Acaba de salir a la luz el texto “Colombia frente a una destorcida en los precios del petróleo”, editado bajo los auspicios del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y elaborado por un equipo investigador coordinado por Hernando José Gómez y del cual hicieron parte también Jonathan Malagón y Carlos Ruiz. En […]
Acaba de salir a la luz el texto “Colombia frente a una destorcida en los precios del petróleo”, editado bajo los auspicios del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y elaborado por un equipo investigador coordinado por Hernando José Gómez y del cual hicieron parte también Jonathan Malagón y Carlos Ruiz. En mis comentarios, a propósito de su presentación, resalté el mérito de este enjundioso trabajo, que le da una mirada anticipatoria al futuro que nos habrá de deparar la tremenda descolgada de los precios del crudo. Prima facie, las conclusiones a las que arriba, luego de hacer una serie de simulaciones y plantear dos escenarios extremos, pueden parecer catastrofistas, pero no hay tal. No hay duda, el signo de los tiempos es la incertidumbre, todo mundo se pregunta cuánto durará esta caída de precios y cuándo va a tocar fondo, sin que nadie tenga una respuesta concluyente.
Dada la enorme dependencia de Colombia con respecto a la producción y exportación de crudo, no obstante que no se le puede calificar como petrolero dada la precariedad de sus reservas probadas, tiene una alta vulnerabilidad frente a la caída de su cotización en los mercados internacionales. Uno de los escenarios que se analizan en este trabajo es aquel en el que los precios del petróleo fluctúen entre los US $70 el barril y US $120 hacia el año 2020. En el segundo escenario, que es el más probable y el que mejor consulta la coyuntura actual, se nos plantea lo que acaecería en el evento que el bajonazo del precio de referencia WTI del crudo se llegara a desplomar hasta los US $60 el barril.
Se detiene el estudio en el escudriñamiento de las consecuencias que se podrían derivar en caso de que se llegara a materializar el segundo escenario y los resultados que arroja no dejan de ser motivo de gran preocupación. Entre otras consecuencias “el crecimiento del PIB pasaría de un 4.3% estimado en 2014 a un 1.4% anual para 2015. Un año después, la contracción del producto se ubicaría incluso en niveles cercanos al 2.6%”. Ello nos avocaría a una crisis económica apenas equiparable a la que experimentó el país en el aciago año 1999.
Pero, además, se “aumentaría la tasa de desempleo en los años posteriores al choque con respecto al escenario base, retornando a tasas de desempleo de dos dígitos, hasta un máximo de 11.2% promedio para el año 2016. Esta cifra no se observa en el país desde 2010”. Y, lo que es peor, sus estragos sociales serían de tal magnitud que “en términos de pobreza, esta aumentaría de 29% que se observa en la actualidad hasta máximos de 34% en los siguientes dos años y retornaría lentamente a niveles del 31% en el año 2010. Es decir, se perderían seis años en la lucha contra la pobreza”. Y la verdad monda y lironda es que observando la tendencia de los precios no es descartable que puedan llegar a los US $60 el barril, en todo caso estamos más cerca del escenario pesimista que del optimista.
Es evidente que dos de los efectos colaterales de esta tendencia bajista de los precios ya se sienten en el frente externo y en las finanzas públicas; en el primer caso aumentando el tamaño del déficit tanto de la balanza comercial como de la cuenta corriente de la balanza de pagos y abriéndole una tronera inmensa a los ingresos corrientes de la Nación, planteando un serio inconveniente de financiación del gasto público.
Acaba de salir a la luz el texto “Colombia frente a una destorcida en los precios del petróleo”, editado bajo los auspicios del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y elaborado por un equipo investigador coordinado por Hernando José Gómez y del cual hicieron parte también Jonathan Malagón y Carlos Ruiz. En […]
Acaba de salir a la luz el texto “Colombia frente a una destorcida en los precios del petróleo”, editado bajo los auspicios del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y elaborado por un equipo investigador coordinado por Hernando José Gómez y del cual hicieron parte también Jonathan Malagón y Carlos Ruiz. En mis comentarios, a propósito de su presentación, resalté el mérito de este enjundioso trabajo, que le da una mirada anticipatoria al futuro que nos habrá de deparar la tremenda descolgada de los precios del crudo. Prima facie, las conclusiones a las que arriba, luego de hacer una serie de simulaciones y plantear dos escenarios extremos, pueden parecer catastrofistas, pero no hay tal. No hay duda, el signo de los tiempos es la incertidumbre, todo mundo se pregunta cuánto durará esta caída de precios y cuándo va a tocar fondo, sin que nadie tenga una respuesta concluyente.
Dada la enorme dependencia de Colombia con respecto a la producción y exportación de crudo, no obstante que no se le puede calificar como petrolero dada la precariedad de sus reservas probadas, tiene una alta vulnerabilidad frente a la caída de su cotización en los mercados internacionales. Uno de los escenarios que se analizan en este trabajo es aquel en el que los precios del petróleo fluctúen entre los US $70 el barril y US $120 hacia el año 2020. En el segundo escenario, que es el más probable y el que mejor consulta la coyuntura actual, se nos plantea lo que acaecería en el evento que el bajonazo del precio de referencia WTI del crudo se llegara a desplomar hasta los US $60 el barril.
Se detiene el estudio en el escudriñamiento de las consecuencias que se podrían derivar en caso de que se llegara a materializar el segundo escenario y los resultados que arroja no dejan de ser motivo de gran preocupación. Entre otras consecuencias “el crecimiento del PIB pasaría de un 4.3% estimado en 2014 a un 1.4% anual para 2015. Un año después, la contracción del producto se ubicaría incluso en niveles cercanos al 2.6%”. Ello nos avocaría a una crisis económica apenas equiparable a la que experimentó el país en el aciago año 1999.
Pero, además, se “aumentaría la tasa de desempleo en los años posteriores al choque con respecto al escenario base, retornando a tasas de desempleo de dos dígitos, hasta un máximo de 11.2% promedio para el año 2016. Esta cifra no se observa en el país desde 2010”. Y, lo que es peor, sus estragos sociales serían de tal magnitud que “en términos de pobreza, esta aumentaría de 29% que se observa en la actualidad hasta máximos de 34% en los siguientes dos años y retornaría lentamente a niveles del 31% en el año 2010. Es decir, se perderían seis años en la lucha contra la pobreza”. Y la verdad monda y lironda es que observando la tendencia de los precios no es descartable que puedan llegar a los US $60 el barril, en todo caso estamos más cerca del escenario pesimista que del optimista.
Es evidente que dos de los efectos colaterales de esta tendencia bajista de los precios ya se sienten en el frente externo y en las finanzas públicas; en el primer caso aumentando el tamaño del déficit tanto de la balanza comercial como de la cuenta corriente de la balanza de pagos y abriéndole una tronera inmensa a los ingresos corrientes de la Nación, planteando un serio inconveniente de financiación del gasto público.