización ideológica provoca animadversión, exclusión y muchos males más. Los extremos convergen a lo mismo, porque quienes atacan a quienes no comparten sus pensamientos siempre serán enemigos. ¡Que horror! Tan terrible y salvaje.
Hoy es 21 de noviembre de 2019, fecha designada por algunos sindicatos potentes con el respaldo voluntario de otros gremios, en procura de materializar reivindicaciones en mora; es decir, aquellas no otorgadas o concedidas parcialmente por los gobernantes de turno. Porque en los países con regímenes democráticos, generalmente ignoran las protestas sociales a pesar de […]
Hoy es 21 de noviembre de 2019, fecha designada por algunos sindicatos potentes con el respaldo voluntario de otros gremios, en procura de materializar reivindicaciones en mora; es decir, aquellas no otorgadas o concedidas parcialmente por los gobernantes de turno. Porque en los países con regímenes democráticos, generalmente ignoran las protestas sociales a pesar de ser reconocidas como un derecho en sus constituciones políticas.
Lo recién acontecido en diversos países vecinos, ha suscitado pánico en el nuestro. No es para menos, ya que aquí abundan múltiples motivos muy indignantes, además, muchos oportunistas arribistas, que una protesta social callejera multitudinaria la pueden convertir en una turba vandálica que, para contenerla, se requiere de la intervención de la fuerza pública.
Ante las medidas previstas por el presidente Iván Duque, con el supuesto propósito de evitar el vandalismo de los participantes en el paro nacional, mi condición de persona pacifista me lleva a implorarle a la Divina Providencia, que tal desastre no ocurra, porque la muerte violenta de cualquiera de los reclamantes podría desencadenar una catástrofe con final impredecible.
De veras la manipulación de esta protesta social no tiene antecedentes en nuestro país, y es entendible por los numerosos y distintos intereses presentes, ente los cuales sobresalen, la lucha entre la derecha y la izquierda por el poder político y económico, la explotación de la minería ilegal, del narcotráfico, de la corrupción, entre otros que tienen a nuestro país en un tremendo caos.
Lo más grave es que no se vislumbra solución a tan caótica situación, que nos tiene ad-portas de caer en manos de un gobernante despótico similar o peor al de Venezuela. El solo pensarlo produce grima. Dios libre a Colombia de un gobernante como Nicolás Maduro, apoyado por una cúpula militar, a cuyos integrantes solo les interesa acumular dinero, mientras sus compatriotas andan dispersos por otros países, la mayoría pidiendo limosnas. La Violencia; es decir, la guerra. No es el camino para salir del atolladero en el que nos encontramos hundidos.
La solución es lograr convivir en paz, reconociendo los derechos y libertades de los demás, de verdad, sin tapujos. Trabajando con honradez, sin quitarles las oportunidades de superación a nuestros semejantes, para lo cual se requiere educación de alta calidad, buena alimentación, atención integral de la salud, vivienda digna, agua potable para todo mundo, manejo sanitario de los desechos, tales como los excrementos humanos, de los animales, de los residuos sólidos conocidos como basura, cuidado esmerado del medio ambiente. En fin, procurando y preservando el bienestar colectivo.
Está comprobado hasta la saciedad que la polarización ideológica provoca animadversión, exclusión y muchos males más. Los extremos convergen a lo mismo, porque quienes atacan a quienes no comparten sus pensamientos siempre serán enemigos. ¡Que horror! Tan terrible y salvaje.