El titulo de esta columna es el nombre de la misión general de cada ser humano sobre la tierra; ese es su mayor compromiso en la vida.
En mi columna anterior poeticé sobre las mesetas y montañas de Pueblo Bello, y puse de presente la situación penosa de sus campesinos abnegados.
Ella conmovió el espíritu de servicio del ingeniero agrónomo antioqueño, afincado en Valledupar hace muchos años, cuando llegó como funcionario de la entonces Caja de Crédito Agrario Industrial y Minero, Joaquín Jiménez Gómez, hoy día un dirigente gremial muy influyente, por su sabiduría, reconocido y próspero empresario -ahí está el magnífico almacén de productos agropecuarios, El Pastal-.
Me asegura que tiene la fórmula para redimir no solamente la situación aflictiva de los esforzados campesinos de Pueblo Bello, sino de todos los campesinos del departamento del Cesar, y que la ha dado a conocer en los varios foros económicos convocados por las autoridades departamentales.
Seguidamente transcribo la información que él me suministra, no sin antes hacer la consiguiente consideración: es de la mayor importancia que los dirigentes y los habitantes en general de los fraternos departamentos del Cesar y La Guajira, adviertan oportunamente que su economía futura dependerá del trabajo y de las inversiones en el campo, y en la agroindustria, por cuanto a la vuelta de pocos años la minería carbonífera seguramente será cosa del pasado, pues la tendencia mundial es la de continuar la industrialización, con energías limpias.
“El departamento del Cesar cuenta con un millón de hectáreas planas, a lo largo y ancho de sus 25 municipios que, en su conjunto, abarcan todos los climas.
Nuestra entidad departamental es favorecida con más de un billón de pesos, anuales, por concepto de regalías mineras. Parte de ellas ha de servir para reconstruir y construir las vías terciarias, que son los caminos naturales de los campesinos, de sus familias, de sus productos.
Si tomásemos el 5 % anual de esa cifra, que equivale a $50 mil millones, podríamos aplicarlas a la construcción de una infraestructura de irrigación con pozos profundos, apoyada por una red eléctrica solar, la que también se utilizaría para satisfacer las necesidades de 625 casas campesinas, anualmente.
Es insólito que a la fecha estemos importando de la Argentina y de EE.UU más de 50 mil toneladas de frijol soya, más de un millón de toneladas de torta de soya, y más de 5 millones de toneladas de maíz amarillo, lo que genera empleos masivos para aquellos países y los niega al nuestro.
Con riego, en el Cesar en dos años se estarían sembrando 100 mil hectáreas de maíz; 50 mil de sorgo y otros, con lo cual podríamos generar innumerables empleos rurales.
Finalmente, es posible realizar el siguiente calculo: en cada uno de los 25 municipios se seleccionarían 20 hectáreas lo cual arroja la suma de 500 hectáreas, por año, que multiplicadas por los 25 municipios serían 12.500 en todo el departamento, y si pensamos que cada gobernador cuenta con 4 años de administración, se obtendría el magnífico resultado de 50 mil hectáreas en cada periodo administrativo, con resultados económicos fabulosos a través del tiempo y significaría, metafóricamente, pulir el diamante en bruto que es el departamento del Cesar”.
El titulo de esta columna es el nombre de la misión general de cada ser humano sobre la tierra; ese es su mayor compromiso en la vida.
En mi columna anterior poeticé sobre las mesetas y montañas de Pueblo Bello, y puse de presente la situación penosa de sus campesinos abnegados.
Ella conmovió el espíritu de servicio del ingeniero agrónomo antioqueño, afincado en Valledupar hace muchos años, cuando llegó como funcionario de la entonces Caja de Crédito Agrario Industrial y Minero, Joaquín Jiménez Gómez, hoy día un dirigente gremial muy influyente, por su sabiduría, reconocido y próspero empresario -ahí está el magnífico almacén de productos agropecuarios, El Pastal-.
Me asegura que tiene la fórmula para redimir no solamente la situación aflictiva de los esforzados campesinos de Pueblo Bello, sino de todos los campesinos del departamento del Cesar, y que la ha dado a conocer en los varios foros económicos convocados por las autoridades departamentales.
Seguidamente transcribo la información que él me suministra, no sin antes hacer la consiguiente consideración: es de la mayor importancia que los dirigentes y los habitantes en general de los fraternos departamentos del Cesar y La Guajira, adviertan oportunamente que su economía futura dependerá del trabajo y de las inversiones en el campo, y en la agroindustria, por cuanto a la vuelta de pocos años la minería carbonífera seguramente será cosa del pasado, pues la tendencia mundial es la de continuar la industrialización, con energías limpias.
“El departamento del Cesar cuenta con un millón de hectáreas planas, a lo largo y ancho de sus 25 municipios que, en su conjunto, abarcan todos los climas.
Nuestra entidad departamental es favorecida con más de un billón de pesos, anuales, por concepto de regalías mineras. Parte de ellas ha de servir para reconstruir y construir las vías terciarias, que son los caminos naturales de los campesinos, de sus familias, de sus productos.
Si tomásemos el 5 % anual de esa cifra, que equivale a $50 mil millones, podríamos aplicarlas a la construcción de una infraestructura de irrigación con pozos profundos, apoyada por una red eléctrica solar, la que también se utilizaría para satisfacer las necesidades de 625 casas campesinas, anualmente.
Es insólito que a la fecha estemos importando de la Argentina y de EE.UU más de 50 mil toneladas de frijol soya, más de un millón de toneladas de torta de soya, y más de 5 millones de toneladas de maíz amarillo, lo que genera empleos masivos para aquellos países y los niega al nuestro.
Con riego, en el Cesar en dos años se estarían sembrando 100 mil hectáreas de maíz; 50 mil de sorgo y otros, con lo cual podríamos generar innumerables empleos rurales.
Finalmente, es posible realizar el siguiente calculo: en cada uno de los 25 municipios se seleccionarían 20 hectáreas lo cual arroja la suma de 500 hectáreas, por año, que multiplicadas por los 25 municipios serían 12.500 en todo el departamento, y si pensamos que cada gobernador cuenta con 4 años de administración, se obtendría el magnífico resultado de 50 mil hectáreas en cada periodo administrativo, con resultados económicos fabulosos a través del tiempo y significaría, metafóricamente, pulir el diamante en bruto que es el departamento del Cesar”.