Pasada la semana mayor, varias cosas son motivo de análisis y desde luego el tema político que nos dejó y nos mantiene preocupados, máxime cuando esta semana de reflexión, de recogimiento y de espiritualidad nos debió llevar a eso, a reflexionar; sacarnos ese miedo que “aparentemente” tenemos o a dejar fluir la sinvergüenzura que durante años […]
Pasada la semana mayor, varias cosas son motivo de análisis y desde luego el tema político que nos dejó y nos mantiene preocupados, máxime cuando esta semana de reflexión, de recogimiento y de espiritualidad nos debió llevar a eso, a reflexionar; sacarnos ese miedo que “aparentemente” tenemos o a dejar fluir la sinvergüenzura que durante años hemos manejado los colombianos. Seguimos siendo un país deshonesto, donde prima la malicia indígena conjugada con la pícara sangre española. No en vano nos descubrió y conquistó Colón con su recua de maleantes. Dice el Cardenal Rubén Salazar, que somos expertos en cizaña, que somos influenciables y que actuamos de manera miedosa ante la responsabilidad de ser protagonistas de primer orden en los cambios sustanciales que merece este país.
Nada nuevo dice el Cardenal, pero obliga a un análisis de nuestra realidad. La salida fácil es dedicarnos a polarizar más nuestro sentido de compromiso y respeto, por nosotros y por todos. La idea es ridiculizar al otro, llamarlo paraco o guerrillero.
Que sí el man de las casas se reunió con los deportistas, seguro le pagó al Pibe y al Happy para su publicidad y apoyo, por otro lado todas las redes preguntan ¿si el man títere gana las elecciones se sentará en la silla presidencial o en las piernas de Uribe? si el man del M-19 con sus aguacates nos va a convertir en castro chavistas; por demás el profesor paisa con su dulzura insípida y los que van por la Calle de la amargura con el sí o con el no, siguen sin convencer del todo. Nos dedicamos mientras tanto, a hacer análisis superfluos sin responsabilidad y llenos de un miedo cobarde que nos lleva a actuar de manera irresponsable. Dejando que sean los de siempre, quienes desangran nuestro país: los Samper, Pastrana, Uribe y Santos, junto con las gatas y ratas, los ñoños y los kikos; uno que otro Lobo disfrazado de oveja. Que sean ellos quienes manejen este país de cafres es caótico.
Y nuestro cielo departamental cada día más cargado de nubes negras. Seguimos aplaudiendo a Nules y Morenos; a los que se robaron a Reficar, cortes deshonestas y jueces igual; el fiscal anticorrupción es corrupto. Esa es la malicia indígena que nos gusta. Pasada la Semana Santa viene el Festival Vallenato con Carlos Vives; el 27 de mayo escogemos el presidente: al cerdito, al coscorrón o al aguacate o nos vamos para la segunda vuelta, al final nos sentamos a esperar el mundial y túúú tranquilo, que aquí no pasa nada. Aguante es lo que tenemos. Sólo Eso.
Pasada la semana mayor, varias cosas son motivo de análisis y desde luego el tema político que nos dejó y nos mantiene preocupados, máxime cuando esta semana de reflexión, de recogimiento y de espiritualidad nos debió llevar a eso, a reflexionar; sacarnos ese miedo que “aparentemente” tenemos o a dejar fluir la sinvergüenzura que durante años […]
Pasada la semana mayor, varias cosas son motivo de análisis y desde luego el tema político que nos dejó y nos mantiene preocupados, máxime cuando esta semana de reflexión, de recogimiento y de espiritualidad nos debió llevar a eso, a reflexionar; sacarnos ese miedo que “aparentemente” tenemos o a dejar fluir la sinvergüenzura que durante años hemos manejado los colombianos. Seguimos siendo un país deshonesto, donde prima la malicia indígena conjugada con la pícara sangre española. No en vano nos descubrió y conquistó Colón con su recua de maleantes. Dice el Cardenal Rubén Salazar, que somos expertos en cizaña, que somos influenciables y que actuamos de manera miedosa ante la responsabilidad de ser protagonistas de primer orden en los cambios sustanciales que merece este país.
Nada nuevo dice el Cardenal, pero obliga a un análisis de nuestra realidad. La salida fácil es dedicarnos a polarizar más nuestro sentido de compromiso y respeto, por nosotros y por todos. La idea es ridiculizar al otro, llamarlo paraco o guerrillero.
Que sí el man de las casas se reunió con los deportistas, seguro le pagó al Pibe y al Happy para su publicidad y apoyo, por otro lado todas las redes preguntan ¿si el man títere gana las elecciones se sentará en la silla presidencial o en las piernas de Uribe? si el man del M-19 con sus aguacates nos va a convertir en castro chavistas; por demás el profesor paisa con su dulzura insípida y los que van por la Calle de la amargura con el sí o con el no, siguen sin convencer del todo. Nos dedicamos mientras tanto, a hacer análisis superfluos sin responsabilidad y llenos de un miedo cobarde que nos lleva a actuar de manera irresponsable. Dejando que sean los de siempre, quienes desangran nuestro país: los Samper, Pastrana, Uribe y Santos, junto con las gatas y ratas, los ñoños y los kikos; uno que otro Lobo disfrazado de oveja. Que sean ellos quienes manejen este país de cafres es caótico.
Y nuestro cielo departamental cada día más cargado de nubes negras. Seguimos aplaudiendo a Nules y Morenos; a los que se robaron a Reficar, cortes deshonestas y jueces igual; el fiscal anticorrupción es corrupto. Esa es la malicia indígena que nos gusta. Pasada la Semana Santa viene el Festival Vallenato con Carlos Vives; el 27 de mayo escogemos el presidente: al cerdito, al coscorrón o al aguacate o nos vamos para la segunda vuelta, al final nos sentamos a esperar el mundial y túúú tranquilo, que aquí no pasa nada. Aguante es lo que tenemos. Sólo Eso.