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Columnista - 24 agosto, 2017

Nuestra peor injusticia

No es raro que colombianos anden involucrados en acciones inmorales, por no decir delictivas. Sin embargo, es meritorio destacar que en nuestro país todavía hay quienes sienten vergüenza cuando surgen escándalos por corrupción. Aunque todos los colombianos protestamos contra la corrupción y que muchos se comprometen en combatirla, la realidad es que nadie se sacrifica […]

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No es raro que colombianos anden involucrados en acciones inmorales, por no decir delictivas. Sin embargo, es meritorio destacar que en nuestro país todavía hay quienes sienten vergüenza cuando surgen escándalos por corrupción.

Aunque todos los colombianos protestamos contra la corrupción y que muchos se comprometen en combatirla, la realidad es que nadie se sacrifica por su erradicación, ni siquiera luchan por minimizarla a pesar de  saber que es la peor injusticia de la humanidad, que si no la corregimos caeremos en el apocalipsis de la degradación social.

Se está acabando la ética y la moral, no solo en Colombia sino en todo el mundo, donde ya casi no hay respeto a nada, por lo tanto, todavía estamos a tiempo de rescatar los valores y principios perdidos en la contienda por la codicia, cuya apetencia nos tiene al borde del cataclismo de la tercera guerra mundial, en la que se sacarían a lucir las armas letales que algunos líderes políticos están deseosos de usar para poder tomar las riquezas de los países más débiles.

En Corea del Norte gobierna un heredero malcriado con ganas de satisfacer sus caprichos de poder. En Rusia manda Putin, personaje prepotente sin escrúpulos, capaz de invadir territorios extranjeros con tal de engrandecer su patria. En los países árabes pululan los musulmanes fundamentalistas que mueren por mantener o imponer sus arcaicas costumbres. En Estados Unidos eligieron a Donald Trump, un ricachón sin ética ni moral, que si la elite política de tan poderoso país no lo controla atropellaría a cualquiera.

El armamento maléfico lo tienen listo para atacar por cualquier invento de amenaza para sus seguridades y riquezas, así invadió a Iraq el presidente Bush de Estados Unidos y Trump sigue enviando tropas a Afganistán y restringe el ingreso de árabes a su país por supuestos temores a actos terroristas.
Vivimos una época difícil porque el desarrollo tecnológico ofrece potencialidades destructoras, que lideres casquivanos pueden utilizar por cualquier pretexto, con tal de demostrar el poder que ostentan, sin importarles el desastre que ocasionarían. En consecuencia, la incertidumbre mundial es inmensa, ya que la sobrevivencia humana está en riesgo por el armamento  colocado en bases estratégicas, que lanzados con poderosas energías llegan a latitudes muy lejanas en cortos tiempos.

Pareciera que me salí del tema, pero no, porque el común denominador es la corrupción y los antivalores que campean en todos los rincones del planeta tierra. Cuya cabeza principal es la humanidad, tan proclive al egoísmo que a menudo no puede o no quiere controlar, llegando a límites violatorios de las libertades y derechos de sus semejantes, porque sus mentes retorcidas se niegan a aceptarlos como iguales. De esto resultan los desmanes y desenfrenos que tienen agobiada a la humanidad razonable, de la cual, tarde o temprano depende el cambio que se requiere para convivir en paz, convivencia que algún día lograremos los colombianos.

Por José Romero Churio

 

Columnista
24 agosto, 2017

Nuestra peor injusticia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

No es raro que colombianos anden involucrados en acciones inmorales, por no decir delictivas. Sin embargo, es meritorio destacar que en nuestro país todavía hay quienes sienten vergüenza cuando surgen escándalos por corrupción. Aunque todos los colombianos protestamos contra la corrupción y que muchos se comprometen en combatirla, la realidad es que nadie se sacrifica […]


No es raro que colombianos anden involucrados en acciones inmorales, por no decir delictivas. Sin embargo, es meritorio destacar que en nuestro país todavía hay quienes sienten vergüenza cuando surgen escándalos por corrupción.

Aunque todos los colombianos protestamos contra la corrupción y que muchos se comprometen en combatirla, la realidad es que nadie se sacrifica por su erradicación, ni siquiera luchan por minimizarla a pesar de  saber que es la peor injusticia de la humanidad, que si no la corregimos caeremos en el apocalipsis de la degradación social.

Se está acabando la ética y la moral, no solo en Colombia sino en todo el mundo, donde ya casi no hay respeto a nada, por lo tanto, todavía estamos a tiempo de rescatar los valores y principios perdidos en la contienda por la codicia, cuya apetencia nos tiene al borde del cataclismo de la tercera guerra mundial, en la que se sacarían a lucir las armas letales que algunos líderes políticos están deseosos de usar para poder tomar las riquezas de los países más débiles.

En Corea del Norte gobierna un heredero malcriado con ganas de satisfacer sus caprichos de poder. En Rusia manda Putin, personaje prepotente sin escrúpulos, capaz de invadir territorios extranjeros con tal de engrandecer su patria. En los países árabes pululan los musulmanes fundamentalistas que mueren por mantener o imponer sus arcaicas costumbres. En Estados Unidos eligieron a Donald Trump, un ricachón sin ética ni moral, que si la elite política de tan poderoso país no lo controla atropellaría a cualquiera.

El armamento maléfico lo tienen listo para atacar por cualquier invento de amenaza para sus seguridades y riquezas, así invadió a Iraq el presidente Bush de Estados Unidos y Trump sigue enviando tropas a Afganistán y restringe el ingreso de árabes a su país por supuestos temores a actos terroristas.
Vivimos una época difícil porque el desarrollo tecnológico ofrece potencialidades destructoras, que lideres casquivanos pueden utilizar por cualquier pretexto, con tal de demostrar el poder que ostentan, sin importarles el desastre que ocasionarían. En consecuencia, la incertidumbre mundial es inmensa, ya que la sobrevivencia humana está en riesgo por el armamento  colocado en bases estratégicas, que lanzados con poderosas energías llegan a latitudes muy lejanas en cortos tiempos.

Pareciera que me salí del tema, pero no, porque el común denominador es la corrupción y los antivalores que campean en todos los rincones del planeta tierra. Cuya cabeza principal es la humanidad, tan proclive al egoísmo que a menudo no puede o no quiere controlar, llegando a límites violatorios de las libertades y derechos de sus semejantes, porque sus mentes retorcidas se niegan a aceptarlos como iguales. De esto resultan los desmanes y desenfrenos que tienen agobiada a la humanidad razonable, de la cual, tarde o temprano depende el cambio que se requiere para convivir en paz, convivencia que algún día lograremos los colombianos.

Por José Romero Churio