Por Eduardo Santos Ortega Vergara. Colombia es un país de contrastes, por algo está conformado por regiones totalmente disímiles, incluso dentro de las mismas regiones encontramos diferencias notables, y eso no es malo, pues la diversidad de alguna manera nos permite ser únicos. En medio de esas diferencias la historia nos ha mostrado, además, una […]
Por Eduardo Santos Ortega Vergara.
Colombia es un país de contrastes, por algo está conformado por regiones totalmente disímiles, incluso dentro de las mismas regiones encontramos diferencias notables, y eso no es malo, pues la diversidad de alguna manera nos permite ser únicos.
En medio de esas diferencias la historia nos ha mostrado, además, una polarización que raya muchas veces en lo perverso.
Somos antagonistas a ultranza, en lo político, en lo deportivo, incluso nos volvemos ‘enemigos’ en los tópicos más inusuales: por el folclor, por la región donde nacemos, por el dialecto, y en el campo laboral ni se diga; esto es de verdad preocupante, porque estamos inmersos en un caos, todo lo volvemos un problema.
Analicemos, en el campo deportivo, lo ocurrido este fin de semana con los hinchas, en los estadios, con los equipos que buscan la estrella del segundo semestre del rentado profesional colombiano.
Peleas en Cali, porque Junior le ganó al deportivo Cali, debieron suspender el partido por las agresiones y disturbios entre las barras e incluso contra los propios jugadores y técnicos, ¿es este el ejemplo para los niños y para la familia entera que asisten a estos espectáculos?
Medellín le ganó a Nacional 5 a 0 y hubo necesidad de suspender y acabar el partido por los desmanes, esto es inconcebible.
Preocupante incluso lo que se les vende a los fanáticos, y eso se refleja en los escenarios deportivos. No podemos perder, somos intocables, los súper campeones, y entonces entran en acción las barras bravas. Bravas de verdad.
Quienes se creen los poderosos, y vaya usted a saber que son muchos; que todo lo ganan, eso terminan creyendo como única verdad; no aceptan derrotas, todo lo dañan, todo lo agreden, para ellos no hay autoridad y al final de la historia se impone la vergüenza de las cosas mal copiadas de otros lugares del mundo.
Y vemos a los ‘ídolos’ demostrando lo que no se debe, en las redes se observa una serie de agresiones verbales entre Teo Gutiérrez y el técnico César Farías de Águilas Doradas, delante de todo un mundo deportivo que los sigue.
Otro ejemplo, las agresiones de los hinchas al técnico del Cali Jaime de la Pava, quien manifestó que cada vez hay más policías y pareciera que se fuera a la ‘guerra’ y no a ver un partido de fútbol.
En lo político sucede igual, ahora nos confundimos con las razones de izquierda y los de derecha.
Unos dicen que se robaron el país y otros dicen que el presente y futuro será peor.
Las acciones y hechos terminan poniéndonos a dudar, y a preguntarnos ¿si mostramos realmente lo que somos?
Si hacemos un acto de constricción a lo malo, a la agresividad, o como dice una popular sexóloga colombiana ‘Hagamos el amor, mejor que la guerra’ seguramente nos va mejor.
Los malos ejemplos no deben ser tenidos en cuenta, las cosas buenas si, vengan de donde vengan; por ello es necesario invertir más en educación, en cultura, en libros, en poesía, así esto suene cursi o utópico. No más violencia por favor. Es necesario, para mostrar de verdad lo que somos. Solo Eso.
Por Eduardo Santos Ortega Vergara. Colombia es un país de contrastes, por algo está conformado por regiones totalmente disímiles, incluso dentro de las mismas regiones encontramos diferencias notables, y eso no es malo, pues la diversidad de alguna manera nos permite ser únicos. En medio de esas diferencias la historia nos ha mostrado, además, una […]
Por Eduardo Santos Ortega Vergara.
Colombia es un país de contrastes, por algo está conformado por regiones totalmente disímiles, incluso dentro de las mismas regiones encontramos diferencias notables, y eso no es malo, pues la diversidad de alguna manera nos permite ser únicos.
En medio de esas diferencias la historia nos ha mostrado, además, una polarización que raya muchas veces en lo perverso.
Somos antagonistas a ultranza, en lo político, en lo deportivo, incluso nos volvemos ‘enemigos’ en los tópicos más inusuales: por el folclor, por la región donde nacemos, por el dialecto, y en el campo laboral ni se diga; esto es de verdad preocupante, porque estamos inmersos en un caos, todo lo volvemos un problema.
Analicemos, en el campo deportivo, lo ocurrido este fin de semana con los hinchas, en los estadios, con los equipos que buscan la estrella del segundo semestre del rentado profesional colombiano.
Peleas en Cali, porque Junior le ganó al deportivo Cali, debieron suspender el partido por las agresiones y disturbios entre las barras e incluso contra los propios jugadores y técnicos, ¿es este el ejemplo para los niños y para la familia entera que asisten a estos espectáculos?
Medellín le ganó a Nacional 5 a 0 y hubo necesidad de suspender y acabar el partido por los desmanes, esto es inconcebible.
Preocupante incluso lo que se les vende a los fanáticos, y eso se refleja en los escenarios deportivos. No podemos perder, somos intocables, los súper campeones, y entonces entran en acción las barras bravas. Bravas de verdad.
Quienes se creen los poderosos, y vaya usted a saber que son muchos; que todo lo ganan, eso terminan creyendo como única verdad; no aceptan derrotas, todo lo dañan, todo lo agreden, para ellos no hay autoridad y al final de la historia se impone la vergüenza de las cosas mal copiadas de otros lugares del mundo.
Y vemos a los ‘ídolos’ demostrando lo que no se debe, en las redes se observa una serie de agresiones verbales entre Teo Gutiérrez y el técnico César Farías de Águilas Doradas, delante de todo un mundo deportivo que los sigue.
Otro ejemplo, las agresiones de los hinchas al técnico del Cali Jaime de la Pava, quien manifestó que cada vez hay más policías y pareciera que se fuera a la ‘guerra’ y no a ver un partido de fútbol.
En lo político sucede igual, ahora nos confundimos con las razones de izquierda y los de derecha.
Unos dicen que se robaron el país y otros dicen que el presente y futuro será peor.
Las acciones y hechos terminan poniéndonos a dudar, y a preguntarnos ¿si mostramos realmente lo que somos?
Si hacemos un acto de constricción a lo malo, a la agresividad, o como dice una popular sexóloga colombiana ‘Hagamos el amor, mejor que la guerra’ seguramente nos va mejor.
Los malos ejemplos no deben ser tenidos en cuenta, las cosas buenas si, vengan de donde vengan; por ello es necesario invertir más en educación, en cultura, en libros, en poesía, así esto suene cursi o utópico. No más violencia por favor. Es necesario, para mostrar de verdad lo que somos. Solo Eso.