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Columnista - 14 marzo, 2024

No estamos “llevaos”

A mí, por un lado me da risa, pero por el otro me causa disgusto cuando oigo aquí decir que esta ciudad está estancada, que aquí no hay nada nuevo, en una palabra estamos “llevaos” con todos los males del mundo, cuando lo que debíamos es estar orgullosos, como yo, que a boca llena sostengo […]

A mí, por un lado me da risa, pero por el otro me causa disgusto cuando oigo aquí decir que esta ciudad está estancada, que aquí no hay nada nuevo, en una palabra estamos “llevaos” con todos los males del mundo, cuando lo que debíamos es estar orgullosos, como yo, que a boca llena sostengo que este es el mejor vividero del mundo y hablo del prodigioso desarrollo que ha tenido esta urbe en escasos 60 años. 

Sí, cuando yo llegué a trabajar en el recién creado Tribunal de Justicia y el Distrito Judicial de Valledupar en 1965, segregado de El Banco y Santa Marta, esto era un pueblo donde solo existían como obras impulsadoras de su desarrollo el Hospital Rosario Pumarejo de López, el gran Loperena y la Escuela Industrial, la Caja Agraria y el Banco del Comercio o de la Costa y poquísimas calles pavimentadas y los teatros y cines Cesar y Caribe; los hoteles eran pocos, Buenos Aires y el Welcome y una que otra pensión u hospedaje, restaurantes el Valle 13 y La Española en la misma 13, bares: El Rey de Los Bares, Palatino y El Águila, no existían Centros Comerciales, solamente el Mercado Viejo, ubicado donde hoy es La Galería y así todo era pueblerino hasta cuando llegó la ola verde del cultivo de algodón y ahí fue la locura: de aquí a Becerril y de aquí a Villanueva o de aquí a El Copey, todo era un hermoso paisaje verde que en diciembre, enero y febrero se convertía en un mar pero blanco y para recolectar la mota llegaron miles de personas provenientes de todas partes del país, especialmente de Bolívar, Sucre, Córdoba, Atlántico, La Guajira y Magdalena, Llanos Orientales, sin dejar por fuera a los antioqueños con Caldas y Risaralda, chocoanos, tolimenses y huilenses, hasta del lejano Nariño y de los vecinos Santanderes que resolvieron fundar el barrio El Carmen con los paisanos que antes habían llegado desplazados de la violencia. 

Ese gentío ganaba mucha plata y fueron muchos los que resolvieron quedarse y escogieron para ello al mejor pueblo que era El Valle; así, por invasiones nacieron los populosos barrios del Primero de Mayo, 12 de Octubre, San Martín, 7 de Agosto, Los Fundadores y se construyó por gente adinerada el aristocrático barrio Loperena y surgieron hoteles por todas partes, bancos a tutiplén, más de 10, bares y prostíbulos en cualquier esquina y todo era abundancia, clínicas con la Valledupar y el Cesar a la cabeza y otras que ahora no me acuerdo. 

Muchos colegios de segunda enseñanza, hoy más de 50, universidades, la de los pobres como le llamaban al SENA y el Rosita Dávila, con la UPC en lo público y la UDES y la Andina privadas y para qué hablar de nuestros elegantes Centros Comerciales que nada tienen que envidiar a otros del país.

Así en menos de 60 años pasamos de una pequeña población de treinta mil o menos habitantes a la pujante Valledupar de hoy con más de medio millón de almas, que tenemos casi todo para vivir bien, pero que a gritos estamos pidiendo que su clase dirigente y empresarial creen empresas que procesen lo que producimos para generar mucha mano de obra, pues si algo nos mata es el desempleo y vagancia de nuestra juventud, pero definitivamente no estamos “llevaos” y somos una ciudad pujante que como ninguna ha tenido un desarrollo maravilloso en tan poco tiempo.

Es necesario ponernos a tono con la actualidad y expandir los servicios públicos a toda la población, pues en eso estamos descuidados. 

En la próxima columna retomaremos y ampliaremos el tema, porque el espacio se acabó y de pronto hasta me pasé un poco.

José Manuel Aponte Martínez

Columnista
14 marzo, 2024

No estamos “llevaos”

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

A mí, por un lado me da risa, pero por el otro me causa disgusto cuando oigo aquí decir que esta ciudad está estancada, que aquí no hay nada nuevo, en una palabra estamos “llevaos” con todos los males del mundo, cuando lo que debíamos es estar orgullosos, como yo, que a boca llena sostengo […]


A mí, por un lado me da risa, pero por el otro me causa disgusto cuando oigo aquí decir que esta ciudad está estancada, que aquí no hay nada nuevo, en una palabra estamos “llevaos” con todos los males del mundo, cuando lo que debíamos es estar orgullosos, como yo, que a boca llena sostengo que este es el mejor vividero del mundo y hablo del prodigioso desarrollo que ha tenido esta urbe en escasos 60 años. 

Sí, cuando yo llegué a trabajar en el recién creado Tribunal de Justicia y el Distrito Judicial de Valledupar en 1965, segregado de El Banco y Santa Marta, esto era un pueblo donde solo existían como obras impulsadoras de su desarrollo el Hospital Rosario Pumarejo de López, el gran Loperena y la Escuela Industrial, la Caja Agraria y el Banco del Comercio o de la Costa y poquísimas calles pavimentadas y los teatros y cines Cesar y Caribe; los hoteles eran pocos, Buenos Aires y el Welcome y una que otra pensión u hospedaje, restaurantes el Valle 13 y La Española en la misma 13, bares: El Rey de Los Bares, Palatino y El Águila, no existían Centros Comerciales, solamente el Mercado Viejo, ubicado donde hoy es La Galería y así todo era pueblerino hasta cuando llegó la ola verde del cultivo de algodón y ahí fue la locura: de aquí a Becerril y de aquí a Villanueva o de aquí a El Copey, todo era un hermoso paisaje verde que en diciembre, enero y febrero se convertía en un mar pero blanco y para recolectar la mota llegaron miles de personas provenientes de todas partes del país, especialmente de Bolívar, Sucre, Córdoba, Atlántico, La Guajira y Magdalena, Llanos Orientales, sin dejar por fuera a los antioqueños con Caldas y Risaralda, chocoanos, tolimenses y huilenses, hasta del lejano Nariño y de los vecinos Santanderes que resolvieron fundar el barrio El Carmen con los paisanos que antes habían llegado desplazados de la violencia. 

Ese gentío ganaba mucha plata y fueron muchos los que resolvieron quedarse y escogieron para ello al mejor pueblo que era El Valle; así, por invasiones nacieron los populosos barrios del Primero de Mayo, 12 de Octubre, San Martín, 7 de Agosto, Los Fundadores y se construyó por gente adinerada el aristocrático barrio Loperena y surgieron hoteles por todas partes, bancos a tutiplén, más de 10, bares y prostíbulos en cualquier esquina y todo era abundancia, clínicas con la Valledupar y el Cesar a la cabeza y otras que ahora no me acuerdo. 

Muchos colegios de segunda enseñanza, hoy más de 50, universidades, la de los pobres como le llamaban al SENA y el Rosita Dávila, con la UPC en lo público y la UDES y la Andina privadas y para qué hablar de nuestros elegantes Centros Comerciales que nada tienen que envidiar a otros del país.

Así en menos de 60 años pasamos de una pequeña población de treinta mil o menos habitantes a la pujante Valledupar de hoy con más de medio millón de almas, que tenemos casi todo para vivir bien, pero que a gritos estamos pidiendo que su clase dirigente y empresarial creen empresas que procesen lo que producimos para generar mucha mano de obra, pues si algo nos mata es el desempleo y vagancia de nuestra juventud, pero definitivamente no estamos “llevaos” y somos una ciudad pujante que como ninguna ha tenido un desarrollo maravilloso en tan poco tiempo.

Es necesario ponernos a tono con la actualidad y expandir los servicios públicos a toda la población, pues en eso estamos descuidados. 

En la próxima columna retomaremos y ampliaremos el tema, porque el espacio se acabó y de pronto hasta me pasé un poco.

José Manuel Aponte Martínez