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Columnista - 29 junio, 2014

Mi madrina que se fue

(Ahora que yo quería tener mi madre viva pregunto por su vida y me contesta el dolor. Antonio Aguilar) En obediencia a la perentoria orden de la divina providencia ha dejado de existir mi madrina Olga Ibarra, quien por voluntad inequívoca de Evaristo y Clara, mis viejos, nos llevó a la Pila Bautismal a Chichi […]

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(Ahora que yo quería tener mi madre viva pregunto por su vida y me contesta el dolor. Antonio Aguilar)

En obediencia a la perentoria orden de la divina providencia ha dejado de existir mi madrina Olga Ibarra, quien por voluntad inequívoca de Evaristo y Clara, mis viejos, nos llevó a la Pila Bautismal a Chichi mi hermano y a mí, un veintidós de Mayo durante la celebración de las fiestas patronales de Santa Rita de Casia en Mongui, y por lo mismo por su intercesión recibimos el primer Sacramento.

Mi madrina, fue la comadre, prima, amiga, socia y confidente de mi vieja hasta cuando Dios me la quito; Juntas compartían las satisfacciones y las penas y muchas veces las sorprendí con el cuello doblado, dormidas, cada una en una silla, cansadas de conversar.

No olvido cada veinticinco de Diciembre cuando estaba muchacho, y la visitaba tempranito para recibir la bendición pero sobre todo el aguinaldo que para los niños era era entonces lo más importante; muchas veces, para que me “Echara la bendición”, me tocaba hacer fila porque tenía más de una docena de ahijados en el pueblo.

Esa mujer de mano dura, hablar alto y corazón noble, era de las amigas de mamá que nunca cambio conmigo, fue hilo hasta el Carreto, y siempre me decía que solo se hubiera quedado a vivir en el pueblo si su comadre estuviera con vida, imposible porque la reina mía se había marchado para siempre ya.

Fue Olga la hija de Heriberto y Yuya quien junto al Tío Manuel una noche de tragedia y terror cuando había recién cumplido mis primeros diez años, quien nos llevo a su casa a mi vieja y a mí en medio de la oscuridad y el fuego de escopetas para brindarnos protección, lo que la dibujaba de los talones a la mollera como comadre de sus comadres y solidaria ante la adversidad.

Reía cuando le decía que ella y Gina Gámez eran quienes más pésames daban en la región, sobre lo cual le escuche decir “Comadre si alguien hace un viaje para darme pésame, cuando a esa persona se le ofrezca también viajare a darle el pésame y si se me muere alguien y la persona me manda un Marconi comadre cuando se le muera alguien también le mandare un Marconi porque eso es prestao”

A sus hijos mis amigos de infancia José y Adanolis, con quienes compartí pupitre cuando aprendí las primeras letras, Heriberto y el Chiche con quienes jugábamos en nuestros primarios años, sabiendo que el dolor de madre es incurable porque lo estoy viviendo, dedico estas palabras de las santas escrituras:

“Guarden siempre en su memoria los mandamientos y enseñanzas de tus padres, llévenlos siempre sobre su corazón, átenlos alrededor del cuello, les guiaran cuando anden de viaje, les protegerán cuando estén dormidos, hablaran con ustedes cuando despierten; los mandamientos y enseñanzas son lámpara encendida y las correcciones y los consejos son el camino de la vida”.

Ante los peligros de este mundo de gente mala y de gente buena que ya a su madre nos le pertenece porque su vida es ahora de otra dimensión, recuerden el Proverbio que me enseño la mía que dice:

“No cambies de lugar las banderas antiguas, ni invadas el terreno de los huérfanos porque ellos tienen un poderoso liberador que saldrá contra ti en su defensa”

Me imagino a mi madrina con mi vieja, absortas frente a los encantos de Dios disfrutando ya de sus expresiones de amor y ternura infinita.

Columnista
29 junio, 2014

Mi madrina que se fue

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Eduardo Acosta Medina

(Ahora que yo quería tener mi madre viva pregunto por su vida y me contesta el dolor. Antonio Aguilar) En obediencia a la perentoria orden de la divina providencia ha dejado de existir mi madrina Olga Ibarra, quien por voluntad inequívoca de Evaristo y Clara, mis viejos, nos llevó a la Pila Bautismal a Chichi […]


(Ahora que yo quería tener mi madre viva pregunto por su vida y me contesta el dolor. Antonio Aguilar)

En obediencia a la perentoria orden de la divina providencia ha dejado de existir mi madrina Olga Ibarra, quien por voluntad inequívoca de Evaristo y Clara, mis viejos, nos llevó a la Pila Bautismal a Chichi mi hermano y a mí, un veintidós de Mayo durante la celebración de las fiestas patronales de Santa Rita de Casia en Mongui, y por lo mismo por su intercesión recibimos el primer Sacramento.

Mi madrina, fue la comadre, prima, amiga, socia y confidente de mi vieja hasta cuando Dios me la quito; Juntas compartían las satisfacciones y las penas y muchas veces las sorprendí con el cuello doblado, dormidas, cada una en una silla, cansadas de conversar.

No olvido cada veinticinco de Diciembre cuando estaba muchacho, y la visitaba tempranito para recibir la bendición pero sobre todo el aguinaldo que para los niños era era entonces lo más importante; muchas veces, para que me “Echara la bendición”, me tocaba hacer fila porque tenía más de una docena de ahijados en el pueblo.

Esa mujer de mano dura, hablar alto y corazón noble, era de las amigas de mamá que nunca cambio conmigo, fue hilo hasta el Carreto, y siempre me decía que solo se hubiera quedado a vivir en el pueblo si su comadre estuviera con vida, imposible porque la reina mía se había marchado para siempre ya.

Fue Olga la hija de Heriberto y Yuya quien junto al Tío Manuel una noche de tragedia y terror cuando había recién cumplido mis primeros diez años, quien nos llevo a su casa a mi vieja y a mí en medio de la oscuridad y el fuego de escopetas para brindarnos protección, lo que la dibujaba de los talones a la mollera como comadre de sus comadres y solidaria ante la adversidad.

Reía cuando le decía que ella y Gina Gámez eran quienes más pésames daban en la región, sobre lo cual le escuche decir “Comadre si alguien hace un viaje para darme pésame, cuando a esa persona se le ofrezca también viajare a darle el pésame y si se me muere alguien y la persona me manda un Marconi comadre cuando se le muera alguien también le mandare un Marconi porque eso es prestao”

A sus hijos mis amigos de infancia José y Adanolis, con quienes compartí pupitre cuando aprendí las primeras letras, Heriberto y el Chiche con quienes jugábamos en nuestros primarios años, sabiendo que el dolor de madre es incurable porque lo estoy viviendo, dedico estas palabras de las santas escrituras:

“Guarden siempre en su memoria los mandamientos y enseñanzas de tus padres, llévenlos siempre sobre su corazón, átenlos alrededor del cuello, les guiaran cuando anden de viaje, les protegerán cuando estén dormidos, hablaran con ustedes cuando despierten; los mandamientos y enseñanzas son lámpara encendida y las correcciones y los consejos son el camino de la vida”.

Ante los peligros de este mundo de gente mala y de gente buena que ya a su madre nos le pertenece porque su vida es ahora de otra dimensión, recuerden el Proverbio que me enseño la mía que dice:

“No cambies de lugar las banderas antiguas, ni invadas el terreno de los huérfanos porque ellos tienen un poderoso liberador que saldrá contra ti en su defensa”

Me imagino a mi madrina con mi vieja, absortas frente a los encantos de Dios disfrutando ya de sus expresiones de amor y ternura infinita.