En menos de 20 días tendremos que elegir Gobernador para nuestro Departamento, entre tres candidatos. Dos que representan la derecha y uno en representación de la izquierda; claro que a decir verdad, la contienda solo será entre el candidato del partido liberal Arturo Calderón y Francisco Ovalle del partido de la Unidad Nacional, pues la […]
En menos de 20 días tendremos que elegir Gobernador para nuestro Departamento, entre tres candidatos. Dos que representan la derecha y uno en representación de la izquierda; claro que a decir verdad, la contienda solo será entre el candidato del partido liberal Arturo Calderón y Francisco Ovalle del partido de la Unidad Nacional, pues la candidata de la izquierda Imelda Daza no registra mucha simpatía en las encuestas, pese a su muy buena formación.
De esta manera, se está a la expectativa sobre los resultados electorales de un candidato carismático que hace su campaña con limitaciones económicas apoyado por el pueblo y del otro, que por el contrario hace una campaña suntuosa marcada por el derroche de dinero, pese a que legalmente existen unos topes de financiamiento.
Ante esta situación es pertinente preguntarse ¿Cómo se obtienen esos topes de los gastos de campaña? ¿Cómo se limitaría la presencia de dineros privados a las campañas? ¿Cómo podría asegurarse que esos gastos se emplearan de forma eficiente y transparente?, pues lo que uno observa como simple ciudadano, que lo que hay es una absoluta ausencia de límites y consecuente a ello, financiaciones indebidas y que lo común es que el costo del proselitismo político sea excesivamente alto.
Ahora, si bien en la formación de una democracia intervienen diversos factores, no puede ser el factor económico el que determine la suerte de un pueblo por encima de la opinión y de la dignidad de la gente, pienso que no pueden ser las chequeras las que suplanten la voluntad popular.
Resulta increíble y vergonzoso que en esta resquebrajada democracia, toda actividad proselitista hoy tiene un justo precio; así los candidatos que disponen de montañas de dinero le pagan a la gente para que toquen puertas en los barrios, les pagan para que peguen los afiches en los postes, les pagan para que asistan a las reuniones y llenen los espacios, les pagan para que usen publicidad en los vehículos, les pagan para que caminen junto con el candidato y finalmente les pagan para que voten; esto sin sumar los trueques tradicionales entre elector y candidato de las láminas de cinc, las bolsas de cemento, las libretas militares y los mercados, a cambio del votico, ¡que vergüenza!
Pero en realidad lo que no sabe la gente es que esos favores desde ya quedan saldados y que terminan haciendo el papel del bobo útil, porque en el futuro no hay ninguna posibilidad de recompensa ni agradecimiento, ni mucho menos el compromiso de resolver ningún problema social, sencillamente porque ya todo está pago.
Pero tampoco la gente se pregunta cómo retornan esos costos de las campañas al bolsillo de quienes lo gastan; no paso a creer que sean gastos, generosos y de buena voluntad, porque en un país de vivos como el nuestro, que yo sepa nadie está dispuesto a regalar ni feriar el dinero o como dicen, nadie compra huevos para vender huevos, claro que no ¡ese dinero se tiene que recuperar de alguna manera, de ahí las famosas mordidas en la contratación pública.
En menos de 20 días tendremos que elegir Gobernador para nuestro Departamento, entre tres candidatos. Dos que representan la derecha y uno en representación de la izquierda; claro que a decir verdad, la contienda solo será entre el candidato del partido liberal Arturo Calderón y Francisco Ovalle del partido de la Unidad Nacional, pues la […]
En menos de 20 días tendremos que elegir Gobernador para nuestro Departamento, entre tres candidatos. Dos que representan la derecha y uno en representación de la izquierda; claro que a decir verdad, la contienda solo será entre el candidato del partido liberal Arturo Calderón y Francisco Ovalle del partido de la Unidad Nacional, pues la candidata de la izquierda Imelda Daza no registra mucha simpatía en las encuestas, pese a su muy buena formación.
De esta manera, se está a la expectativa sobre los resultados electorales de un candidato carismático que hace su campaña con limitaciones económicas apoyado por el pueblo y del otro, que por el contrario hace una campaña suntuosa marcada por el derroche de dinero, pese a que legalmente existen unos topes de financiamiento.
Ante esta situación es pertinente preguntarse ¿Cómo se obtienen esos topes de los gastos de campaña? ¿Cómo se limitaría la presencia de dineros privados a las campañas? ¿Cómo podría asegurarse que esos gastos se emplearan de forma eficiente y transparente?, pues lo que uno observa como simple ciudadano, que lo que hay es una absoluta ausencia de límites y consecuente a ello, financiaciones indebidas y que lo común es que el costo del proselitismo político sea excesivamente alto.
Ahora, si bien en la formación de una democracia intervienen diversos factores, no puede ser el factor económico el que determine la suerte de un pueblo por encima de la opinión y de la dignidad de la gente, pienso que no pueden ser las chequeras las que suplanten la voluntad popular.
Resulta increíble y vergonzoso que en esta resquebrajada democracia, toda actividad proselitista hoy tiene un justo precio; así los candidatos que disponen de montañas de dinero le pagan a la gente para que toquen puertas en los barrios, les pagan para que peguen los afiches en los postes, les pagan para que asistan a las reuniones y llenen los espacios, les pagan para que usen publicidad en los vehículos, les pagan para que caminen junto con el candidato y finalmente les pagan para que voten; esto sin sumar los trueques tradicionales entre elector y candidato de las láminas de cinc, las bolsas de cemento, las libretas militares y los mercados, a cambio del votico, ¡que vergüenza!
Pero en realidad lo que no sabe la gente es que esos favores desde ya quedan saldados y que terminan haciendo el papel del bobo útil, porque en el futuro no hay ninguna posibilidad de recompensa ni agradecimiento, ni mucho menos el compromiso de resolver ningún problema social, sencillamente porque ya todo está pago.
Pero tampoco la gente se pregunta cómo retornan esos costos de las campañas al bolsillo de quienes lo gastan; no paso a creer que sean gastos, generosos y de buena voluntad, porque en un país de vivos como el nuestro, que yo sepa nadie está dispuesto a regalar ni feriar el dinero o como dicen, nadie compra huevos para vender huevos, claro que no ¡ese dinero se tiene que recuperar de alguna manera, de ahí las famosas mordidas en la contratación pública.