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Columnista - 17 agosto, 2015

Miedo al después

Todos esperamos la paz. Las nuevas generaciones no la conocen; y las anteriores, solo a medias. Ahora, cuando se vislumbra el final de la guerra, hay alegría entre los que creen ciegamente en el feliz término de las conversaciones de La Habana; otros escépticos, la ven lejana. La verdad es que el proceso tarda, quizás […]

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Todos esperamos la paz. Las nuevas generaciones no la conocen; y las anteriores, solo a medias. Ahora, cuando se vislumbra el final de la guerra, hay alegría entre los que creen ciegamente en el feliz término de las conversaciones de La Habana; otros escépticos, la ven lejana. La verdad es que el proceso tarda, quizás porque el conflicto tan largo no se acaba así como así.

Hay miedo a lo que viene después, al posconflicto. Es extraño que se tema a la paz que llega, siempre ocurre así.

Si leemos la historia sobre el tema que comento, nos damos cuenta de que el final de una guerra es duro para los pueblos. Un solo ejemplo nos ilustra: cuando asesinaron a Rafael Leonidas Trujillo, uno de los más sanguinarios dictadores que sometió a la República Dominicana a sus diabólicos caprichos; hubo júbilo, pero con el correr de los días, y el cinco veces presidente Balaguer tratando de ordenar lo desordenado, los ciudadanos comenzaron a buscar el mejor asidero y acostumbrarse a una nueva vida y se llegó a oír a algunos que decían: “Era mejor en época de Trujillo”.

Es el proceso de acostumbramiento a una vida distinta. Aquí, si se firma la paz, se nos vienen encima muchas situaciones con las que tendremos que convivir. Lo vemos en los reinsertados y en algunos desplazados deambulando por las calles, en el rebusque o delinquiendo soterradamente; los obliga el desempleo, el hambre o el espíritu guerrero que no se les ha aplacado.

¿Cómo y qué va a hacer el país con los millares de guerrilleros que dejarán las armas y se acomodarán a la vida ‘apacible’? Si los reinsertados nos parecen muchos, los guerrilleros son muchos más. Me imagino que eso lo estarán tratando en Cuba, y cuando el pueblo conozca qué fue lo que se acordó, tratará de acomodarse a la nueva vida.

Con razón el presidente Santo repite una y otra vez: “No le tengan miedo a la paz”, porque él sabe que lo que viene no es fácil, y los analistas, politólogos, el ciudadano pensante saben que el cambio es difícil; todos los cambios lo son, más cuando se trata de una guerrilla que ha mangoneado por más de cincuenta años.

Y, ¿qué va a pasar con los otros grupos guerrilleros y bandas criminales? Otro proceso largo, porque ellos no se van a aquedar quietos, no están quietos y se pueden crecer si se les suman los disidentes de la paz que firmen las FARC.

Así, mientras el país se enfrasca en discusiones sobre si el helicóptero se cayó o lo tumbaron (¡cuántos no han derribado!), si se muestra indiferente ante el pavor que genera el que nuestros niños esté drogándose con cualquier sustancia; se alimenten con comida podrida; sean abusados y asesinados; y haya un revuelto de campañas políticas en marcha, encontronazos entre unos grupos políticos y otros; hay temor al después de la paz. Parece mentira, pero lo hay desde ahora, y lo habrá cuando se instale en firme en el país.

Columnista
17 agosto, 2015

Miedo al después

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

Todos esperamos la paz. Las nuevas generaciones no la conocen; y las anteriores, solo a medias. Ahora, cuando se vislumbra el final de la guerra, hay alegría entre los que creen ciegamente en el feliz término de las conversaciones de La Habana; otros escépticos, la ven lejana. La verdad es que el proceso tarda, quizás […]


Todos esperamos la paz. Las nuevas generaciones no la conocen; y las anteriores, solo a medias. Ahora, cuando se vislumbra el final de la guerra, hay alegría entre los que creen ciegamente en el feliz término de las conversaciones de La Habana; otros escépticos, la ven lejana. La verdad es que el proceso tarda, quizás porque el conflicto tan largo no se acaba así como así.

Hay miedo a lo que viene después, al posconflicto. Es extraño que se tema a la paz que llega, siempre ocurre así.

Si leemos la historia sobre el tema que comento, nos damos cuenta de que el final de una guerra es duro para los pueblos. Un solo ejemplo nos ilustra: cuando asesinaron a Rafael Leonidas Trujillo, uno de los más sanguinarios dictadores que sometió a la República Dominicana a sus diabólicos caprichos; hubo júbilo, pero con el correr de los días, y el cinco veces presidente Balaguer tratando de ordenar lo desordenado, los ciudadanos comenzaron a buscar el mejor asidero y acostumbrarse a una nueva vida y se llegó a oír a algunos que decían: “Era mejor en época de Trujillo”.

Es el proceso de acostumbramiento a una vida distinta. Aquí, si se firma la paz, se nos vienen encima muchas situaciones con las que tendremos que convivir. Lo vemos en los reinsertados y en algunos desplazados deambulando por las calles, en el rebusque o delinquiendo soterradamente; los obliga el desempleo, el hambre o el espíritu guerrero que no se les ha aplacado.

¿Cómo y qué va a hacer el país con los millares de guerrilleros que dejarán las armas y se acomodarán a la vida ‘apacible’? Si los reinsertados nos parecen muchos, los guerrilleros son muchos más. Me imagino que eso lo estarán tratando en Cuba, y cuando el pueblo conozca qué fue lo que se acordó, tratará de acomodarse a la nueva vida.

Con razón el presidente Santo repite una y otra vez: “No le tengan miedo a la paz”, porque él sabe que lo que viene no es fácil, y los analistas, politólogos, el ciudadano pensante saben que el cambio es difícil; todos los cambios lo son, más cuando se trata de una guerrilla que ha mangoneado por más de cincuenta años.

Y, ¿qué va a pasar con los otros grupos guerrilleros y bandas criminales? Otro proceso largo, porque ellos no se van a aquedar quietos, no están quietos y se pueden crecer si se les suman los disidentes de la paz que firmen las FARC.

Así, mientras el país se enfrasca en discusiones sobre si el helicóptero se cayó o lo tumbaron (¡cuántos no han derribado!), si se muestra indiferente ante el pavor que genera el que nuestros niños esté drogándose con cualquier sustancia; se alimenten con comida podrida; sean abusados y asesinados; y haya un revuelto de campañas políticas en marcha, encontronazos entre unos grupos políticos y otros; hay temor al después de la paz. Parece mentira, pero lo hay desde ahora, y lo habrá cuando se instale en firme en el país.