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Columnista - 22 enero, 2022

Mis cuatro mamás (III)

Arreglamos una mensualidad de 450 Euros que incluía lavado de ropa pero no alimentación. Sufro de Gota y eso me restringe mucho por lo que debo seguir una dieta que no es fácil de manejar en situaciones así.

Continuación…

Al llegar a casa de Jeanine, en Gante, abrió una botella de champaña y nos invitó a brindar. Sonó el timbre y eran sus vecinos. Los invitó a seguir y brindamos con ellos. Luego de conocernos se fueron tranquilos y le avisaron a la hija de Jeanine que todo estaba bien.

Estuvimos con Jeanine toda la semana, recorrimos Bélgica en su carro, la pasamos genial. Conocimos a dos de sus hijos, incluyendo a quien la llamó al tren. Se construyó un vínculo tan fuerte que mi hermana y yo pasamos con ella el fin de año de 2007, volvimos a visitarla en el verano del 2008, luego ella me visitó en Madrid. Mientras estudiaba en el 2010, y ya casado, nos hospedó con mi esposa en su nuevo apartamento en Gante, durante unos días de diciembre del 2017. Hablamos constantemente. Cuando la conocí en el 2005 tenía una nieta recién nacida, ahora ya tiene 7 nietos y los conocemos a todos, los hemos visto crecer. Bélgica se convirtió, como Alemania, en un segundo hogar para nosotros.

Ese es Bélgica, el país en el que se inventó el chocolate dulce, pero todos creemos que fue en Suiza; en el que se inventaron las papas a la francesa y nadie se los reconoce; en el que se produjo por error la primera cerveza convencional, a pesar de que creemos que fue en Alemania. ¡Cuánto le debemos a los belgas!

Anécdota de cierre: en el año nuevo de 2007, salimos con mi hermana a correr con la maleta a las 12.05 a.m. del primero de enero de 2008; cada año, estemos donde estemos, lo hacemos. Caía mucha nieve y estaba helando, pero no por eso dejamos esta tradición de lado. Al acercarnos de regreso advertí que había un carro de la policía al frente de la casa con luces activadas y la sirena. Otros vecinos, que no nos conocían, pensaron que salíamos a correr con las maletas porque habíamos robado a Jeanine y nos estábamos escapando. Al explicarle esta tradición a los 2 policías se reían a carcajadas; se disculparon con nosotros y nos desearon feliz año. 

Ahora sí, mi cuarta mamá, la española 

En enero de 2010, llegué a Madrid para iniciar mi Maestría en Dirección de Centros Educativos. Arribé en un vuelo proveniente de Florida, Estados Unidos, donde había estado descansando con la familia por unos días. Uno de mis mejores amigos, de esos de toda la vida, Miguel Ángel González, me recogió en el Aeropuerto de Barajas. Él vivía en un piso -así se les llama a los apartamentos en España- al frente de la plaza de toros de Las Ventas y me había ofrecido hospedarme, mientras conseguía dónde vivir cerca a la universidad. De ahí tomaba el metro hasta la estación de Plaza Castilla y luego un bus hasta Villanueva, la universidad.

Estuve hospedado en ese piso de Las Ventas por un mes. A mis compañeros de Maestría, procedentes de diferentes países, les había encargado que de saber de opciones para vivir, cerca a la universidad, me avisaran. Y así fue. Tres de mis compañeros eran limeños, del Perú y trabajaban en el mismo colegio; su empresa les conseguía el hospedaje. Vivían los tres en 2 pisos que eran de propiedad de una señora. Raúl Reyes vivía con ella en el piso que ella habitaba, Arturo Villacorta  y Rafael del Río vivían juntos, en un piso de ella debajo del primero. 

En el piso que ella habitaba con Raúl había un pequeño cuarto desocupado, esperando cliente. Pues ese fue el mío. Arreglamos una mensualidad de 450 Euros que incluía lavado de ropa pero no alimentación. Sufro de Gota y eso me restringe mucho por lo que debo seguir una dieta que no es fácil de manejar en situaciones así.

La señora, una gallega de cara amable y sonrisa bondadosa, se llamaba Maricarmen. Estaba casada con un soldado retirado que vivía en Alcalá de Henares, donde nació Cervantes, muy cerca de Madrid, y madre de 2 hijos: uno que vivía en Londres y otro en Bruselas. Su esposo la visitaba en Madrid, 2 veces a la semana. Prácticamente su vida estaba dedicada a rentar cuartos, lavar la ropa de sus huéspedes y cocinarle a dichos comensales. Llevaba años dedicada a este negocio, el cual le había permitido comprar ya 4 pisos.

Por Jorge Eduardo  Ávila 

Columnista
22 enero, 2022

Mis cuatro mamás (III)

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jorge Eduardo Ávila

Arreglamos una mensualidad de 450 Euros que incluía lavado de ropa pero no alimentación. Sufro de Gota y eso me restringe mucho por lo que debo seguir una dieta que no es fácil de manejar en situaciones así.


Continuación…

Al llegar a casa de Jeanine, en Gante, abrió una botella de champaña y nos invitó a brindar. Sonó el timbre y eran sus vecinos. Los invitó a seguir y brindamos con ellos. Luego de conocernos se fueron tranquilos y le avisaron a la hija de Jeanine que todo estaba bien.

Estuvimos con Jeanine toda la semana, recorrimos Bélgica en su carro, la pasamos genial. Conocimos a dos de sus hijos, incluyendo a quien la llamó al tren. Se construyó un vínculo tan fuerte que mi hermana y yo pasamos con ella el fin de año de 2007, volvimos a visitarla en el verano del 2008, luego ella me visitó en Madrid. Mientras estudiaba en el 2010, y ya casado, nos hospedó con mi esposa en su nuevo apartamento en Gante, durante unos días de diciembre del 2017. Hablamos constantemente. Cuando la conocí en el 2005 tenía una nieta recién nacida, ahora ya tiene 7 nietos y los conocemos a todos, los hemos visto crecer. Bélgica se convirtió, como Alemania, en un segundo hogar para nosotros.

Ese es Bélgica, el país en el que se inventó el chocolate dulce, pero todos creemos que fue en Suiza; en el que se inventaron las papas a la francesa y nadie se los reconoce; en el que se produjo por error la primera cerveza convencional, a pesar de que creemos que fue en Alemania. ¡Cuánto le debemos a los belgas!

Anécdota de cierre: en el año nuevo de 2007, salimos con mi hermana a correr con la maleta a las 12.05 a.m. del primero de enero de 2008; cada año, estemos donde estemos, lo hacemos. Caía mucha nieve y estaba helando, pero no por eso dejamos esta tradición de lado. Al acercarnos de regreso advertí que había un carro de la policía al frente de la casa con luces activadas y la sirena. Otros vecinos, que no nos conocían, pensaron que salíamos a correr con las maletas porque habíamos robado a Jeanine y nos estábamos escapando. Al explicarle esta tradición a los 2 policías se reían a carcajadas; se disculparon con nosotros y nos desearon feliz año. 

Ahora sí, mi cuarta mamá, la española 

En enero de 2010, llegué a Madrid para iniciar mi Maestría en Dirección de Centros Educativos. Arribé en un vuelo proveniente de Florida, Estados Unidos, donde había estado descansando con la familia por unos días. Uno de mis mejores amigos, de esos de toda la vida, Miguel Ángel González, me recogió en el Aeropuerto de Barajas. Él vivía en un piso -así se les llama a los apartamentos en España- al frente de la plaza de toros de Las Ventas y me había ofrecido hospedarme, mientras conseguía dónde vivir cerca a la universidad. De ahí tomaba el metro hasta la estación de Plaza Castilla y luego un bus hasta Villanueva, la universidad.

Estuve hospedado en ese piso de Las Ventas por un mes. A mis compañeros de Maestría, procedentes de diferentes países, les había encargado que de saber de opciones para vivir, cerca a la universidad, me avisaran. Y así fue. Tres de mis compañeros eran limeños, del Perú y trabajaban en el mismo colegio; su empresa les conseguía el hospedaje. Vivían los tres en 2 pisos que eran de propiedad de una señora. Raúl Reyes vivía con ella en el piso que ella habitaba, Arturo Villacorta  y Rafael del Río vivían juntos, en un piso de ella debajo del primero. 

En el piso que ella habitaba con Raúl había un pequeño cuarto desocupado, esperando cliente. Pues ese fue el mío. Arreglamos una mensualidad de 450 Euros que incluía lavado de ropa pero no alimentación. Sufro de Gota y eso me restringe mucho por lo que debo seguir una dieta que no es fácil de manejar en situaciones así.

La señora, una gallega de cara amable y sonrisa bondadosa, se llamaba Maricarmen. Estaba casada con un soldado retirado que vivía en Alcalá de Henares, donde nació Cervantes, muy cerca de Madrid, y madre de 2 hijos: uno que vivía en Londres y otro en Bruselas. Su esposo la visitaba en Madrid, 2 veces a la semana. Prácticamente su vida estaba dedicada a rentar cuartos, lavar la ropa de sus huéspedes y cocinarle a dichos comensales. Llevaba años dedicada a este negocio, el cual le había permitido comprar ya 4 pisos.

Por Jorge Eduardo  Ávila