Pareciera que hay un afán desmedido del Gobierno nacional, de algunos secretarios de educación, acolitados por unos sindicalistas de Fecode, y de unos padres de familia que sus hijos regresen a la educación presencial, a las escuelas, colegios y universidades. Seguramente, muchos de estos defensores de la educación presencial fueron aguerridos defensores de la educación […]
Pareciera que hay un afán desmedido del Gobierno nacional, de algunos secretarios de educación, acolitados por unos sindicalistas de Fecode, y de unos padres de familia que sus hijos regresen a la educación presencial, a las escuelas, colegios y universidades.
Seguramente, muchos de estos defensores de la educación presencial fueron aguerridos defensores de la educación virtual y hoy se retractan. Seguramente hay varias posiciones frente a este tema tan crucial para el desarrollo educativo de los niños y jóvenes. Incluso, hay muchos intereses económicos en el mismo tema.
Lo más concreto es que estamos viviendo una tragedia con la pandemia por el covid-19, la que a veces da tregua y luego se recrudece. Van millones de contagiados y muertos entre jóvenes, adultos y adultos mayores de ambos sexos, ahora con la esperanza que las 10 o 15 vacunas que están listas en el mundo puedan mejorar o sanar a la humanidad y que lleguen pronto a Colombia.
Pero esta columna periodística lo que trata es de dar luces para que se tome la mejor decisión en cuanto al regreso a las clases presenciales en escuelas, colegios y universidades.
Como en cualquier problemática surge entonces una primera pregunta. ¿Un niño o joven que pierde año y medio de escolaridad podría perder toda posibilidad futura de bienestar, de desarrollo cognitivo, de pluralidad, de salud?, también podríamos preguntar: ¿están las aulas de clases adecuadas para recibir a sus estudiantes en medio de una pandemia que es tan letal para el contagio?, ¿están preparados los docentes, los administrativos y los padres? No.
Seguramente tendremos muchos interrogantes para que nuestros hijos puedan ir a la escuela y a la universidad sin contagiarse y regresar a sus casas sin contagiar a sus padres, abuelos, hermanos o adultos mayores.
Ya sabemos que en Colombia, y más en la región Caribe, somos dados al desorden, no cumplir las normas y sabotear todo, para eso somos especialistas.
Pero el fondo de esta columna no es eso, el verdadero espíritu de esta exposición tiene que ver con lo que le puede pasar al niño o al joven si regresa o no a la educación presencial.
Yo tengo varias respuestas. Primero, un hermano (de los 14 que somos) perdió una vez el año en bachillerato y ahí está. Se graduó al año siguiente de bachiller y después hizo una carrera profesional y se especializó y está feliz y contento, aunque perdió un año, lo repitió y listo, no pasó nada.
Tengo un amigo que su hijo perdió la asignatura más importante de su carrera y tuvo que permanecer un semestre más en la universidad y luego se graduó a los 25 años de edad.
Yo soy un ejemplo vivo de esa situación. Empecé a estudiar Economía Agrícola en la Universidad Tecnológica del Magdalena (Santa Marta), con Dagoberto López (el hijo). Hicimos un semestre en 15 meses y por eso me retiré. Hoy ‘Dago’ es un flamante economista a mucho honor de esa prestigiosa universidad. Año después me gradué de Comunicador Social – Periodista en la Universidad Autónoma y aquí estoy.
En fin, “uno o dos años pasan volando”, dice el internista Antonio Araque. Afecta solo un momento de la vida, por tales razones, debemos esperar que pasen uno o dos semestres más en la virtualidad (por mucho) y no reventarnos en la presencialidad como pasa hoy en Europa.
Lo más seguro es que sin vacuna y con tanto desorden resulta peor la medicina que la enfermedad. Hasta la próxima semana.
Pareciera que hay un afán desmedido del Gobierno nacional, de algunos secretarios de educación, acolitados por unos sindicalistas de Fecode, y de unos padres de familia que sus hijos regresen a la educación presencial, a las escuelas, colegios y universidades. Seguramente, muchos de estos defensores de la educación presencial fueron aguerridos defensores de la educación […]
Pareciera que hay un afán desmedido del Gobierno nacional, de algunos secretarios de educación, acolitados por unos sindicalistas de Fecode, y de unos padres de familia que sus hijos regresen a la educación presencial, a las escuelas, colegios y universidades.
Seguramente, muchos de estos defensores de la educación presencial fueron aguerridos defensores de la educación virtual y hoy se retractan. Seguramente hay varias posiciones frente a este tema tan crucial para el desarrollo educativo de los niños y jóvenes. Incluso, hay muchos intereses económicos en el mismo tema.
Lo más concreto es que estamos viviendo una tragedia con la pandemia por el covid-19, la que a veces da tregua y luego se recrudece. Van millones de contagiados y muertos entre jóvenes, adultos y adultos mayores de ambos sexos, ahora con la esperanza que las 10 o 15 vacunas que están listas en el mundo puedan mejorar o sanar a la humanidad y que lleguen pronto a Colombia.
Pero esta columna periodística lo que trata es de dar luces para que se tome la mejor decisión en cuanto al regreso a las clases presenciales en escuelas, colegios y universidades.
Como en cualquier problemática surge entonces una primera pregunta. ¿Un niño o joven que pierde año y medio de escolaridad podría perder toda posibilidad futura de bienestar, de desarrollo cognitivo, de pluralidad, de salud?, también podríamos preguntar: ¿están las aulas de clases adecuadas para recibir a sus estudiantes en medio de una pandemia que es tan letal para el contagio?, ¿están preparados los docentes, los administrativos y los padres? No.
Seguramente tendremos muchos interrogantes para que nuestros hijos puedan ir a la escuela y a la universidad sin contagiarse y regresar a sus casas sin contagiar a sus padres, abuelos, hermanos o adultos mayores.
Ya sabemos que en Colombia, y más en la región Caribe, somos dados al desorden, no cumplir las normas y sabotear todo, para eso somos especialistas.
Pero el fondo de esta columna no es eso, el verdadero espíritu de esta exposición tiene que ver con lo que le puede pasar al niño o al joven si regresa o no a la educación presencial.
Yo tengo varias respuestas. Primero, un hermano (de los 14 que somos) perdió una vez el año en bachillerato y ahí está. Se graduó al año siguiente de bachiller y después hizo una carrera profesional y se especializó y está feliz y contento, aunque perdió un año, lo repitió y listo, no pasó nada.
Tengo un amigo que su hijo perdió la asignatura más importante de su carrera y tuvo que permanecer un semestre más en la universidad y luego se graduó a los 25 años de edad.
Yo soy un ejemplo vivo de esa situación. Empecé a estudiar Economía Agrícola en la Universidad Tecnológica del Magdalena (Santa Marta), con Dagoberto López (el hijo). Hicimos un semestre en 15 meses y por eso me retiré. Hoy ‘Dago’ es un flamante economista a mucho honor de esa prestigiosa universidad. Año después me gradué de Comunicador Social – Periodista en la Universidad Autónoma y aquí estoy.
En fin, “uno o dos años pasan volando”, dice el internista Antonio Araque. Afecta solo un momento de la vida, por tales razones, debemos esperar que pasen uno o dos semestres más en la virtualidad (por mucho) y no reventarnos en la presencialidad como pasa hoy en Europa.
Lo más seguro es que sin vacuna y con tanto desorden resulta peor la medicina que la enfermedad. Hasta la próxima semana.