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Columnista - 26 enero, 2021

¡Nadie vive dos veces!

La gente común, en su mayoría, así lo cree. La gente que nació con su Dios en la mano, exclama, piensa y dice: ¡Nadie puede contrariar a la naturaleza! Esta es única y es aliada del Creador a través de una sociedad de responsabilidad ilimitada, atípica, que se deposita en la mente de los que […]

La gente común, en su mayoría, así lo cree. La gente que nació con su Dios en la mano, exclama, piensa y dice: ¡Nadie puede contrariar a la naturaleza! Esta es única y es aliada del Creador a través de una sociedad de responsabilidad ilimitada, atípica, que se deposita en la mente de los que manejan la sensibilidad social.

Pero parece que se vive muchas veces, cuando cada día la desobediencia social se mide bajo la irresponsabilidad de los inmortales, que la componen tanto jóvenes desorientados por un mundo fácil, sin trabajo, ni sacrificios, como por adultos cuya experiencia no ha servido para nada.

¡Cómo irrespetan al prójimo! Cómo se burlan de las normas y las leyes que el hombre pensante ha ideado para organizar y ordenar un mundo que parece marchar cada día al revés.

Todos, parece ser, le tienen miedo al fracaso, no sabiendo que no se da por las veces en que él pueda dominarte, sino por la falta de fortaleza que asumas para enfrentarlo.

La lucha permanente por superar las crisis ayuda en alguna forma a vencer las repeticiones del fracaso, por eso, ante este nunca se debe inclinar rodilla alguna.

La naturaleza podrá ser muy poderosa, pero tú también lo eres en la medida en que la respetes y por ser hijo de ella las coincidencias las pone Dios en nuestro camino, no para sacarnos del anonimato, sino para que entendamos que la solidaridad es la madre elemental de la defensa universal.

El alma de un niño es tan sana que jamás piensa en el daño que hace cuando estira su cauchera apuntando a un pájaro o a cualquier animal que encuentre a su paso. Causar la muerte tal vez lo ve como una victoria indolente y común.

El hombre civilizado indolente, que conoce la filosofía de la vida, cuando estira su cauchera con cargas de superioridad lo hace para imponer su ley de fortaleza, y si es seducido, porque cree en el poder del dinero, entonces, la muerte la convierte en barbarie.

Los mejores aliados en esta vida son las dificultades; inciden tanto en el pensamiento que, vivir sin ellas haría la vida aburridora y sin sentido y no se encontraría nunca algo de felicidad en el accionar del día a día.

Respetemos los embates de la naturaleza. ¡No desafiemos al mal que nos acecha! ¡Combatámoslo! El hombre de la ciencia nos ayuda en la medida en que nosotros le ayudemos. ¡La insolidaridad mata más que cualquier mal!

Entonces, si quieres gozar mejor la vida que aún tienes, tómala en serio, ¡ya que nadie vive dos veces!

Columnista
26 enero, 2021

¡Nadie vive dos veces!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fausto Cotes

La gente común, en su mayoría, así lo cree. La gente que nació con su Dios en la mano, exclama, piensa y dice: ¡Nadie puede contrariar a la naturaleza! Esta es única y es aliada del Creador a través de una sociedad de responsabilidad ilimitada, atípica, que se deposita en la mente de los que […]


La gente común, en su mayoría, así lo cree. La gente que nació con su Dios en la mano, exclama, piensa y dice: ¡Nadie puede contrariar a la naturaleza! Esta es única y es aliada del Creador a través de una sociedad de responsabilidad ilimitada, atípica, que se deposita en la mente de los que manejan la sensibilidad social.

Pero parece que se vive muchas veces, cuando cada día la desobediencia social se mide bajo la irresponsabilidad de los inmortales, que la componen tanto jóvenes desorientados por un mundo fácil, sin trabajo, ni sacrificios, como por adultos cuya experiencia no ha servido para nada.

¡Cómo irrespetan al prójimo! Cómo se burlan de las normas y las leyes que el hombre pensante ha ideado para organizar y ordenar un mundo que parece marchar cada día al revés.

Todos, parece ser, le tienen miedo al fracaso, no sabiendo que no se da por las veces en que él pueda dominarte, sino por la falta de fortaleza que asumas para enfrentarlo.

La lucha permanente por superar las crisis ayuda en alguna forma a vencer las repeticiones del fracaso, por eso, ante este nunca se debe inclinar rodilla alguna.

La naturaleza podrá ser muy poderosa, pero tú también lo eres en la medida en que la respetes y por ser hijo de ella las coincidencias las pone Dios en nuestro camino, no para sacarnos del anonimato, sino para que entendamos que la solidaridad es la madre elemental de la defensa universal.

El alma de un niño es tan sana que jamás piensa en el daño que hace cuando estira su cauchera apuntando a un pájaro o a cualquier animal que encuentre a su paso. Causar la muerte tal vez lo ve como una victoria indolente y común.

El hombre civilizado indolente, que conoce la filosofía de la vida, cuando estira su cauchera con cargas de superioridad lo hace para imponer su ley de fortaleza, y si es seducido, porque cree en el poder del dinero, entonces, la muerte la convierte en barbarie.

Los mejores aliados en esta vida son las dificultades; inciden tanto en el pensamiento que, vivir sin ellas haría la vida aburridora y sin sentido y no se encontraría nunca algo de felicidad en el accionar del día a día.

Respetemos los embates de la naturaleza. ¡No desafiemos al mal que nos acecha! ¡Combatámoslo! El hombre de la ciencia nos ayuda en la medida en que nosotros le ayudemos. ¡La insolidaridad mata más que cualquier mal!

Entonces, si quieres gozar mejor la vida que aún tienes, tómala en serio, ¡ya que nadie vive dos veces!