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Columnista - 5 septiembre, 2018

Nos falta ser más decentes

¿Qué es ser decentes? Curiosamente, no hay mucha literatura clásica sobre la decencia, como en efecto existe sobre el honor, la dignidad, la lealtad y otras tantas virtudes por las cuales se hace matar la gente. La decencia no sólo se refiere al comportamiento de las personas. Todos aspiramos a vivir en una casa decente, […]

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¿Qué es ser decentes? Curiosamente, no hay mucha literatura clásica sobre la decencia, como en efecto existe sobre el honor, la dignidad, la lealtad y otras tantas virtudes por las cuales se hace matar la gente.

La decencia no sólo se refiere al comportamiento de las personas. Todos aspiramos a vivir en una casa decente, a vivir entre gente decente. Esto último para muchos puede tener una connotación clasicista o elitista, pero se equivocan: La decencia no reconoce clases y sin duda, hay más decencia en los estratos bajos que en los altos.

Y por supuesto, todos aspiramos a morir decentemente. Es, pues, un concepto algo abstracto.

La decencia personal no sólo tiene que ver con los cánones mínimos de comportamiento que exigen una sociedad en un momento dado: Tiene que ver también con ciertos rasgos básicos del carácter, como la honestidad, la integridad o un sentido de lo que es justo y equitativo.

Ser decente (perdón por la indecencia) no cuesta un c…, dicen por ahí. Pero sí cuesta. La presión para que actuemos de manera indecente a través de la vida es constante y permanente.

Parte de nuestra decencia se adquiere en el hogar, pero se pierde con las malas compañías. La codicia, los celos y el egoísmo son enemigos de la decencia y cada hogar le pone su propio umbral.

Mi madre Lety Palmera, aparte de lo obvio consideraba que la ostentación o expresarse con grosería estaba por debajo de la decencia. Si hoy estuviera viva se escandalizaría y no sin razón con los temas escatológicos que tanto le gusta ventilar a algunos columnistas, o con alguno de los realities a que están expuestos los niños todos los días en la televisión. Habría puesto el grito al cielo. Por ejemplo, con el internet están a tan sólo una tecla de lo más indecente, cuando no aberrante y pornográfico.

De manera que un buen propósito es encontrar el coraje suficiente que nos permita ser un poco más decentes. Para que todos podamos vivir una vida más decente en un país, asimismo un tantico más decente.

Y como es mi costumbre, trataré otros temitas: La Secretaría de Tránsito debe hacer una reforma integral al estacionamiento en las vías y fuera de ella para evitar que los mal parqueados obstaculicen el paso de peatones y disminuyan la velocidad en las vías.

Establecer horas de descargue y cargue de mercancías para evitar que estas actividades se realicen en vías principales u horas pico. Igual repintar las cebras en las intersecciones de la ciudad donde más accidentes de tránsito se generan. Esta medida buscaría recuperar el respeto y las condiciones de seguridad en los cruces críticos de la ciudad.

Al Secretario de Obras que todavía faltan muchos huecos en algunas vías importantes. Sería bueno colocar cuadrillas en zonas críticas y hacer un reporte semanal a la ciudadanía.

Debería haber un plan de choque para liberar los entornos de los colegios de los vendedores de drogas que promueven el consumo entre los estudiantes de los colegios.
Me da mucha pena, pero si Coomeva sigue como va, sería necesario que la Superintendencia de Salud la intervenga y la cierre. No queda más remedio. En la próxima columna trataré mi caso personal.

Por Alberto Herazo

Columnista
5 septiembre, 2018

Nos falta ser más decentes

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Alberto Herazo P.

¿Qué es ser decentes? Curiosamente, no hay mucha literatura clásica sobre la decencia, como en efecto existe sobre el honor, la dignidad, la lealtad y otras tantas virtudes por las cuales se hace matar la gente. La decencia no sólo se refiere al comportamiento de las personas. Todos aspiramos a vivir en una casa decente, […]


¿Qué es ser decentes? Curiosamente, no hay mucha literatura clásica sobre la decencia, como en efecto existe sobre el honor, la dignidad, la lealtad y otras tantas virtudes por las cuales se hace matar la gente.

La decencia no sólo se refiere al comportamiento de las personas. Todos aspiramos a vivir en una casa decente, a vivir entre gente decente. Esto último para muchos puede tener una connotación clasicista o elitista, pero se equivocan: La decencia no reconoce clases y sin duda, hay más decencia en los estratos bajos que en los altos.

Y por supuesto, todos aspiramos a morir decentemente. Es, pues, un concepto algo abstracto.

La decencia personal no sólo tiene que ver con los cánones mínimos de comportamiento que exigen una sociedad en un momento dado: Tiene que ver también con ciertos rasgos básicos del carácter, como la honestidad, la integridad o un sentido de lo que es justo y equitativo.

Ser decente (perdón por la indecencia) no cuesta un c…, dicen por ahí. Pero sí cuesta. La presión para que actuemos de manera indecente a través de la vida es constante y permanente.

Parte de nuestra decencia se adquiere en el hogar, pero se pierde con las malas compañías. La codicia, los celos y el egoísmo son enemigos de la decencia y cada hogar le pone su propio umbral.

Mi madre Lety Palmera, aparte de lo obvio consideraba que la ostentación o expresarse con grosería estaba por debajo de la decencia. Si hoy estuviera viva se escandalizaría y no sin razón con los temas escatológicos que tanto le gusta ventilar a algunos columnistas, o con alguno de los realities a que están expuestos los niños todos los días en la televisión. Habría puesto el grito al cielo. Por ejemplo, con el internet están a tan sólo una tecla de lo más indecente, cuando no aberrante y pornográfico.

De manera que un buen propósito es encontrar el coraje suficiente que nos permita ser un poco más decentes. Para que todos podamos vivir una vida más decente en un país, asimismo un tantico más decente.

Y como es mi costumbre, trataré otros temitas: La Secretaría de Tránsito debe hacer una reforma integral al estacionamiento en las vías y fuera de ella para evitar que los mal parqueados obstaculicen el paso de peatones y disminuyan la velocidad en las vías.

Establecer horas de descargue y cargue de mercancías para evitar que estas actividades se realicen en vías principales u horas pico. Igual repintar las cebras en las intersecciones de la ciudad donde más accidentes de tránsito se generan. Esta medida buscaría recuperar el respeto y las condiciones de seguridad en los cruces críticos de la ciudad.

Al Secretario de Obras que todavía faltan muchos huecos en algunas vías importantes. Sería bueno colocar cuadrillas en zonas críticas y hacer un reporte semanal a la ciudadanía.

Debería haber un plan de choque para liberar los entornos de los colegios de los vendedores de drogas que promueven el consumo entre los estudiantes de los colegios.
Me da mucha pena, pero si Coomeva sigue como va, sería necesario que la Superintendencia de Salud la intervenga y la cierre. No queda más remedio. En la próxima columna trataré mi caso personal.

Por Alberto Herazo