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Columnista - 20 febrero, 2011

No sólo ser honrado, sino

Por: Luis Rafael Nieto Pardo Defensor público [email protected] Aparentar serlo, tanto como la mujer del cesar; me enseñó mi padre, entre otras tantas máximas de comportamiento que, la verdad  sea dicha, hace ya tanto tiempo, que no recuerdo  donde me dijo que lo había leído o escuchado. De todas formas, siempre recordando a los viejos […]

Por: Luis Rafael Nieto Pardo
Defensor público
[email protected]

Aparentar serlo, tanto como la mujer del cesar; me enseñó mi padre, entre otras tantas máximas de comportamiento que, la verdad  sea dicha, hace ya tanto tiempo, que no recuerdo  donde me dijo que lo había leído o escuchado.
De todas formas, siempre recordando a los viejos y poniendo en práctica sus oportunos y buenos consejos, puede uno, no sólo moldear su vida y encarrilar por la buena senda la de su descendencia; sino que, además, se evitará, tal y como lo dice en El Heraldo de ayer, el periodista Oscar Montes, el bochornoso espectáculo y trasmitido en vivo y en directo , durante el cual, en desarrollo de una audiencia pública en la Corte Suprema de Justicia, la misma que fue interrumpida abruptamente por los policías encargados de ejecutar la orden de captura emitida por un fiscal de la república contra el “abogado” (tinterillo, rábula,wxdd%#¿k…..) Ramón Ballesteros (hubiera preferido omitir el nombre, tal y como lo hizo Diomedes en si famosa canción… “Y sí lo nombro le doy importancia, vaya al carajo señor “abogado”); sino fuera `porque debo ilustrarlos acerca de los pormenores del incidente.
Y todo porqué?. Sencilla y llanamente por el afán cínico y desmesurado de obtener dinero (ojalá sea sucio y fácil, a como de lugar); porque ahora esa  es la consigna, que creo se gestó desde el momento en que a algún estúpido se le ocurrió la fatal idea de suprimir de las facultades de derecho, las cátedras de ética , humanismo y humanidades; al igual que sucedió con las nuevas generaciones, desde el momento en que, a otro, aún más estúpido, se le ocurrió también la feliz idea de suprimir de las escuelas primarias, la enseñanza  de la urbanidad de Carreño.
Refiere el articulista de El Heraldo, que aquel aberrante episodio le sucedió a ese ”…reconocido abogado penalista y tenido en las esferas judiciales como un doctor en leyes serio, echó por la borda su brillante carrera al pasar de defensor a mandadero de sus clientes, al ejecutar un acto absolutamente contrario a la ley y a la dignidad de su profesión”.  Sic.
Estimo urgente y necesario que bien vale la pena recabar en el tema de nuestra labor en el ejercicio profesional, tal y como recuerdo haberlo hecho en una de las primeras columnas, sin que hubiera ahondado tanto en el análisis del mismo , tal y como ahora lo pretendo por el bien de lo bueno y bastante rescatable de nuestro ejercicio y dignidad profesional; pues de todo esto siempre resulta que el común de la gente no juzga  la conducta en particular del infractor ( a pesar de ser el nuestro, un derecho penal de acto); si no, que enseguida se van “lanza en ristre” contra los abogados; sin ponerse a pensar que también en esta hermosa, y la más completa de las profesiones, también se puede ejercer y vivir dignamente de ella, si se ponen en practica las normas de conducta y los consejos de nuestros viejos; evitando así las “malas tentaciones y consejos”, que bien si bien es cierto no dejan de tocar a nuestra puerta.

Opte por escribir hoy sobre el asunto, porque ayer, al abordar un taxi desde mi residencia con rumbo al Palacio de Justicia, un conductor joven y – por lo que alcancé a entender-, estudiante de derecho, luego de preguntarme si yo era abogado, me interpeló si uno podría defender a cualquier delincuente y porqué lo hacía.
También por  lo corto del trayecto y la premura del tiempo (me dirigía, nada más y nada menos, que a prestar asistencia y defensa técnica a un usuario de la Defensoría del Pública, acusado de haber abusado de una menor de edad; y por más señas, su propia nieta, a quien de paso también contagió de un terrible mal… ¿?); le contesté, tratando de satisfacer su inquietud , al igual que tantos, que la tarea del abogado, es muchas veces una tarea difícil.
Más que todo cuando uno se dedica al derecho penal, porque nos toca enfrentar, además de estos casos de abuso sexual, otros de narcotráfico, terrorismo, asesinatos, masacres, secuestros, tanto como acusadores, pero también como defensores; incluyendo a  veces hasta peligro para nuestras vidas y la de los jueces y fiscales.  Muchos han sido  los sacrificados. Nuestra tarea es de una gran responsabilidad; no solamente con nuestros clientes, sino también con la justicia y con la sociedad.
Ahora pienso que resulta oportuno también, a raíz de la pregunta de mi inesperado interlocutor, traer a colocación, no solo ese interrogante, sino estos otros que una vez leí en una columna de opinión de la revista Credencial, referentes a este mismo asunto : ¿Tiene derecho a ser defendido un narcotraficante? ¿Alguien de quién se sabe ha cometido atroces delitos?. ¿Cómo puede pretender un abogado que personas que han recibido el repudio nacional salgan impunes de sus crímenes?;¿es la de abogado una profesión vergonzante?, entonces, ¿Debe dejarse indefensas a ciertas personas sin el derecho que consagra la Constitución y las leyes? Y ¿Qué actitud debe adoptar la sociedad frente a quienes ejercen como sus defensores?… Este artículo continuará.

Columnista
20 febrero, 2011

No sólo ser honrado, sino

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Rafael Nieto Pardo

Por: Luis Rafael Nieto Pardo Defensor público [email protected] Aparentar serlo, tanto como la mujer del cesar; me enseñó mi padre, entre otras tantas máximas de comportamiento que, la verdad  sea dicha, hace ya tanto tiempo, que no recuerdo  donde me dijo que lo había leído o escuchado. De todas formas, siempre recordando a los viejos […]


Por: Luis Rafael Nieto Pardo
Defensor público
[email protected]

Aparentar serlo, tanto como la mujer del cesar; me enseñó mi padre, entre otras tantas máximas de comportamiento que, la verdad  sea dicha, hace ya tanto tiempo, que no recuerdo  donde me dijo que lo había leído o escuchado.
De todas formas, siempre recordando a los viejos y poniendo en práctica sus oportunos y buenos consejos, puede uno, no sólo moldear su vida y encarrilar por la buena senda la de su descendencia; sino que, además, se evitará, tal y como lo dice en El Heraldo de ayer, el periodista Oscar Montes, el bochornoso espectáculo y trasmitido en vivo y en directo , durante el cual, en desarrollo de una audiencia pública en la Corte Suprema de Justicia, la misma que fue interrumpida abruptamente por los policías encargados de ejecutar la orden de captura emitida por un fiscal de la república contra el “abogado” (tinterillo, rábula,wxdd%#¿k…..) Ramón Ballesteros (hubiera preferido omitir el nombre, tal y como lo hizo Diomedes en si famosa canción… “Y sí lo nombro le doy importancia, vaya al carajo señor “abogado”); sino fuera `porque debo ilustrarlos acerca de los pormenores del incidente.
Y todo porqué?. Sencilla y llanamente por el afán cínico y desmesurado de obtener dinero (ojalá sea sucio y fácil, a como de lugar); porque ahora esa  es la consigna, que creo se gestó desde el momento en que a algún estúpido se le ocurrió la fatal idea de suprimir de las facultades de derecho, las cátedras de ética , humanismo y humanidades; al igual que sucedió con las nuevas generaciones, desde el momento en que, a otro, aún más estúpido, se le ocurrió también la feliz idea de suprimir de las escuelas primarias, la enseñanza  de la urbanidad de Carreño.
Refiere el articulista de El Heraldo, que aquel aberrante episodio le sucedió a ese ”…reconocido abogado penalista y tenido en las esferas judiciales como un doctor en leyes serio, echó por la borda su brillante carrera al pasar de defensor a mandadero de sus clientes, al ejecutar un acto absolutamente contrario a la ley y a la dignidad de su profesión”.  Sic.
Estimo urgente y necesario que bien vale la pena recabar en el tema de nuestra labor en el ejercicio profesional, tal y como recuerdo haberlo hecho en una de las primeras columnas, sin que hubiera ahondado tanto en el análisis del mismo , tal y como ahora lo pretendo por el bien de lo bueno y bastante rescatable de nuestro ejercicio y dignidad profesional; pues de todo esto siempre resulta que el común de la gente no juzga  la conducta en particular del infractor ( a pesar de ser el nuestro, un derecho penal de acto); si no, que enseguida se van “lanza en ristre” contra los abogados; sin ponerse a pensar que también en esta hermosa, y la más completa de las profesiones, también se puede ejercer y vivir dignamente de ella, si se ponen en practica las normas de conducta y los consejos de nuestros viejos; evitando así las “malas tentaciones y consejos”, que bien si bien es cierto no dejan de tocar a nuestra puerta.

Opte por escribir hoy sobre el asunto, porque ayer, al abordar un taxi desde mi residencia con rumbo al Palacio de Justicia, un conductor joven y – por lo que alcancé a entender-, estudiante de derecho, luego de preguntarme si yo era abogado, me interpeló si uno podría defender a cualquier delincuente y porqué lo hacía.
También por  lo corto del trayecto y la premura del tiempo (me dirigía, nada más y nada menos, que a prestar asistencia y defensa técnica a un usuario de la Defensoría del Pública, acusado de haber abusado de una menor de edad; y por más señas, su propia nieta, a quien de paso también contagió de un terrible mal… ¿?); le contesté, tratando de satisfacer su inquietud , al igual que tantos, que la tarea del abogado, es muchas veces una tarea difícil.
Más que todo cuando uno se dedica al derecho penal, porque nos toca enfrentar, además de estos casos de abuso sexual, otros de narcotráfico, terrorismo, asesinatos, masacres, secuestros, tanto como acusadores, pero también como defensores; incluyendo a  veces hasta peligro para nuestras vidas y la de los jueces y fiscales.  Muchos han sido  los sacrificados. Nuestra tarea es de una gran responsabilidad; no solamente con nuestros clientes, sino también con la justicia y con la sociedad.
Ahora pienso que resulta oportuno también, a raíz de la pregunta de mi inesperado interlocutor, traer a colocación, no solo ese interrogante, sino estos otros que una vez leí en una columna de opinión de la revista Credencial, referentes a este mismo asunto : ¿Tiene derecho a ser defendido un narcotraficante? ¿Alguien de quién se sabe ha cometido atroces delitos?. ¿Cómo puede pretender un abogado que personas que han recibido el repudio nacional salgan impunes de sus crímenes?;¿es la de abogado una profesión vergonzante?, entonces, ¿Debe dejarse indefensas a ciertas personas sin el derecho que consagra la Constitución y las leyes? Y ¿Qué actitud debe adoptar la sociedad frente a quienes ejercen como sus defensores?… Este artículo continuará.