BITÁCORA Por: Oscar Ariza A muchos produce sorpresa, aversión o risa ver nuestra aferrada condición colombiana a vivir desde lo mítico, aún en estos tiempos de modernización en los que muchos racionalistas proclamaron la muerte del mito. Curioso que en los medios de comunicación se haya hecho escándalo por la conocida noticia de que un […]
BITÁCORA
Por: Oscar Ariza
A muchos produce sorpresa, aversión o risa ver nuestra aferrada condición colombiana a vivir desde lo mítico, aún en estos tiempos de modernización en los que muchos racionalistas proclamaron la muerte del mito.
Curioso que en los medios de comunicación se haya hecho escándalo por la conocida noticia de que un chamán fue contratado para que, desde sus conocimientos esotéricos, evitara llover durante la inauguración del mundial sub 20 de fútbol, lo mismo se hizo para la posesión del presidente Santos y en las anteriores inauguraciones del Festival Iberoamericano de Teatro.
La continuas consultas a brujos, astrólogos y adivinos por parte de gobernantes y gente del común, sumado a la actual peregrinación de la sangre del beatificado papa Juan Pablo Segundo, son apenas unas pocas muestras de la simultaneidad temporal con la que vivimos en estos tiempos, que aunque postmodernos, muestran cierta tendencia a volver a prácticas pre modernas como la hechicería, la superchería y el fetiche.
Tratar de entender las raíces de nuestra identidad, nos obliga a reconocer las marcadas dificultades de aceptación del hibridaje, heredadas de los males que los españoles hicieron a nuestros pueblos indígenas amparándose en el mito de la evangelización para saquear, violar y rechazar todo lo que no hiciera parte de ellos, autoproclamándose descubridores y héroes de la fe que venían a defender la doctrina de Dios.
No deberían causar sorpresa los hechos extraordinarios que construyen nuestra conciencia colectiva, en la que lo exótico y lo mágico conviven a diario con la gente. Los fantasmas, la santería, baños esotéricos, sábila o herraduras para atraer buena suerte, hacen que estas prácticas más que supercherías o fetiches, se conviertan en una forma de proyectar el sincretismo cultural que existe en el país y que toma fuerza en tiempos postmodernos en la medida que el hombre necesita vincularse con el mito para dar cuenta de su axiología pre moderna que en forma anacrónica pervive en la modernidad y la postmodernidad bajo el rótulo de la nueva era.
Este apego al mito es otra de las grandes herencias españolas que lograron potencializarse al momento del encuentro con la cultura indígena y africana.
El mito del Apóstol Santiago, puso en evidencia la fuerza cultural de la taumaturgia en la España medieval y renacentista. Un santo que modeló la cultura nacional por sus facultades de realizar milagros, prodigios y demás hechos extraordinarios que lo hicieron tomar la necesaria fuerza política e ideológica en la construcción del proyecto nacional español.
Al quedar desocupado en España, el apóstol Santiago se trasladó a América para defender la soberanía del rey sobre sus colonias que luchaban por la independencia; emergía en iguales condiciones que como aparecía en las batallas contra los moros, para apoyar las guerras contra los indios, especialmente la que Hernán Cortés libró en la conquista de México. De Santiago matamoros, el Santo español pasó a llamarse en América Santiago mataindios.
Posicionados en el imaginario religioso, los españoles plantearon su viaje a América bajo la premisa de evangelizar y servirle a Dios, pero sin olvidarse de su ambición económica. Esto lo entendieron los indígenas quienes utilizaron las mismas armas míticas de ellos, pero aterrizadas en sus propias creencias para combatirlos; la leyenda de Eldorado, de monstruos y mujeres amazónicas los hicieron temblar y padecer la fiebre de la fascinación ante las riquezas, pero no consiguieron desconectarlos del falso nacionalismo y los hacía reafirmar la pisada en el complejo de pureza de sangre y de religión que traían como estandarte.
De allí viene el origen de la realidad Colombiana, como resultado de creencias divinas, de ese ilusionismo humano con el que se edificó nuestra realidad a partir de la trascendencia Cristiana que se impuso como dogma superior, sin desconocer totalmente la coexistencia de otras fuerzas reguladoras contenidas en los rituales indígenas y africanos que llegaron a fusionarse; por eso todos los días aparecen imágenes de vírgenes y cristos en árboles, tazas de café, en paredes, a diario se promociona el futuro en las cartas, el café, tabaco o se promueve la fe con la peregrinación de la sangre de un papa.
[email protected] Twitter: @Oscararizadaza
BITÁCORA Por: Oscar Ariza A muchos produce sorpresa, aversión o risa ver nuestra aferrada condición colombiana a vivir desde lo mítico, aún en estos tiempos de modernización en los que muchos racionalistas proclamaron la muerte del mito. Curioso que en los medios de comunicación se haya hecho escándalo por la conocida noticia de que un […]
BITÁCORA
Por: Oscar Ariza
A muchos produce sorpresa, aversión o risa ver nuestra aferrada condición colombiana a vivir desde lo mítico, aún en estos tiempos de modernización en los que muchos racionalistas proclamaron la muerte del mito.
Curioso que en los medios de comunicación se haya hecho escándalo por la conocida noticia de que un chamán fue contratado para que, desde sus conocimientos esotéricos, evitara llover durante la inauguración del mundial sub 20 de fútbol, lo mismo se hizo para la posesión del presidente Santos y en las anteriores inauguraciones del Festival Iberoamericano de Teatro.
La continuas consultas a brujos, astrólogos y adivinos por parte de gobernantes y gente del común, sumado a la actual peregrinación de la sangre del beatificado papa Juan Pablo Segundo, son apenas unas pocas muestras de la simultaneidad temporal con la que vivimos en estos tiempos, que aunque postmodernos, muestran cierta tendencia a volver a prácticas pre modernas como la hechicería, la superchería y el fetiche.
Tratar de entender las raíces de nuestra identidad, nos obliga a reconocer las marcadas dificultades de aceptación del hibridaje, heredadas de los males que los españoles hicieron a nuestros pueblos indígenas amparándose en el mito de la evangelización para saquear, violar y rechazar todo lo que no hiciera parte de ellos, autoproclamándose descubridores y héroes de la fe que venían a defender la doctrina de Dios.
No deberían causar sorpresa los hechos extraordinarios que construyen nuestra conciencia colectiva, en la que lo exótico y lo mágico conviven a diario con la gente. Los fantasmas, la santería, baños esotéricos, sábila o herraduras para atraer buena suerte, hacen que estas prácticas más que supercherías o fetiches, se conviertan en una forma de proyectar el sincretismo cultural que existe en el país y que toma fuerza en tiempos postmodernos en la medida que el hombre necesita vincularse con el mito para dar cuenta de su axiología pre moderna que en forma anacrónica pervive en la modernidad y la postmodernidad bajo el rótulo de la nueva era.
Este apego al mito es otra de las grandes herencias españolas que lograron potencializarse al momento del encuentro con la cultura indígena y africana.
El mito del Apóstol Santiago, puso en evidencia la fuerza cultural de la taumaturgia en la España medieval y renacentista. Un santo que modeló la cultura nacional por sus facultades de realizar milagros, prodigios y demás hechos extraordinarios que lo hicieron tomar la necesaria fuerza política e ideológica en la construcción del proyecto nacional español.
Al quedar desocupado en España, el apóstol Santiago se trasladó a América para defender la soberanía del rey sobre sus colonias que luchaban por la independencia; emergía en iguales condiciones que como aparecía en las batallas contra los moros, para apoyar las guerras contra los indios, especialmente la que Hernán Cortés libró en la conquista de México. De Santiago matamoros, el Santo español pasó a llamarse en América Santiago mataindios.
Posicionados en el imaginario religioso, los españoles plantearon su viaje a América bajo la premisa de evangelizar y servirle a Dios, pero sin olvidarse de su ambición económica. Esto lo entendieron los indígenas quienes utilizaron las mismas armas míticas de ellos, pero aterrizadas en sus propias creencias para combatirlos; la leyenda de Eldorado, de monstruos y mujeres amazónicas los hicieron temblar y padecer la fiebre de la fascinación ante las riquezas, pero no consiguieron desconectarlos del falso nacionalismo y los hacía reafirmar la pisada en el complejo de pureza de sangre y de religión que traían como estandarte.
De allí viene el origen de la realidad Colombiana, como resultado de creencias divinas, de ese ilusionismo humano con el que se edificó nuestra realidad a partir de la trascendencia Cristiana que se impuso como dogma superior, sin desconocer totalmente la coexistencia de otras fuerzas reguladoras contenidas en los rituales indígenas y africanos que llegaron a fusionarse; por eso todos los días aparecen imágenes de vírgenes y cristos en árboles, tazas de café, en paredes, a diario se promociona el futuro en las cartas, el café, tabaco o se promueve la fe con la peregrinación de la sangre de un papa.
[email protected] Twitter: @Oscararizadaza