No, y mucho menos cuando los defectos siguen inmersos e inconfesos en el canalla. No, cuando lo curioso de las peleas amorosas es que a veces se originan por las situaciones más inocentes o por malentendidos absurdos o por sospechas que están desligadas por completo de la realidad. No, cuando no se castiga cómo es debido a […]
No, y mucho menos cuando los defectos siguen inmersos e inconfesos en el canalla.
No, cuando lo curioso de las peleas amorosas es que a veces se originan por las situaciones más inocentes o por malentendidos absurdos o por sospechas que están desligadas por completo de la realidad.
No, cuando no se castiga cómo es debido a una persona que actúa de una manera reprobable desde el punto de vista ético y golpea a un niño, desprecia a un anciano, trata con irrespeto a la mujer y denigra constantemente de su patria, familia, sociedad y amigos.
No, cuando se intenta seguir como protagonista sin tener fanáticos y aún no se ha entendido que el hombre real, en su estado natural, es un inconforme, idiota y egoísta que cree que la verdad está en la opinión que exprese al momento la mayoría.
No, cuando las actuaciones miserables en política durante años, han sido marcadas por conductas cuestionables que han socavado la integridad del sistema democrático; se han observado casos de corrupción, manipulación de información y abuso de poder, donde algunos políticos han optado por intereses personales en lugar de servir al bien común.
No, cuando se han destacado estrategias engañosas para influir en la opinión pública, desde campañas de desinformación hasta tácticas divisivas que han creado tensiones sociales.
Tampoco, cuando tantas actitudes deshonestas y violaciones éticas se volvieron lamentablemente comunes, erosionando la confianza de la ciudadanía en sus líderes y así la falta de transparencia y rendición de cuentas también contribuyó a un clima político enrarecido. No, cuando se han presenciado acciones que están debilitando las instituciones democráticas, minando la confianza en la gobernanza y generando miedo sobre la efectividad de los sistemas.
En resumen, no, cuando las actuaciones canallas en la política nacional durante el tiempo se han caracterizado por comportamientos inmorales, manipulación descarada y una desconcertante falta de integridad, lo que plantea desafíos relevantes a corto plazo de la democracia en cuanto a los temas de salud, educación y cultura.
No se puede cantar felicidad, cuando no se tiene en cuenta la dignidad de las personas y la característica significativa que para ejercer cualquier actividad siga siendo la del bandido, cuya capacidad de corrupción sea el grado honorífico que supere la competencia demandada.
En fin, no se puede cantar felicidad cuando aún estamos siendo dominados por el odio, permanecemos muy lejos de la verdad, de las leyes, de Dios y del sentido social para un mundo en paz.
No se puede cantar felicidad al lado de la gente pecadora, que cuando aparece en iglesias en actos de contrición perfecta, aún con la comunión bajo la lengua, nunca podrán resarcir sus pecados, ni muchos menos serán perdonados cuando el odio aún les invade su corazón y la hipocresía de su falsa sociedad la llevan de la mano, sostenida con el bastón de la mediocridad de sus vidas paralelas; en la una aparentan bondad y en la otra esconden lo que verdaderamente son. ¡El símbolo de la perversión!
Solo se puede cantar felicidad para el justo; a muchos, hoy en día, les invade la incontrolable pesadumbre por una humanidad tocada por la infelicidad, aunque el justo siempre marcado por su sensatez, nunca pide felicidad, sino un poco menos de angustias y pesares para que su entorno no tiemble con ese frío terrible de las almas totalmente sin consuelo y para no partir de su terruño como le sucedió al viejo “Miguel” que en una estrofa de un hermoso son de Adolfo Pacheco, dice:
Buscando consuelo, buscando paz y tranquilidad
el Viejo Miguel del pueblo se fue muy decepcionado
yo me desespero, me da dolor porque la ciudad
tiene su destino, tiene su mal para el provinciano
Donde le tocó, como a muchos en estas tragedias del destino, abandonar sus fiestas, su música preferida, su familia y a sus amigos queridos y en estas condiciones “no se puede cantar felicidad”.
Fausto Cotes N.
No, y mucho menos cuando los defectos siguen inmersos e inconfesos en el canalla. No, cuando lo curioso de las peleas amorosas es que a veces se originan por las situaciones más inocentes o por malentendidos absurdos o por sospechas que están desligadas por completo de la realidad. No, cuando no se castiga cómo es debido a […]
No, y mucho menos cuando los defectos siguen inmersos e inconfesos en el canalla.
No, cuando lo curioso de las peleas amorosas es que a veces se originan por las situaciones más inocentes o por malentendidos absurdos o por sospechas que están desligadas por completo de la realidad.
No, cuando no se castiga cómo es debido a una persona que actúa de una manera reprobable desde el punto de vista ético y golpea a un niño, desprecia a un anciano, trata con irrespeto a la mujer y denigra constantemente de su patria, familia, sociedad y amigos.
No, cuando se intenta seguir como protagonista sin tener fanáticos y aún no se ha entendido que el hombre real, en su estado natural, es un inconforme, idiota y egoísta que cree que la verdad está en la opinión que exprese al momento la mayoría.
No, cuando las actuaciones miserables en política durante años, han sido marcadas por conductas cuestionables que han socavado la integridad del sistema democrático; se han observado casos de corrupción, manipulación de información y abuso de poder, donde algunos políticos han optado por intereses personales en lugar de servir al bien común.
No, cuando se han destacado estrategias engañosas para influir en la opinión pública, desde campañas de desinformación hasta tácticas divisivas que han creado tensiones sociales.
Tampoco, cuando tantas actitudes deshonestas y violaciones éticas se volvieron lamentablemente comunes, erosionando la confianza de la ciudadanía en sus líderes y así la falta de transparencia y rendición de cuentas también contribuyó a un clima político enrarecido. No, cuando se han presenciado acciones que están debilitando las instituciones democráticas, minando la confianza en la gobernanza y generando miedo sobre la efectividad de los sistemas.
En resumen, no, cuando las actuaciones canallas en la política nacional durante el tiempo se han caracterizado por comportamientos inmorales, manipulación descarada y una desconcertante falta de integridad, lo que plantea desafíos relevantes a corto plazo de la democracia en cuanto a los temas de salud, educación y cultura.
No se puede cantar felicidad, cuando no se tiene en cuenta la dignidad de las personas y la característica significativa que para ejercer cualquier actividad siga siendo la del bandido, cuya capacidad de corrupción sea el grado honorífico que supere la competencia demandada.
En fin, no se puede cantar felicidad cuando aún estamos siendo dominados por el odio, permanecemos muy lejos de la verdad, de las leyes, de Dios y del sentido social para un mundo en paz.
No se puede cantar felicidad al lado de la gente pecadora, que cuando aparece en iglesias en actos de contrición perfecta, aún con la comunión bajo la lengua, nunca podrán resarcir sus pecados, ni muchos menos serán perdonados cuando el odio aún les invade su corazón y la hipocresía de su falsa sociedad la llevan de la mano, sostenida con el bastón de la mediocridad de sus vidas paralelas; en la una aparentan bondad y en la otra esconden lo que verdaderamente son. ¡El símbolo de la perversión!
Solo se puede cantar felicidad para el justo; a muchos, hoy en día, les invade la incontrolable pesadumbre por una humanidad tocada por la infelicidad, aunque el justo siempre marcado por su sensatez, nunca pide felicidad, sino un poco menos de angustias y pesares para que su entorno no tiemble con ese frío terrible de las almas totalmente sin consuelo y para no partir de su terruño como le sucedió al viejo “Miguel” que en una estrofa de un hermoso son de Adolfo Pacheco, dice:
Buscando consuelo, buscando paz y tranquilidad
el Viejo Miguel del pueblo se fue muy decepcionado
yo me desespero, me da dolor porque la ciudad
tiene su destino, tiene su mal para el provinciano
Donde le tocó, como a muchos en estas tragedias del destino, abandonar sus fiestas, su música preferida, su familia y a sus amigos queridos y en estas condiciones “no se puede cantar felicidad”.
Fausto Cotes N.