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Columnista - 26 febrero, 2010

No pasará nada.

Por: Juan Camilo Restrepo. Durante los últimos días hemos presenciado un espectáculo curioso: mientras el Presidente de la República rota afanosamente por las salas de redacción radial  respondiendo cuanta pregunta formulan los desesperados pacientes sobre el desorden en que ha caído el servicio de salud pública, su ministro del Interior y de Justicia aparece proponiendo […]

Por: Juan Camilo Restrepo.

Durante los últimos días hemos presenciado un espectáculo curioso: mientras el Presidente de la República rota afanosamente por las salas de redacción radial  respondiendo cuanta pregunta formulan los desesperados pacientes sobre el desorden en que ha caído el servicio de salud pública, su ministro del Interior y de Justicia aparece proponiendo intempestivamente el cambio del sistema presidencial por el parlamentario.

O sea: mientras el Presidente se dedica a hacer correrías de micro gestión pedagógica en torno al caos de la salud, el ministro aparece haciendo macro política al plantear un cambio constitucional de  profundo calado: nada menos que pasar del presidencialismo al parlamentarismo.

¿Ésta propuesta del ministro es de su propia cosecha, o refleja la visión gubernamental?

Si es lo primero, ¿de dónde acá  son los ministros los llamados a  proclamar a los cuatro vientos sus personales apetencias constitucionales, cuando por la jerarquía que ostentan es evidente que lo que proponen no lo deben hacer a título personal sino como parte de un gobierno?

Pero si se trata de lo segundo, es decir, que la propuesta no es personal de Fabio Valencia sino del gobierno Uribe Vélez ¿de cuando acá son los ministros- y no el propio Jefe de Estado- los encargados de anunciar iniciativas de tanta trascendencia?

Nada de esto es serio ni va a terminar en nada. Pero sí es muy sintomático de la manera ligera como se le viene descargando diariamente al país una lluvia de iniciativas distractoras, improvisadas y epilépticas.

No es seria, en primer lugar. ¿Cómo va a ser seria una iniciativa que implica cambiar  la estructura toda de nuestra Constitución cuando al actual gobierno le faltan escasos seis meses para terminar?

Tampoco es original. La conveniencia de girar hacia  un sistema parlamentario la plantearon en su momento el expresidente López Michelsen y varios parlamentarios. Pero en aquel momento la administración Uribe Vélez guardó silencio sepulcral al respecto. Sin embargo, ahora, a las mil y quinientas, resulta adhiriendo extemporáneamente a la fórmula parlamentarista.

El cambio hacia el parlamentarismo no figuró nunca en el programa de gobierno que el actual presidente  planteó a los colombianos. No aparece en el plan de desarrollo. Ni figura en ningún discurso importante del Doctor Uribe Vélez. A pesar de ello, el Doctor Valencia  lo lanza estrepitosamente  en esta ocasión como gran novedad.

Toda propuesta,  cuando se refiere a algo tan serio como un cambio en el perfil constitucional del Estado, requiere de un cierto ceremonial y de solemnidades mínimas. O al menos esto era lo que se pensaba y se estilaba. Ahora no: se presentan  en cualquier rueda de prensa improvisada por los ministros del despacho.

Pero claro, tampoco terminan en nada. Como sucederá también con la tardía iniciativa- presentada por enésima vez- de crear una comisión para reformar la justicia. Son propuestas hechas sin un propósito serio. Simplemente para distraer a la galería. Para hacer bulla. O humo. O ambas cosas a la vez.

Cuando una iniciativa que podría ser importante para generar un debate serio sobre al futuro del  Estado se presenta por quien no es y sin el ritual adecuado, siempre termina en lo que acabará ésta del parlamentarismo: en nada.

PD: Muy importante la carta que, a través de Monseñor Rubiano, ha dirigido la Iglesia Católica Colombiana pidiéndole al gobierno mayor control sobre el precio de los medicamentos; más facilidades para importar drogas genéricas; y mano fuerte contra los monopolios que  imponen precios prohibitivos en Colombia. Para hacer esto no se necesita de emergencia social alguna. Bastaría ejercer las amplias facultades regulatorias de que dispone el gobierno. Que no ha utilizado.

Columnista
26 febrero, 2010

No pasará nada.

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Juan Camilo Restrepo

Por: Juan Camilo Restrepo. Durante los últimos días hemos presenciado un espectáculo curioso: mientras el Presidente de la República rota afanosamente por las salas de redacción radial  respondiendo cuanta pregunta formulan los desesperados pacientes sobre el desorden en que ha caído el servicio de salud pública, su ministro del Interior y de Justicia aparece proponiendo […]


Por: Juan Camilo Restrepo.

Durante los últimos días hemos presenciado un espectáculo curioso: mientras el Presidente de la República rota afanosamente por las salas de redacción radial  respondiendo cuanta pregunta formulan los desesperados pacientes sobre el desorden en que ha caído el servicio de salud pública, su ministro del Interior y de Justicia aparece proponiendo intempestivamente el cambio del sistema presidencial por el parlamentario.

O sea: mientras el Presidente se dedica a hacer correrías de micro gestión pedagógica en torno al caos de la salud, el ministro aparece haciendo macro política al plantear un cambio constitucional de  profundo calado: nada menos que pasar del presidencialismo al parlamentarismo.

¿Ésta propuesta del ministro es de su propia cosecha, o refleja la visión gubernamental?

Si es lo primero, ¿de dónde acá  son los ministros los llamados a  proclamar a los cuatro vientos sus personales apetencias constitucionales, cuando por la jerarquía que ostentan es evidente que lo que proponen no lo deben hacer a título personal sino como parte de un gobierno?

Pero si se trata de lo segundo, es decir, que la propuesta no es personal de Fabio Valencia sino del gobierno Uribe Vélez ¿de cuando acá son los ministros- y no el propio Jefe de Estado- los encargados de anunciar iniciativas de tanta trascendencia?

Nada de esto es serio ni va a terminar en nada. Pero sí es muy sintomático de la manera ligera como se le viene descargando diariamente al país una lluvia de iniciativas distractoras, improvisadas y epilépticas.

No es seria, en primer lugar. ¿Cómo va a ser seria una iniciativa que implica cambiar  la estructura toda de nuestra Constitución cuando al actual gobierno le faltan escasos seis meses para terminar?

Tampoco es original. La conveniencia de girar hacia  un sistema parlamentario la plantearon en su momento el expresidente López Michelsen y varios parlamentarios. Pero en aquel momento la administración Uribe Vélez guardó silencio sepulcral al respecto. Sin embargo, ahora, a las mil y quinientas, resulta adhiriendo extemporáneamente a la fórmula parlamentarista.

El cambio hacia el parlamentarismo no figuró nunca en el programa de gobierno que el actual presidente  planteó a los colombianos. No aparece en el plan de desarrollo. Ni figura en ningún discurso importante del Doctor Uribe Vélez. A pesar de ello, el Doctor Valencia  lo lanza estrepitosamente  en esta ocasión como gran novedad.

Toda propuesta,  cuando se refiere a algo tan serio como un cambio en el perfil constitucional del Estado, requiere de un cierto ceremonial y de solemnidades mínimas. O al menos esto era lo que se pensaba y se estilaba. Ahora no: se presentan  en cualquier rueda de prensa improvisada por los ministros del despacho.

Pero claro, tampoco terminan en nada. Como sucederá también con la tardía iniciativa- presentada por enésima vez- de crear una comisión para reformar la justicia. Son propuestas hechas sin un propósito serio. Simplemente para distraer a la galería. Para hacer bulla. O humo. O ambas cosas a la vez.

Cuando una iniciativa que podría ser importante para generar un debate serio sobre al futuro del  Estado se presenta por quien no es y sin el ritual adecuado, siempre termina en lo que acabará ésta del parlamentarismo: en nada.

PD: Muy importante la carta que, a través de Monseñor Rubiano, ha dirigido la Iglesia Católica Colombiana pidiéndole al gobierno mayor control sobre el precio de los medicamentos; más facilidades para importar drogas genéricas; y mano fuerte contra los monopolios que  imponen precios prohibitivos en Colombia. Para hacer esto no se necesita de emergencia social alguna. Bastaría ejercer las amplias facultades regulatorias de que dispone el gobierno. Que no ha utilizado.