Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 18 febrero, 2014

Nuestra hermana Venezuela

Por: Oscar Ariza Daza Mirar las pocas imágenes a pesar de la censura informativa que el gobierno de la violencia, ese que asesina y maltrata a los estudiantes quienes son el futuro de cualquier Nación, ha puesto sobre todo aquel que quiera dar a conocer lo que pasa en Venezuela, produce asombro, repudio y tristeza, […]

Por: Oscar Ariza Daza

Mirar las pocas imágenes a pesar de la censura informativa que el gobierno de la violencia, ese que asesina y maltrata a los estudiantes quienes son el futuro de cualquier Nación, ha puesto sobre todo aquel que quiera dar a conocer lo que pasa en Venezuela, produce asombro, repudio y tristeza, no más por la forma tan inescrupulosa de manejar la crisis, como por la indiferencia de los países latinoamericanos hacia lo que pasa con el Bravo pueblo.

Hay una especie de telón oscuro con el que se pretender acallar a una población que reclama su derecho a la vida y a un mejor futuro. Hoy el gobierno de Maduro humilla su propio pueblo con complacencia de sus vecinos que de una u otra forma, callando aceptan este tipo de conducta dictatorial y absolutista que tanto desestabiliza la democracia en Latinoamérica.

Como guajiro, en mi infancia me nutrí de Venezuela por ser nuestra frontera más cercana, pero también por haber sido el país que influía con su cultura, televisión, gastronomía y su industria en los años 70 y 80, cuando la indiferencia de Colombia nos empezó a condenar al olvido que hoy somos.

Este atropello contra los venezolanos tiene que sacarnos de nuestra zona de confort e incomodarnos, movernos a ser solidarios con un país que históricamente nos ha dado la mano, desde la época de Miranda, Bolívar y Sucre, y que hoy necesita que ayudemos a denunciar con más fuerza la barbarie que se está cometiendo allá.

Tengo en mis recuerdos de infancia los canales de televisión RCTV y Venevisión, los programas de Hanna Barbera, Alegre despertar, el Show de Joselo, Sábado sensacional y Radio Rochela entre otros, aún llego cada vez que puedo a Maicao a buscar los enlatados plumrose, el refresco koolaid, la gaseosa Chinoto, la Malta Caracas, la Fresca Chicha Quaker, el aceite Vatel y la Harina Pan, esos que consumíamos porque los productos colombianos nunca llegaban a La Guajira.

Venezuela nos ayudó a mantenernos vivos, para entender que éramos colombianos desamparados por nuestro propio Estado, pero con un buen vecino y hermano que nos sustentaba.

Todavía reconstruyo la melodía del ‘Gloria al bravo pueblo’ que nos bombardeaba desde la televisión a las horas pico, mientras Colombia seguía tan lejana de nosotros, con su Gloria Inmarcesible presente y ausente a la vez.

Esa Venezuela que acompañó tantos años a los guajiros hasta cuando el Estado colombiano empezó a aparecer a finales de los 80, más para señalarnos como bandidos, marimberos y contrabandistas, como pueblo sin ley desde sus periódicos y noticiarios, en lugar de empezar a devolvernos lo que hasta ahora se nos sigue negando.

Esa Venezuela, la de la poesía de Eugenio Montejo, de las gaitas zulianas y la música llanera de Reynaldo de Armas que abrió sus puertas a quienes buscaban un futuro mejor, es la que hoy necesita tanto de nosotros, necesita de nuestra voz fuerte, para ayudar a contarle al mundo desde las redes sociales lo que está sucediendo, necesita una oración sincera, para que Dios haga que todo regrese al orden, para que en paz podamos seguir compartiendo nuestra frontera como buenos vecinos y hermanos.

@Oscararizadaza

Columnista
18 febrero, 2014

Nuestra hermana Venezuela

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Oscar Ariza Daza

Por: Oscar Ariza Daza Mirar las pocas imágenes a pesar de la censura informativa que el gobierno de la violencia, ese que asesina y maltrata a los estudiantes quienes son el futuro de cualquier Nación, ha puesto sobre todo aquel que quiera dar a conocer lo que pasa en Venezuela, produce asombro, repudio y tristeza, […]


Por: Oscar Ariza Daza

Mirar las pocas imágenes a pesar de la censura informativa que el gobierno de la violencia, ese que asesina y maltrata a los estudiantes quienes son el futuro de cualquier Nación, ha puesto sobre todo aquel que quiera dar a conocer lo que pasa en Venezuela, produce asombro, repudio y tristeza, no más por la forma tan inescrupulosa de manejar la crisis, como por la indiferencia de los países latinoamericanos hacia lo que pasa con el Bravo pueblo.

Hay una especie de telón oscuro con el que se pretender acallar a una población que reclama su derecho a la vida y a un mejor futuro. Hoy el gobierno de Maduro humilla su propio pueblo con complacencia de sus vecinos que de una u otra forma, callando aceptan este tipo de conducta dictatorial y absolutista que tanto desestabiliza la democracia en Latinoamérica.

Como guajiro, en mi infancia me nutrí de Venezuela por ser nuestra frontera más cercana, pero también por haber sido el país que influía con su cultura, televisión, gastronomía y su industria en los años 70 y 80, cuando la indiferencia de Colombia nos empezó a condenar al olvido que hoy somos.

Este atropello contra los venezolanos tiene que sacarnos de nuestra zona de confort e incomodarnos, movernos a ser solidarios con un país que históricamente nos ha dado la mano, desde la época de Miranda, Bolívar y Sucre, y que hoy necesita que ayudemos a denunciar con más fuerza la barbarie que se está cometiendo allá.

Tengo en mis recuerdos de infancia los canales de televisión RCTV y Venevisión, los programas de Hanna Barbera, Alegre despertar, el Show de Joselo, Sábado sensacional y Radio Rochela entre otros, aún llego cada vez que puedo a Maicao a buscar los enlatados plumrose, el refresco koolaid, la gaseosa Chinoto, la Malta Caracas, la Fresca Chicha Quaker, el aceite Vatel y la Harina Pan, esos que consumíamos porque los productos colombianos nunca llegaban a La Guajira.

Venezuela nos ayudó a mantenernos vivos, para entender que éramos colombianos desamparados por nuestro propio Estado, pero con un buen vecino y hermano que nos sustentaba.

Todavía reconstruyo la melodía del ‘Gloria al bravo pueblo’ que nos bombardeaba desde la televisión a las horas pico, mientras Colombia seguía tan lejana de nosotros, con su Gloria Inmarcesible presente y ausente a la vez.

Esa Venezuela que acompañó tantos años a los guajiros hasta cuando el Estado colombiano empezó a aparecer a finales de los 80, más para señalarnos como bandidos, marimberos y contrabandistas, como pueblo sin ley desde sus periódicos y noticiarios, en lugar de empezar a devolvernos lo que hasta ahora se nos sigue negando.

Esa Venezuela, la de la poesía de Eugenio Montejo, de las gaitas zulianas y la música llanera de Reynaldo de Armas que abrió sus puertas a quienes buscaban un futuro mejor, es la que hoy necesita tanto de nosotros, necesita de nuestra voz fuerte, para ayudar a contarle al mundo desde las redes sociales lo que está sucediendo, necesita una oración sincera, para que Dios haga que todo regrese al orden, para que en paz podamos seguir compartiendo nuestra frontera como buenos vecinos y hermanos.

@Oscararizadaza