Pensé que el empate de la Selección Colombia, la llegada del Papa Francisco, el terremoto de Méjico o localmente el escándalo por los neonatos fallecidos en la Laura Daniela, alejaría de la atención colectiva el torbellino mediático de los acusados de corrupción en la justicia, tal como siempre ocurre en nuestro país, donde un escándalo […]
Pensé que el empate de la Selección Colombia, la llegada del Papa Francisco, el terremoto de Méjico o localmente el escándalo por los neonatos fallecidos en la Laura Daniela, alejaría de la atención colectiva el torbellino mediático de los acusados de corrupción en la justicia, tal como siempre ocurre en nuestro país, donde un escándalo es fácilmente olvidado tras el triunfo de un equipo de fútbol, un alboroto de mayor impacto o la ocurrencia de un desastre natural.
Afortunadamente creo haberme equivocado. Esta vez, todo parece alineado a favor de la esperanza de imponer equitativamente sanciones de acuerdo con la falta cometida. Por lo menos en el sonado caso del exfiscal Moreno y del senador Ñoño Elías.
Con resignación decíamos que la justicia era para los de ruana, refiriéndonos al atuendo cundiboyacense de las clases populares, ahora con todo lo que han develado, pero que desde siempre sabíamos, quedó probado que los fallos de las altas cortes son vulnerables ante los miles de millones de pesos que vale el criterio jurídico de un magistrado.
Por esto los culpables aparecen como inocentes. Los pillos se gradúan de exitosos, aplaudidos por los que creen que el fin justifica los medios al momento de adquirir dinero y poder, que luego utilizan para arrodillar potenciales electores; todo ante la cómplice mirada de la Fiscalía y de los organismos de control del Estado.
Y faltan los datos del Consejo de Estado, parodiando la jerga radial de otrora, que sin proponérselos hicieron historia transmitiendo los fraudes electorales. El máximo tribunal de lo contencioso administrativo no pasa de ser un mercado persa que sin sonrojarse acomoda jurisprudencias de acuerdo con el cliente. Lo acabamos de sufrir.
Ojalá el exfiscal Moreno se acuerde de ellos.
Hoy en nuestro país no hay garantías jurídicas. La justicia que algunos piden es injusta desde su inspiración. Razón tuvieron los guerrilleros de las Farc cuando exigieron un tribunal especial para que conociera sobre sus delitos. ¿Será que la sola confesión de un guerrillero o paramilitar garantiza una verdadera justicia reparadora?, creo que no, incluso debiera abrirse camino una propuesta para que la Justicia Especial para la Paz ampliara su espectro al escándalo de Odebrecht y al de la Corte Suprema de Justicia.
Aunque este tribunal está amenazado por las mafias de la toga. Las dudas acerca del tráfico de influencias en la escogencia del primer filtro, aumentan el riesgo de sucumbir ante los apetitos de quienes utilizan la justicia para hacer proselitismo, tal como lo hace la gula politiquera cuando nombra agentes de la ley, con el exclusivo propósito de mandarlos como perros de presa a reducir contradictores.
¿Qué hacemos entonces?, algunos piden la transformación del aparato judicial por medio de una constituyente, otros defienden el juzgamiento de aforados señalado en el proyecto de la Reforma Política. Personalmente soy pesimista mientras el sistema político auspicie la conspiración entre magistrados y congresistas para repartirse el botín de entidades como Fonade, donde según Moreno el senador Ñoño Elías y sus amigotes compartían presupuesto con Francisco Ricaurte. Un abrazo.
Por Antonio María Araújo Calderón
[email protected]
@antoniomariaA
Pensé que el empate de la Selección Colombia, la llegada del Papa Francisco, el terremoto de Méjico o localmente el escándalo por los neonatos fallecidos en la Laura Daniela, alejaría de la atención colectiva el torbellino mediático de los acusados de corrupción en la justicia, tal como siempre ocurre en nuestro país, donde un escándalo […]
Pensé que el empate de la Selección Colombia, la llegada del Papa Francisco, el terremoto de Méjico o localmente el escándalo por los neonatos fallecidos en la Laura Daniela, alejaría de la atención colectiva el torbellino mediático de los acusados de corrupción en la justicia, tal como siempre ocurre en nuestro país, donde un escándalo es fácilmente olvidado tras el triunfo de un equipo de fútbol, un alboroto de mayor impacto o la ocurrencia de un desastre natural.
Afortunadamente creo haberme equivocado. Esta vez, todo parece alineado a favor de la esperanza de imponer equitativamente sanciones de acuerdo con la falta cometida. Por lo menos en el sonado caso del exfiscal Moreno y del senador Ñoño Elías.
Con resignación decíamos que la justicia era para los de ruana, refiriéndonos al atuendo cundiboyacense de las clases populares, ahora con todo lo que han develado, pero que desde siempre sabíamos, quedó probado que los fallos de las altas cortes son vulnerables ante los miles de millones de pesos que vale el criterio jurídico de un magistrado.
Por esto los culpables aparecen como inocentes. Los pillos se gradúan de exitosos, aplaudidos por los que creen que el fin justifica los medios al momento de adquirir dinero y poder, que luego utilizan para arrodillar potenciales electores; todo ante la cómplice mirada de la Fiscalía y de los organismos de control del Estado.
Y faltan los datos del Consejo de Estado, parodiando la jerga radial de otrora, que sin proponérselos hicieron historia transmitiendo los fraudes electorales. El máximo tribunal de lo contencioso administrativo no pasa de ser un mercado persa que sin sonrojarse acomoda jurisprudencias de acuerdo con el cliente. Lo acabamos de sufrir.
Ojalá el exfiscal Moreno se acuerde de ellos.
Hoy en nuestro país no hay garantías jurídicas. La justicia que algunos piden es injusta desde su inspiración. Razón tuvieron los guerrilleros de las Farc cuando exigieron un tribunal especial para que conociera sobre sus delitos. ¿Será que la sola confesión de un guerrillero o paramilitar garantiza una verdadera justicia reparadora?, creo que no, incluso debiera abrirse camino una propuesta para que la Justicia Especial para la Paz ampliara su espectro al escándalo de Odebrecht y al de la Corte Suprema de Justicia.
Aunque este tribunal está amenazado por las mafias de la toga. Las dudas acerca del tráfico de influencias en la escogencia del primer filtro, aumentan el riesgo de sucumbir ante los apetitos de quienes utilizan la justicia para hacer proselitismo, tal como lo hace la gula politiquera cuando nombra agentes de la ley, con el exclusivo propósito de mandarlos como perros de presa a reducir contradictores.
¿Qué hacemos entonces?, algunos piden la transformación del aparato judicial por medio de una constituyente, otros defienden el juzgamiento de aforados señalado en el proyecto de la Reforma Política. Personalmente soy pesimista mientras el sistema político auspicie la conspiración entre magistrados y congresistas para repartirse el botín de entidades como Fonade, donde según Moreno el senador Ñoño Elías y sus amigotes compartían presupuesto con Francisco Ricaurte. Un abrazo.
Por Antonio María Araújo Calderón
[email protected]
@antoniomariaA