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Columnista - 4 junio, 2019

Necesitamos al New York Times

Para que una vez más no quede duda de cómo son las cosas en Colombia, la cuerda se partió por lo más delgado y en esta oportunidad le tocó al columnista Daniel Coronell, luego de que pidiera explicaciones públicas a la Revista Semana por haber engavetado el informe que publicó el New York Times, un […]

Para que una vez más no quede duda de cómo son las cosas en Colombia, la cuerda se partió por lo más delgado y en esta oportunidad le tocó al columnista Daniel Coronell, luego de que pidiera explicaciones públicas a la Revista Semana por haber engavetado el informe que publicó el New York Times, un tanto comprometedor para las intenciones del régimen de turno.

Episodio doloroso para quienes intentamos opinar libremente, pero que en medio de la frustración es rescatable, porque él como generador de opinión quedó fortalecido y porque por fin un medio de comunicación de reconocimiento internacional, se ocupó de deplorables episodios de nuestra historia que no queremos repetir.

Así como no quisiéramos que a nuestro departamento volvieran las amenazas y crímenes que, disfrazados de bajas entre grupos armados al margen de la ley, nunca se ordenaron por desacuerdos ideológicos o apoyo logístico a irregulares combatientes, sino como estrategia sangrienta para debilitar adversarias campañas políticas.

Todo bajo la impasible mirada de una complaciente sociedad que todo lo tolera, soslayando entre otras cosas, el holocausto de un mundo de jóvenes que hoy se capacitan confiados en la disciplina y el talento como atributos necesarios para crecer intelectualmente, pero que mañana solo se sacrificarán en los espacios de poder menospreciados por las monarquías modernas.

Entonces, ¿será que tendremos que esperar a que algún periódico internacional muestre la barbarie política que los medios locales callan o que con algunas excepciones evidencian quijotescamente y son silenciados por la censura de la pauta publicitaria oficial, que los lleva a emular a la gran prensa nacional, quien sin sonrojarse cierra las puertas a la opinión para saciar el apetito represivo del poderoso benefactor?

Yo si quisiera que pronto apareciera esa mano amiga en nuestra ayuda, capaz de confrontar el perverso adoctrinamiento que con cuestionables victorias electorales ha venido extirpando la esperanza de un pueblo, convencido en su equivocación manipulada que éticamente solo hacemos parte de una horda de corrupción, a la que hay que arrodillarse para participar del saqueo, así solo sea saboreando el fantástico banquete del trimestre pre electoral y sufriendo el olvido y desatención del cuatrienio de gobierno.

Hasta ahora lo han logrado porque los organismos de control del Estado no funcionan, la impunidad solo ha fortalecido la inversión de valores que desprecia la inteligencia para rendirse ante el dinero fácil, poco nos interesa si las inversiones públicas satisfacen las necesidades de un pueblo o solo lo hacen con un capricho o prioridad de negocio del mandatario de turno, el manejo publicitario es más importante que la seria evaluación programática, en fin, esto está manga por hombro.

Muchos discursos se han dicho y muchas páginas se han escrito sin despertar del letargo, necesitamos un impulso para volver a soñar, las campañas políticas son la tribuna natural para arengar la beligerancia precursora del cambio, mantengámonos en el intento o si no tendremos que añorar al New York Times, para que diga lo que aquí callamos y procuremos evitar que el electorado siga yendo a las urnas como corderos al sacrificio. Un abrazo.

Columnista
4 junio, 2019

Necesitamos al New York Times

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

Para que una vez más no quede duda de cómo son las cosas en Colombia, la cuerda se partió por lo más delgado y en esta oportunidad le tocó al columnista Daniel Coronell, luego de que pidiera explicaciones públicas a la Revista Semana por haber engavetado el informe que publicó el New York Times, un […]


Para que una vez más no quede duda de cómo son las cosas en Colombia, la cuerda se partió por lo más delgado y en esta oportunidad le tocó al columnista Daniel Coronell, luego de que pidiera explicaciones públicas a la Revista Semana por haber engavetado el informe que publicó el New York Times, un tanto comprometedor para las intenciones del régimen de turno.

Episodio doloroso para quienes intentamos opinar libremente, pero que en medio de la frustración es rescatable, porque él como generador de opinión quedó fortalecido y porque por fin un medio de comunicación de reconocimiento internacional, se ocupó de deplorables episodios de nuestra historia que no queremos repetir.

Así como no quisiéramos que a nuestro departamento volvieran las amenazas y crímenes que, disfrazados de bajas entre grupos armados al margen de la ley, nunca se ordenaron por desacuerdos ideológicos o apoyo logístico a irregulares combatientes, sino como estrategia sangrienta para debilitar adversarias campañas políticas.

Todo bajo la impasible mirada de una complaciente sociedad que todo lo tolera, soslayando entre otras cosas, el holocausto de un mundo de jóvenes que hoy se capacitan confiados en la disciplina y el talento como atributos necesarios para crecer intelectualmente, pero que mañana solo se sacrificarán en los espacios de poder menospreciados por las monarquías modernas.

Entonces, ¿será que tendremos que esperar a que algún periódico internacional muestre la barbarie política que los medios locales callan o que con algunas excepciones evidencian quijotescamente y son silenciados por la censura de la pauta publicitaria oficial, que los lleva a emular a la gran prensa nacional, quien sin sonrojarse cierra las puertas a la opinión para saciar el apetito represivo del poderoso benefactor?

Yo si quisiera que pronto apareciera esa mano amiga en nuestra ayuda, capaz de confrontar el perverso adoctrinamiento que con cuestionables victorias electorales ha venido extirpando la esperanza de un pueblo, convencido en su equivocación manipulada que éticamente solo hacemos parte de una horda de corrupción, a la que hay que arrodillarse para participar del saqueo, así solo sea saboreando el fantástico banquete del trimestre pre electoral y sufriendo el olvido y desatención del cuatrienio de gobierno.

Hasta ahora lo han logrado porque los organismos de control del Estado no funcionan, la impunidad solo ha fortalecido la inversión de valores que desprecia la inteligencia para rendirse ante el dinero fácil, poco nos interesa si las inversiones públicas satisfacen las necesidades de un pueblo o solo lo hacen con un capricho o prioridad de negocio del mandatario de turno, el manejo publicitario es más importante que la seria evaluación programática, en fin, esto está manga por hombro.

Muchos discursos se han dicho y muchas páginas se han escrito sin despertar del letargo, necesitamos un impulso para volver a soñar, las campañas políticas son la tribuna natural para arengar la beligerancia precursora del cambio, mantengámonos en el intento o si no tendremos que añorar al New York Times, para que diga lo que aquí callamos y procuremos evitar que el electorado siga yendo a las urnas como corderos al sacrificio. Un abrazo.