La semana anterior una joven de 19 años, estudiante de primer semestre de Psicología de la Universidad Popular del Cesar, en donde soy docente, nos hizo llorar en el salón de clases. Se trata de Erika Tatiana Pacheco Rodríguez, de 19 años, indígena Kankuama, de rostro angelical, a quien le brota vida por sus poros […]
La semana anterior una joven de 19 años, estudiante de primer semestre de Psicología de la Universidad Popular del Cesar, en donde soy docente, nos hizo llorar en el salón de clases.
Se trata de Erika Tatiana Pacheco Rodríguez, de 19 años, indígena Kankuama, de rostro angelical, a quien le brota vida por sus poros y le sobran razones para vivir.
A mis estudiantes les correspondía pronunciar un discurso, en cumplimiento al contenido programático de la asignatura de Expresión Oral y Escrita.
Cuando le tocó el turno a Erika estaba feliz, su sonrisa era tropical, así es ella: espontánea, expresiva y de sus ojos –voluminosos- surgía un gozo increíble. Su padre Abelardo es vigilante y su madre María es artesana, Kankuama. Tiene cuatro hermanas.
Su discurso: “La cura para la enfermedad”. Sus primeras palabras fueron certeras: “este discurso trata de la manera en la que los seres humanos hacemos frente a los problemas que acarreamos…”. en su discurso nos dio nuevos paradigmas de vida y narró lo que hoy vive.
Luego hablé con ella y le propuse una entrevista. Hace cuatro años le detectaron en tumor maligno en la parte lateral del cerebro. Además, tiene dos válvulas cerradas en el corazón y la próxima semana le harán un cateterismo en Barranquilla, en donde la trata un neurólogo. “Una noche mía en casa puede ser canalizada, con máquinas y con tratamientos para poder asistir a clases. Mi cuarto es como un hospital. Tengo varios equipos: de presión, tengo un equipo donde veo cómo funciona mi cerebro. Me canalizan, porque me inyectan para el dolor y para poder manejarme en el día”.
Erika dice que “desde que me enteré de mi enfermedad, me dije que eso no me iba a acabar, que yo iba a acabar con eso. Porque yo he visto vivencias en el grupo de apoyo al que asisto”.
Sostiene que sus padres, “me aman como yo a ellos. Ellos tratan de mostrarme que son fuertes, pero yo sé que en el fondo están tristes”.
Habla de sus sueños: “Tuve un novio y terminamos porque no teníamos las mismas expectativas de vida. Soy muy soñadora y si algún día atrapo un sueño estaré feliz. Mis sueños hoy es culminar mi carrera de Psicología. Sé que es un proceso largo, pero voy a estar bien, porque yo me lo creo”.
Dice que es mejor ser feliz y no esperar la muerte. “Porque si me pongo a pensar que me voy a morir estaré más pendiente en eso, que en vivir. Sé que, si no salgo bien de esto, es la consecuencia. No le tengo miedo a la muerte, porque es algo natural”.
De Dios dice: “Dios no es tal vez algo que nosotros podemos tocar, que no podemos verlo, pero que da fuerza. Dios siempre nos escucha. Mi papá siempre me ha dicho: “Hija yo le he pedido a Dios todas las cosas y él me las ha dado”. Hasta la próxima semana.
[email protected] @tiochiro
La semana anterior una joven de 19 años, estudiante de primer semestre de Psicología de la Universidad Popular del Cesar, en donde soy docente, nos hizo llorar en el salón de clases. Se trata de Erika Tatiana Pacheco Rodríguez, de 19 años, indígena Kankuama, de rostro angelical, a quien le brota vida por sus poros […]
La semana anterior una joven de 19 años, estudiante de primer semestre de Psicología de la Universidad Popular del Cesar, en donde soy docente, nos hizo llorar en el salón de clases.
Se trata de Erika Tatiana Pacheco Rodríguez, de 19 años, indígena Kankuama, de rostro angelical, a quien le brota vida por sus poros y le sobran razones para vivir.
A mis estudiantes les correspondía pronunciar un discurso, en cumplimiento al contenido programático de la asignatura de Expresión Oral y Escrita.
Cuando le tocó el turno a Erika estaba feliz, su sonrisa era tropical, así es ella: espontánea, expresiva y de sus ojos –voluminosos- surgía un gozo increíble. Su padre Abelardo es vigilante y su madre María es artesana, Kankuama. Tiene cuatro hermanas.
Su discurso: “La cura para la enfermedad”. Sus primeras palabras fueron certeras: “este discurso trata de la manera en la que los seres humanos hacemos frente a los problemas que acarreamos…”. en su discurso nos dio nuevos paradigmas de vida y narró lo que hoy vive.
Luego hablé con ella y le propuse una entrevista. Hace cuatro años le detectaron en tumor maligno en la parte lateral del cerebro. Además, tiene dos válvulas cerradas en el corazón y la próxima semana le harán un cateterismo en Barranquilla, en donde la trata un neurólogo. “Una noche mía en casa puede ser canalizada, con máquinas y con tratamientos para poder asistir a clases. Mi cuarto es como un hospital. Tengo varios equipos: de presión, tengo un equipo donde veo cómo funciona mi cerebro. Me canalizan, porque me inyectan para el dolor y para poder manejarme en el día”.
Erika dice que “desde que me enteré de mi enfermedad, me dije que eso no me iba a acabar, que yo iba a acabar con eso. Porque yo he visto vivencias en el grupo de apoyo al que asisto”.
Sostiene que sus padres, “me aman como yo a ellos. Ellos tratan de mostrarme que son fuertes, pero yo sé que en el fondo están tristes”.
Habla de sus sueños: “Tuve un novio y terminamos porque no teníamos las mismas expectativas de vida. Soy muy soñadora y si algún día atrapo un sueño estaré feliz. Mis sueños hoy es culminar mi carrera de Psicología. Sé que es un proceso largo, pero voy a estar bien, porque yo me lo creo”.
Dice que es mejor ser feliz y no esperar la muerte. “Porque si me pongo a pensar que me voy a morir estaré más pendiente en eso, que en vivir. Sé que, si no salgo bien de esto, es la consecuencia. No le tengo miedo a la muerte, porque es algo natural”.
De Dios dice: “Dios no es tal vez algo que nosotros podemos tocar, que no podemos verlo, pero que da fuerza. Dios siempre nos escucha. Mi papá siempre me ha dicho: “Hija yo le he pedido a Dios todas las cosas y él me las ha dado”. Hasta la próxima semana.
[email protected] @tiochiro