En una ciudad musical, situada en un hermoso valle y bordeada por un mítico río, varios comerciantes de su coloquial centro histórico, se lamentaban a diario por las molestias y el futuro desesperanzador que generaba una ambiciosa obra en este pintoresco lugar. Si bien primaba el interés general de la localidad a la que le […]
En una ciudad musical, situada en un hermoso valle y bordeada por un mítico río, varios comerciantes de su coloquial centro histórico, se lamentaban a diario por las molestias y el futuro desesperanzador que generaba una ambiciosa obra en este pintoresco lugar. Si bien primaba el interés general de la localidad a la que le habían ofrecido bienestar y progreso al reconstruir la malla vial y el espacio público del sector, era también indudable la desazón que reinaba entre los dueños de negocios por los tiempos de ejecución del proyecto, que en los plazos ya se había eternizado y que entre calles reventadas y para colmo de males con una pandemia a bordo, ya registraba el cierre de muchos establecimientos, saldos en rojo para los que aún seguían aguantando la pela y la inconformidad de la comunidad.
Pero en una historia parecida a la de cualquier ciudad de un país que conozco y el cual no quiero mencionar porque así lo ‘querí ‘, la obra seguía a paso de morrocoyo y todas las denuncias pasaban por los entes de control como si nada, solo un diputado y otras pocas voces seguían insistiendo en el tema, donde increíblemente parecía que lo malo no sucedía y que además a nadie le importaba un quinto.
Entre tanto, un lugar para pasar el tiempo y tomarse un buen café entraba en liquidación bajo el cruel aroma de la crisis económica, cocinada por los cierres transitorios debido a la pandemia, los tiempos de ejecución de la actual construcción y los de una primera obra de remodelación de la plaza del sector que en esta historia todavía no la entregan completa. De igual forma a los propietarios de varios bares, también les cayó la gota fría porque la alegría, música y el espacio para compartir era reemplazado por la tristeza y el silencio que facturaba la quiebra.
Así mismo, muchos restaurantes tuvieron un sinsabor y cerraron sus puertas ante la ausencia de clientes por el difícil acceso a sus locaciones, al igual que papelerías, heladerías, tiendas y todo tipo de negocios que también llevaron del bulto. Además, varios almacenes de ropa ante la crisis originada se vieron obligados a cerrar sus puertas para seguir vistiendo de luto por la muerte del comercio en esta parte de la ciudad.
Pero también algunos insistían y sobrevivían a punta de esfuerzo y desde luego con mucho ingenio, como el caso de un grupo de teatro con mucha madera, que le hacían el quite a la crisis con la puesta en escena de su talento ante el abandono estatal. Mientras tanto a los dueños de los locales comerciales también les llegaban mala noticias: varios meses sin el pago de los arriendos y cuentas atrasadas en los servicios públicos al recibir los inmuebles. ¡Otro dolor de cabeza!
Eso sí, los que seguían disfrutando de la zona eran los hermanos Malandrín y Marihuano, que, a diario y muy seguros, sembraban el terror con robos y atracos ante una autoridad ciega sorda y muda como su jefe, el alcalde de la ciudad que su nombre en esta historia tampoco VA. De igual forma, los habitantes de la calle, el mal olor y la falta de un buen plan de manejo de basuras se adueñaban de la zona.
Colorín colorado este cuento no ha acabado, por SI VAn a terminar algún día, que sea por el bien de todos.
PDTA: ¡Empezaron a llegar las vacunas! Ojalá y a los de la obra de esta historia los vacunen para prevenir la mala planeación y el incumplimiento, y a los comerciantes afectados con algún estímulo para resarcir en algo el daño irreparable a sus negocios.
En una ciudad musical, situada en un hermoso valle y bordeada por un mítico río, varios comerciantes de su coloquial centro histórico, se lamentaban a diario por las molestias y el futuro desesperanzador que generaba una ambiciosa obra en este pintoresco lugar. Si bien primaba el interés general de la localidad a la que le […]
En una ciudad musical, situada en un hermoso valle y bordeada por un mítico río, varios comerciantes de su coloquial centro histórico, se lamentaban a diario por las molestias y el futuro desesperanzador que generaba una ambiciosa obra en este pintoresco lugar. Si bien primaba el interés general de la localidad a la que le habían ofrecido bienestar y progreso al reconstruir la malla vial y el espacio público del sector, era también indudable la desazón que reinaba entre los dueños de negocios por los tiempos de ejecución del proyecto, que en los plazos ya se había eternizado y que entre calles reventadas y para colmo de males con una pandemia a bordo, ya registraba el cierre de muchos establecimientos, saldos en rojo para los que aún seguían aguantando la pela y la inconformidad de la comunidad.
Pero en una historia parecida a la de cualquier ciudad de un país que conozco y el cual no quiero mencionar porque así lo ‘querí ‘, la obra seguía a paso de morrocoyo y todas las denuncias pasaban por los entes de control como si nada, solo un diputado y otras pocas voces seguían insistiendo en el tema, donde increíblemente parecía que lo malo no sucedía y que además a nadie le importaba un quinto.
Entre tanto, un lugar para pasar el tiempo y tomarse un buen café entraba en liquidación bajo el cruel aroma de la crisis económica, cocinada por los cierres transitorios debido a la pandemia, los tiempos de ejecución de la actual construcción y los de una primera obra de remodelación de la plaza del sector que en esta historia todavía no la entregan completa. De igual forma a los propietarios de varios bares, también les cayó la gota fría porque la alegría, música y el espacio para compartir era reemplazado por la tristeza y el silencio que facturaba la quiebra.
Así mismo, muchos restaurantes tuvieron un sinsabor y cerraron sus puertas ante la ausencia de clientes por el difícil acceso a sus locaciones, al igual que papelerías, heladerías, tiendas y todo tipo de negocios que también llevaron del bulto. Además, varios almacenes de ropa ante la crisis originada se vieron obligados a cerrar sus puertas para seguir vistiendo de luto por la muerte del comercio en esta parte de la ciudad.
Pero también algunos insistían y sobrevivían a punta de esfuerzo y desde luego con mucho ingenio, como el caso de un grupo de teatro con mucha madera, que le hacían el quite a la crisis con la puesta en escena de su talento ante el abandono estatal. Mientras tanto a los dueños de los locales comerciales también les llegaban mala noticias: varios meses sin el pago de los arriendos y cuentas atrasadas en los servicios públicos al recibir los inmuebles. ¡Otro dolor de cabeza!
Eso sí, los que seguían disfrutando de la zona eran los hermanos Malandrín y Marihuano, que, a diario y muy seguros, sembraban el terror con robos y atracos ante una autoridad ciega sorda y muda como su jefe, el alcalde de la ciudad que su nombre en esta historia tampoco VA. De igual forma, los habitantes de la calle, el mal olor y la falta de un buen plan de manejo de basuras se adueñaban de la zona.
Colorín colorado este cuento no ha acabado, por SI VAn a terminar algún día, que sea por el bien de todos.
PDTA: ¡Empezaron a llegar las vacunas! Ojalá y a los de la obra de esta historia los vacunen para prevenir la mala planeación y el incumplimiento, y a los comerciantes afectados con algún estímulo para resarcir en algo el daño irreparable a sus negocios.