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Columnista - 14 abril, 2013

Ningún infierno, hay que esperar

Por: Jarol Ferreira Acosta Tu vida es un electrocardiograma emocional lleno de arritmias. Pasas del existencialismo moderno al misticismo espiritual de los últimos tiempos. Aunque te reconoces como alguien que sigue sus instintos, la transformación tal vez sea lo que más has cumplido como mandamiento de una religión que no se limita a la gnosis […]

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Por: Jarol Ferreira Acosta

Tu vida es un electrocardiograma emocional lleno de arritmias. Pasas del existencialismo moderno al misticismo espiritual de los últimos tiempos. Aunque te reconoces como alguien que sigue sus instintos, la transformación tal vez sea lo que más has cumplido como mandamiento de una religión que no se limita a la gnosis sino al terreno mismo de la vivencia en este vacío de cosas al que perteneces antes de volver a la esencia de no materia de la que llegaste.
Entre el camillero y tú, suben a tu papá hasta la habitación, lo acomodan en lo que a partir de ese instante es su cama y sales en busca de una opción para no pasar tu noche sobre las cochinas baldosas del piso, ya que el único mecedor del cuarto lo tiene ocupado la acompañante del otro paciente, una mona de raíces marrones que para pernoctar armó un cambuche con una sábana y el mecedor. Le preguntas a una enfermera, que te señala una camilla mal parqueada, sugiriéndote tomar la colchoneta mientras amanece y solucionas de otra forma lo de tu sueño. Tiras la colchoneta en un rincón de la habitación e intentas descansar luego de una jornada que empezó semanas antes y que avanza sin tregua luego de tomarte por sorpresa.
Antes de amanecer, el sonido del televisor es un ruido más que se suma a la conversación del enfermo y su acompañante. Hablan de asuntos del hogar: falta de plata, niños y demás. Te despiertas, te levantas, intentando recuperar la dignidad perdida en el suelo a cambio de unas horas de descanso. Abrazas, besas a tu papá, saludas a la parejita y sales en busca de una habitación unipersonal, ya que por su salud él necesita privacidad para mejorar. La enfermera te dice que eso debe solicitarlo el médico que lo valore, para que entre en la lista de espera que, como siempre la clínica está abarrotada, es interminable. Poco a poco empiezas a conocer a los vecinos. Ella no es la esposa sino la hermana del tipo al que le dicen El Puma. Tiene la pierna izquierda llena de varillas y tornillos, que conforman un andamio para su tibia y peroné. Supones que es un motociclista accidentado pero él te cuenta que su hospitalización se debe a que espera una operación de vesícula, a las dos de la tarde del día siguiente. El canal del televisor no se mueve de uno de prédica cristiana, la tendencia de pensamiento de masas volcado hacia la espiritualidad anunciada por filósofos modernos como tendencia global luego de las tensiones del pre milenio se manifiesta ante ti como una tesis irrevocable…

Columnista
14 abril, 2013

Ningún infierno, hay que esperar

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jarol Ferreira

Por: Jarol Ferreira Acosta Tu vida es un electrocardiograma emocional lleno de arritmias. Pasas del existencialismo moderno al misticismo espiritual de los últimos tiempos. Aunque te reconoces como alguien que sigue sus instintos, la transformación tal vez sea lo que más has cumplido como mandamiento de una religión que no se limita a la gnosis […]


Por: Jarol Ferreira Acosta

Tu vida es un electrocardiograma emocional lleno de arritmias. Pasas del existencialismo moderno al misticismo espiritual de los últimos tiempos. Aunque te reconoces como alguien que sigue sus instintos, la transformación tal vez sea lo que más has cumplido como mandamiento de una religión que no se limita a la gnosis sino al terreno mismo de la vivencia en este vacío de cosas al que perteneces antes de volver a la esencia de no materia de la que llegaste.
Entre el camillero y tú, suben a tu papá hasta la habitación, lo acomodan en lo que a partir de ese instante es su cama y sales en busca de una opción para no pasar tu noche sobre las cochinas baldosas del piso, ya que el único mecedor del cuarto lo tiene ocupado la acompañante del otro paciente, una mona de raíces marrones que para pernoctar armó un cambuche con una sábana y el mecedor. Le preguntas a una enfermera, que te señala una camilla mal parqueada, sugiriéndote tomar la colchoneta mientras amanece y solucionas de otra forma lo de tu sueño. Tiras la colchoneta en un rincón de la habitación e intentas descansar luego de una jornada que empezó semanas antes y que avanza sin tregua luego de tomarte por sorpresa.
Antes de amanecer, el sonido del televisor es un ruido más que se suma a la conversación del enfermo y su acompañante. Hablan de asuntos del hogar: falta de plata, niños y demás. Te despiertas, te levantas, intentando recuperar la dignidad perdida en el suelo a cambio de unas horas de descanso. Abrazas, besas a tu papá, saludas a la parejita y sales en busca de una habitación unipersonal, ya que por su salud él necesita privacidad para mejorar. La enfermera te dice que eso debe solicitarlo el médico que lo valore, para que entre en la lista de espera que, como siempre la clínica está abarrotada, es interminable. Poco a poco empiezas a conocer a los vecinos. Ella no es la esposa sino la hermana del tipo al que le dicen El Puma. Tiene la pierna izquierda llena de varillas y tornillos, que conforman un andamio para su tibia y peroné. Supones que es un motociclista accidentado pero él te cuenta que su hospitalización se debe a que espera una operación de vesícula, a las dos de la tarde del día siguiente. El canal del televisor no se mueve de uno de prédica cristiana, la tendencia de pensamiento de masas volcado hacia la espiritualidad anunciada por filósofos modernos como tendencia global luego de las tensiones del pre milenio se manifiesta ante ti como una tesis irrevocable…