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Columnista - 29 junio, 2013

Mis Inicios

Escribo por amor a la libertad, empuño mi pluma con el frenesí con que el guerrero agarra su espada, como ellos también tengo sueños de gigante, aquel atribuirá la victoria a su arma, en esos somos distintos.

Por Leonardo José Maya

Escribo por amor a la libertad, empuño mi pluma con el frenesí con que el guerrero agarra su espada, como ellos también tengo sueños de gigante, aquel atribuirá la victoria a su arma, en esos somos distintos. Mi victoria está en la voluntad de luchar por todo aquello que amo.

Para Leonardo y Alejandro Maya Hoyos

De niño elevaba cometas a los cielos decembrinos, las bajaba rápidamente y corría a tocarlas porque estaba convencido que allá arriba la temperatura era más baja que aquí en la tierra. Mis amiguitos se reían de mí, pero yo no solo la sentía más fría sino que podía ver con mis propios ojos escarchas de hielo virgen en sus bordes bajo el sol inclemente de las tres de la tarde.

Por esos días había construido un barquito de madera muy lindo, después le puse baterías, le instalé bombillos y de noche lo veía iluminado a punto de elevar anclas, pero no me gustaba tenerlo en tierra firme, yo quería verlo navegar, así que cierta noche me fui a escondidas, lo llevé al rio y lo solté en la corriente. Estaba convencido que fácilmente podría ir a otros pueblos y que después regresaría de nuevo a su sitio de origen por sus propios medios.

Lo vi alejarse iluminando las aguas, la corriente lo arrastró a un remolino, comenzó a girar enloquecido y chocó contra una piedra blanca, enorme, impotente lo vi como se hundía todavía con las luces encendidas.
Días después construí otro más grande, más resistente y lo lleve al mismo sitio, lo solté  a la corriente y un viento fuerte lo impulsó, entró al remolino, resistió la embestida y siguió ileso su curso rio abajo. Todavía debe estar recorriendo pueblos porque no ha regresado al sitio de origen.

Fue así como aprendí que debemos estar convencidos de lo que pensamos, esto hace que veamos cosas que otros no ven, que muchas veces veremos impotentes como naufragan nuestros sueños, aún con las luces encendidas  y  sin poder hacer nada, entonces sabrás que cuando esto suceda debes construir otro sueño más fuerte y más resistente para que pueda soportar las embestidas de la corriente, pero lo mejor que aprendí esa vez es que siempre siempre debemos echar a andar nuestros sueños, algunas veces a escondidas, los vientos del este los encontrarán y te ayudarán a remolcarlos a donde quieras llevarlos, porque los vientos del este conocen todos las trampas  donde quedan atrapados nuestros sueños.

Columnista
29 junio, 2013

Mis Inicios

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Leonardo Maya Amaya

Escribo por amor a la libertad, empuño mi pluma con el frenesí con que el guerrero agarra su espada, como ellos también tengo sueños de gigante, aquel atribuirá la victoria a su arma, en esos somos distintos.


Por Leonardo José Maya

Escribo por amor a la libertad, empuño mi pluma con el frenesí con que el guerrero agarra su espada, como ellos también tengo sueños de gigante, aquel atribuirá la victoria a su arma, en esos somos distintos. Mi victoria está en la voluntad de luchar por todo aquello que amo.

Para Leonardo y Alejandro Maya Hoyos

De niño elevaba cometas a los cielos decembrinos, las bajaba rápidamente y corría a tocarlas porque estaba convencido que allá arriba la temperatura era más baja que aquí en la tierra. Mis amiguitos se reían de mí, pero yo no solo la sentía más fría sino que podía ver con mis propios ojos escarchas de hielo virgen en sus bordes bajo el sol inclemente de las tres de la tarde.

Por esos días había construido un barquito de madera muy lindo, después le puse baterías, le instalé bombillos y de noche lo veía iluminado a punto de elevar anclas, pero no me gustaba tenerlo en tierra firme, yo quería verlo navegar, así que cierta noche me fui a escondidas, lo llevé al rio y lo solté en la corriente. Estaba convencido que fácilmente podría ir a otros pueblos y que después regresaría de nuevo a su sitio de origen por sus propios medios.

Lo vi alejarse iluminando las aguas, la corriente lo arrastró a un remolino, comenzó a girar enloquecido y chocó contra una piedra blanca, enorme, impotente lo vi como se hundía todavía con las luces encendidas.
Días después construí otro más grande, más resistente y lo lleve al mismo sitio, lo solté  a la corriente y un viento fuerte lo impulsó, entró al remolino, resistió la embestida y siguió ileso su curso rio abajo. Todavía debe estar recorriendo pueblos porque no ha regresado al sitio de origen.

Fue así como aprendí que debemos estar convencidos de lo que pensamos, esto hace que veamos cosas que otros no ven, que muchas veces veremos impotentes como naufragan nuestros sueños, aún con las luces encendidas  y  sin poder hacer nada, entonces sabrás que cuando esto suceda debes construir otro sueño más fuerte y más resistente para que pueda soportar las embestidas de la corriente, pero lo mejor que aprendí esa vez es que siempre siempre debemos echar a andar nuestros sueños, algunas veces a escondidas, los vientos del este los encontrarán y te ayudarán a remolcarlos a donde quieras llevarlos, porque los vientos del este conocen todos las trampas  donde quedan atrapados nuestros sueños.