Tanto se ama lo que te ayuda a crecer que me llena de tristeza ver en lo que se nos ha convertido la Universidad Popular del Cesar; cómo los partidos políticos hacen fiesta para apoderarse de lo que ellos no saben hacer, que es la academia, la docencia, y los altos cargos están siendo ejercidos […]
Tanto se ama lo que te ayuda a crecer que me llena de tristeza ver en lo que se nos ha convertido la Universidad Popular del Cesar; cómo los partidos políticos hacen fiesta para apoderarse de lo que ellos no saben hacer, que es la academia, la docencia, y los altos cargos están siendo ejercidos por personajes que llenan una cuota o favor político; eso es en lo que se traduce la educación que reciben los estudiantes y egresados de hoy.
Me duele enormemente como despedazan lo poco que queda de ella, y devastan lo que sin duda alguna venía siendo el legado de luchas estudiantiles, docentes y gremios para reforzar el buen nombre de la Universidad Popular del Cesar.
En la UPC me enseñaron a enfrentar un debate jurídico, pero además me enseñaron a que la academia y la política son como el agua y el aceite. Los resultados de hoy lo demuestran: una universidad que le apostó más al cemento que a la investigación; en medio de la pandemia covid-19 tenemos infraestructuras inútiles y estudiantes a los que les duele pagar una de las matriculas más caras de las universidades públicas del país, sumado a niveles de calidad bien bajos, y lo que es peor aún, la incertidumbre de un gran esfuerzo por alcanzar el puntaje promedio para la beca FedeCesar y que al final le salgan que no alcanzó para todos.
Es vergonzoso ver egresados sueltos por el país, destacándose y la universidad no se entera, que cuando muchos hemos tratado de devolverle un poco de lo que nos regaló, ayudando a formar a los que nos vienen en la fila, se nos ha negado tal ingreso por no tener el aval del grupo político al mando.
Sorprende cómo en medio de ese tira que jala entre los bandos políticos se pisotean los reglamentos internos del Consejo Superior Universitario de la UPC; se desconocen las autoridades de la materia como el Ministerio de Educación e incluso la misma Procuraduría General de la Nación; se hace feria en las sesiones ordinarias y extraordinarias, que deberían ser convocada por mínimo cuatro miembros del consejo, y hoy por arte de magia lo hacen con tres, y de manera insubordinada se asumen los puestos ad-hoc. Es increíble cómo no se le teme ni a Dios, ni al diablo con tal de satisfacer sus intereses, en los que la calidad y la academia no son prioridad.
El llamado es a que como egresados velemos por su bienestar, que no la dejemos desangrar. Hoy se ha convertido en esa presa que todos los perros halan de lado a lado, y que no termina en nada. Hay mucho por hacer, ¡no la dejemos morir!
Es destacable la labor que vienen desarrollando por el Cesar las otras universidades, pero la UPC es la nuestra. La política electoral debería concentrarse en gestionar recursos que le den vida a nuestra alma mater, pero parece más un llamado unísono a acabarla, porque quien está al mando no soy yo, o mi grupo, o mi partido.
¡Amigo upecista! Levantemos la voz para que la política electoral sea erradicada de nuestra universidad, que no se involucre la política de barrio en nuestro claustro universitario, porque nos la están acabando, necesitamos a la cabeza un académico, no un político, un Consejo Superior más calificado, y una comunidad de egresados más doliente con lo que ayer fue su centro de formación.
Tanto se ama lo que te ayuda a crecer que me llena de tristeza ver en lo que se nos ha convertido la Universidad Popular del Cesar; cómo los partidos políticos hacen fiesta para apoderarse de lo que ellos no saben hacer, que es la academia, la docencia, y los altos cargos están siendo ejercidos […]
Tanto se ama lo que te ayuda a crecer que me llena de tristeza ver en lo que se nos ha convertido la Universidad Popular del Cesar; cómo los partidos políticos hacen fiesta para apoderarse de lo que ellos no saben hacer, que es la academia, la docencia, y los altos cargos están siendo ejercidos por personajes que llenan una cuota o favor político; eso es en lo que se traduce la educación que reciben los estudiantes y egresados de hoy.
Me duele enormemente como despedazan lo poco que queda de ella, y devastan lo que sin duda alguna venía siendo el legado de luchas estudiantiles, docentes y gremios para reforzar el buen nombre de la Universidad Popular del Cesar.
En la UPC me enseñaron a enfrentar un debate jurídico, pero además me enseñaron a que la academia y la política son como el agua y el aceite. Los resultados de hoy lo demuestran: una universidad que le apostó más al cemento que a la investigación; en medio de la pandemia covid-19 tenemos infraestructuras inútiles y estudiantes a los que les duele pagar una de las matriculas más caras de las universidades públicas del país, sumado a niveles de calidad bien bajos, y lo que es peor aún, la incertidumbre de un gran esfuerzo por alcanzar el puntaje promedio para la beca FedeCesar y que al final le salgan que no alcanzó para todos.
Es vergonzoso ver egresados sueltos por el país, destacándose y la universidad no se entera, que cuando muchos hemos tratado de devolverle un poco de lo que nos regaló, ayudando a formar a los que nos vienen en la fila, se nos ha negado tal ingreso por no tener el aval del grupo político al mando.
Sorprende cómo en medio de ese tira que jala entre los bandos políticos se pisotean los reglamentos internos del Consejo Superior Universitario de la UPC; se desconocen las autoridades de la materia como el Ministerio de Educación e incluso la misma Procuraduría General de la Nación; se hace feria en las sesiones ordinarias y extraordinarias, que deberían ser convocada por mínimo cuatro miembros del consejo, y hoy por arte de magia lo hacen con tres, y de manera insubordinada se asumen los puestos ad-hoc. Es increíble cómo no se le teme ni a Dios, ni al diablo con tal de satisfacer sus intereses, en los que la calidad y la academia no son prioridad.
El llamado es a que como egresados velemos por su bienestar, que no la dejemos desangrar. Hoy se ha convertido en esa presa que todos los perros halan de lado a lado, y que no termina en nada. Hay mucho por hacer, ¡no la dejemos morir!
Es destacable la labor que vienen desarrollando por el Cesar las otras universidades, pero la UPC es la nuestra. La política electoral debería concentrarse en gestionar recursos que le den vida a nuestra alma mater, pero parece más un llamado unísono a acabarla, porque quien está al mando no soy yo, o mi grupo, o mi partido.
¡Amigo upecista! Levantemos la voz para que la política electoral sea erradicada de nuestra universidad, que no se involucre la política de barrio en nuestro claustro universitario, porque nos la están acabando, necesitamos a la cabeza un académico, no un político, un Consejo Superior más calificado, y una comunidad de egresados más doliente con lo que ayer fue su centro de formación.