Por: Valerio Mejía “No veréis viento, ni veréis lluvia, pero este valle se llenará de agua y beberéis vosotros, vuestras bestias y vuestros ganados”. 2 Reyes 3:17Creo que todos estamos de acuerdo con el mensaje del ángel Gabriel en el anuncio del nacimiento de Jesús a la virgen María: “¡Nada hay imposible para Dios!”. En […]
Por: Valerio Mejía
“No veréis viento, ni veréis lluvia, pero este valle se llenará de agua y beberéis vosotros, vuestras bestias y vuestros ganados”. 2 Reyes 3:17
Creo que todos estamos de acuerdo con el mensaje del ángel Gabriel en el anuncio del nacimiento de Jesús a la virgen María: “¡Nada hay imposible para Dios!”. En la conversación con el joven rico del Evangelio, cuando los que oyeron se preguntaron: “¿Quién, pues, podrá ser salvo?”, Jesús les respondió: “¡Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios!”. Ante la promesa del nacimiento de Isaac, cuando Sara se rió para sus adentros, pensando que ya estaba muy vieja para dar a luz, el emisario declaró a manera de pregunta: “¿Acaso hay alguna cosa difícil para Dios?”. Jeremías el profeta, cuando compró la heredad de Hanameel en Anatot, declaró: “Ah, Señor, tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder y con tu brazo extendido. ¡Nada hay que sea difícil para ti!”.
Estas afirmaciones, para declarar en el marco de las fiestas decembrinas, que aunque para el conocimiento humano algunas cosas sean imposibles de lograr o realizar, para Dios nada es difícil, nada es imposible. De hecho, una de las cosas que más me gusta de Jesús es que es un gran especialista en cosas imposibles.
Normalmente, nosotros necesitamos sonidos, señales externas, acomodación de las circunstancias, para poder creer o confiar que las cosas resultarán como las estamos soñando o necesitando. Pero en el pasaje que nos ocupa, tres reyes y sus ejércitos, sedientos de siete días, reciben la promesa de que aunque no reciban ninguna señal externa, Dios enviaría agua que llenaría los estanques y podrían beber ellos, sus bestias y sus ganados. Sin un sonido o señal vino una gran abundancia de agua durante toda la noche, de una manera imperceptible, procedente de fuentes invisibles. Así, cuando amaneció, aquellas zanjas rebosaron de aguas cristalinas y reflejaban los rayos del sol matutino de las colinas de Edom.
En el libro de Oseas, Dios prometió: “Yo seré a Israel como rocío”. El roció desciende cada madrugada sobre la tierra, no lo percibimos ni lo vemos, pero lo sentimos y experimentamos cuando al levantarnos vemos la película de agua que hay sobre las hojas de los pastos. Así mismo actúa la bondad de Dios, desciende cada día de manera imperceptible pero cierta.
Amados amigos lectores, nuestra incredulidad nos obliga a desear o pedir una señal externa. La religión de muchos es principalmente sensacionalista y no se convence de su pureza y veracidad sin manifestaciones, pero el mayor triunfo de la fe es el permanecer quietos y conocer que Dios está en control de todas las cosas. Al contemplar las obras milagrosas de Dios en sanidades, prodigios, intervenciones providenciales, lo que más nos impresiona es la paz y la quietud con que se realiza, la ausencia de ostentación y de lo sensacional. También nos impresiona el darnos cuenta de nuestra inutilidad o incapacidad cuando permanecemos en la presencia de este Dios poderoso y el sentir lo fácil que es para él hacerlo todo sin el menor esfuerzo de su parte o nuestra ayuda.
La función de la fe no es cuestionar, sino obedecer. Aquí, las albercas se hicieron y el agua brotó de alguna fuente sobrenatural.
Amigo, ¿deseas una bendición de Dios para este diciembre? Abre tu corazón a Dios y el lo llenará de la forma que menos puedas imaginarte. Pidamos a Dios que en estas navidades nos conceda la fe que obra por el amor, que andemos por fe y no por vista, que demos más crédito a las cosas que no se ven, porque las cosas que no se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas, que confiemos en que Dios obra y está en el control de todas las cosas, aunque no veamos señales de viento ni de lluvia.
“Querido Dios, se propicio a mis necesidades en este diciembre. Llena los estanques de mi corazón con tu gracia y tu presencia. Gracias porque puedo confiar en ti. Amén”.
Recuerda: La gracia y misericordia de Dios, es imperceptible pero cierta. Desciende cada día, como el rocío. Te mando un abrazo de amor en Cristo
[email protected]
Por: Valerio Mejía “No veréis viento, ni veréis lluvia, pero este valle se llenará de agua y beberéis vosotros, vuestras bestias y vuestros ganados”. 2 Reyes 3:17Creo que todos estamos de acuerdo con el mensaje del ángel Gabriel en el anuncio del nacimiento de Jesús a la virgen María: “¡Nada hay imposible para Dios!”. En […]
Por: Valerio Mejía
“No veréis viento, ni veréis lluvia, pero este valle se llenará de agua y beberéis vosotros, vuestras bestias y vuestros ganados”. 2 Reyes 3:17
Creo que todos estamos de acuerdo con el mensaje del ángel Gabriel en el anuncio del nacimiento de Jesús a la virgen María: “¡Nada hay imposible para Dios!”. En la conversación con el joven rico del Evangelio, cuando los que oyeron se preguntaron: “¿Quién, pues, podrá ser salvo?”, Jesús les respondió: “¡Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios!”. Ante la promesa del nacimiento de Isaac, cuando Sara se rió para sus adentros, pensando que ya estaba muy vieja para dar a luz, el emisario declaró a manera de pregunta: “¿Acaso hay alguna cosa difícil para Dios?”. Jeremías el profeta, cuando compró la heredad de Hanameel en Anatot, declaró: “Ah, Señor, tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder y con tu brazo extendido. ¡Nada hay que sea difícil para ti!”.
Estas afirmaciones, para declarar en el marco de las fiestas decembrinas, que aunque para el conocimiento humano algunas cosas sean imposibles de lograr o realizar, para Dios nada es difícil, nada es imposible. De hecho, una de las cosas que más me gusta de Jesús es que es un gran especialista en cosas imposibles.
Normalmente, nosotros necesitamos sonidos, señales externas, acomodación de las circunstancias, para poder creer o confiar que las cosas resultarán como las estamos soñando o necesitando. Pero en el pasaje que nos ocupa, tres reyes y sus ejércitos, sedientos de siete días, reciben la promesa de que aunque no reciban ninguna señal externa, Dios enviaría agua que llenaría los estanques y podrían beber ellos, sus bestias y sus ganados. Sin un sonido o señal vino una gran abundancia de agua durante toda la noche, de una manera imperceptible, procedente de fuentes invisibles. Así, cuando amaneció, aquellas zanjas rebosaron de aguas cristalinas y reflejaban los rayos del sol matutino de las colinas de Edom.
En el libro de Oseas, Dios prometió: “Yo seré a Israel como rocío”. El roció desciende cada madrugada sobre la tierra, no lo percibimos ni lo vemos, pero lo sentimos y experimentamos cuando al levantarnos vemos la película de agua que hay sobre las hojas de los pastos. Así mismo actúa la bondad de Dios, desciende cada día de manera imperceptible pero cierta.
Amados amigos lectores, nuestra incredulidad nos obliga a desear o pedir una señal externa. La religión de muchos es principalmente sensacionalista y no se convence de su pureza y veracidad sin manifestaciones, pero el mayor triunfo de la fe es el permanecer quietos y conocer que Dios está en control de todas las cosas. Al contemplar las obras milagrosas de Dios en sanidades, prodigios, intervenciones providenciales, lo que más nos impresiona es la paz y la quietud con que se realiza, la ausencia de ostentación y de lo sensacional. También nos impresiona el darnos cuenta de nuestra inutilidad o incapacidad cuando permanecemos en la presencia de este Dios poderoso y el sentir lo fácil que es para él hacerlo todo sin el menor esfuerzo de su parte o nuestra ayuda.
La función de la fe no es cuestionar, sino obedecer. Aquí, las albercas se hicieron y el agua brotó de alguna fuente sobrenatural.
Amigo, ¿deseas una bendición de Dios para este diciembre? Abre tu corazón a Dios y el lo llenará de la forma que menos puedas imaginarte. Pidamos a Dios que en estas navidades nos conceda la fe que obra por el amor, que andemos por fe y no por vista, que demos más crédito a las cosas que no se ven, porque las cosas que no se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas, que confiemos en que Dios obra y está en el control de todas las cosas, aunque no veamos señales de viento ni de lluvia.
“Querido Dios, se propicio a mis necesidades en este diciembre. Llena los estanques de mi corazón con tu gracia y tu presencia. Gracias porque puedo confiar en ti. Amén”.
Recuerda: La gracia y misericordia de Dios, es imperceptible pero cierta. Desciende cada día, como el rocío. Te mando un abrazo de amor en Cristo
[email protected]