Carlos Mario Rojano se encontró en Sincelejo con un tío al que no conocía y al que toda la familia daba por muerto debido a que habían pasado más de 30 años, sin tener noticias de él; esa es la mayor anécdota vivida por el boxeador que le ha dado al Cesar...
Carlos Mario Rojano se encontró en Sincelejo con un tío al que no conocía y al que toda la familia daba por muerto debido a que habían pasado más de 30 años, sin tener noticias de él; esa es la mayor anécdota vivida por el boxeador que le ha dado al Cesar medallas en cada uno de los campeonatos nacionales donde ha participado y que halló apoyo en la alcahuetería de su abuelo que lo quiere ver como campeón mundial.
“Mi abuelo de crianza es quien más me ha apoyado en esto del boxeo, ese viejo es mi alcahueta”, dijo.
Poco a poco la ilusión del anciano se va cumpliendo porque su nieto está haciendo las cosas bien pese a las dificultades que ha tenido para practicar el boxeo, todo por la poca ayuda que brindan las entidades encargadas de masificar el deporte. Su mayor tristeza la vivió en noviembre del año pasado cuando el encargado de la delegación del Cesar de Juegos Nacionales le dejó esperando transporte en Bosconia por más de tres horas cuando regresaban a Valledupar de Montería donde perdió con un valluno 20-19, en un fallo que el público de Cereté protestó porque estaban seguros que había ganado el del Cesar.
“Estuvimos varados en Bosconia desde las cinco de la tarde hasta las ocho de la noche esperando que nos enviaran un bus que terminara nuestro viaje hasta Valledupar, esa vez nos sentimos todos humillados”, agregó el boxeador.
En Montería nuestros pegadores fueron discriminados porque el jefe de la delegación brindó atención solo a lo que ocurría con el taekwondo, dejando desamparados a los demás deportistas, sin embargo esas humillaciones ayudaron a madurar más a Carlos Mario Rojano, que sin embargo lloró de rabia y estuvo a punto de abandonar el boxeo.
“La derrota injusta en Cereté y el trato que nos dio el encargado de la delegación me decepcionaron tanto que le dije al entrenador Manuel Prescott que quería renunciar, pero él me ayudó a recapacitar”, dijo el deportista que nació el 16 de diciembre de 1995 en Valledupar, hijo de Deicy Domínguez y Juan Carlos Domínguez, ambos que trabajan como meseros en distintos restaurantes de la ciudad.
Este bachiller 2012 del Colegio Leonidas Acuña, inició este año su carrera en licenciatura en inglés en la UNAD, animado por el presidente de la Liga de Boxeo del Cesar, Ramiro Gutiérrez Duica, quien le ofreció ayuda, todo para que no cumpliera con el deseo de irse a combatir en el equipo de las Fuerzas Armadas, donde según él obtendría sueldo mensual, la carrera como militar y estudios profesionales.
“Me quedé porque me convenció el presidente de la Liga, estoy estudiando en la UNAD y espero trabajar con la Fundación Buen Vivir, tal como me lo ofrecieron”, dijo el boxeador, quien por estos días está al cuidado del coliseo Jesús Penso, mientras el entrenador Manuel Prescott regresa de los Estados Unidos, a donde fue a colaborar en el combate de su hijo Breidis Prescott, y que perdió el púgil del Cesar.
Carlos Mario Rojano recuerda el día en que se presentó al coliseo Jesús Penso para aprender las artes del deporte de las narices chatas. “Fue el 20 de febrero de 2004 motivado por el boxeador Jesús Vega, quien me ayudó en mis comienzos”, expresó.
Sus entrenamientos todas las tardes empezaron a dar fruto porque cuatro años más tarde, año 2008, logró medalla de bronce en su primera participación en un campeonato nacional en Sincelejo, donde su mayor satisfacción fue que se encontró con su tío Luis Rojano, que su familia en general tenía más de 30 años de no saber de él.
“Mi tío me contó que cuando oyó mi nombre por radio estuvo seguro que yo tenía que ser familia de él, porque los Rojanos son pocos, así me dijo, luego vio mi pelea en la que gané bronce y me llevó a su casa”.
Al año siguiente regresó a Sincelejo para ganar la medalla de oro todavía en la categoría infantil pero ahora pesando 44 kilos. Sus triunfos siguieron en el 2010 con la medalla de oro en el campeonato nacional junior de Cartagena y en el 2011 en la Copa La Candelaria en la misma ciudad, y en el nacional de Barranquilla, donde con 54 kilos fue el boxeador más limpio.
El 2012 fue reservado todo para participar en los Juegos Nacionales, pero el fallo de los jueces le impidió lucirse.
Carlos Mario Rojano se encontró en Sincelejo con un tío al que no conocía y al que toda la familia daba por muerto debido a que habían pasado más de 30 años, sin tener noticias de él; esa es la mayor anécdota vivida por el boxeador que le ha dado al Cesar...
Carlos Mario Rojano se encontró en Sincelejo con un tío al que no conocía y al que toda la familia daba por muerto debido a que habían pasado más de 30 años, sin tener noticias de él; esa es la mayor anécdota vivida por el boxeador que le ha dado al Cesar medallas en cada uno de los campeonatos nacionales donde ha participado y que halló apoyo en la alcahuetería de su abuelo que lo quiere ver como campeón mundial.
“Mi abuelo de crianza es quien más me ha apoyado en esto del boxeo, ese viejo es mi alcahueta”, dijo.
Poco a poco la ilusión del anciano se va cumpliendo porque su nieto está haciendo las cosas bien pese a las dificultades que ha tenido para practicar el boxeo, todo por la poca ayuda que brindan las entidades encargadas de masificar el deporte. Su mayor tristeza la vivió en noviembre del año pasado cuando el encargado de la delegación del Cesar de Juegos Nacionales le dejó esperando transporte en Bosconia por más de tres horas cuando regresaban a Valledupar de Montería donde perdió con un valluno 20-19, en un fallo que el público de Cereté protestó porque estaban seguros que había ganado el del Cesar.
“Estuvimos varados en Bosconia desde las cinco de la tarde hasta las ocho de la noche esperando que nos enviaran un bus que terminara nuestro viaje hasta Valledupar, esa vez nos sentimos todos humillados”, agregó el boxeador.
En Montería nuestros pegadores fueron discriminados porque el jefe de la delegación brindó atención solo a lo que ocurría con el taekwondo, dejando desamparados a los demás deportistas, sin embargo esas humillaciones ayudaron a madurar más a Carlos Mario Rojano, que sin embargo lloró de rabia y estuvo a punto de abandonar el boxeo.
“La derrota injusta en Cereté y el trato que nos dio el encargado de la delegación me decepcionaron tanto que le dije al entrenador Manuel Prescott que quería renunciar, pero él me ayudó a recapacitar”, dijo el deportista que nació el 16 de diciembre de 1995 en Valledupar, hijo de Deicy Domínguez y Juan Carlos Domínguez, ambos que trabajan como meseros en distintos restaurantes de la ciudad.
Este bachiller 2012 del Colegio Leonidas Acuña, inició este año su carrera en licenciatura en inglés en la UNAD, animado por el presidente de la Liga de Boxeo del Cesar, Ramiro Gutiérrez Duica, quien le ofreció ayuda, todo para que no cumpliera con el deseo de irse a combatir en el equipo de las Fuerzas Armadas, donde según él obtendría sueldo mensual, la carrera como militar y estudios profesionales.
“Me quedé porque me convenció el presidente de la Liga, estoy estudiando en la UNAD y espero trabajar con la Fundación Buen Vivir, tal como me lo ofrecieron”, dijo el boxeador, quien por estos días está al cuidado del coliseo Jesús Penso, mientras el entrenador Manuel Prescott regresa de los Estados Unidos, a donde fue a colaborar en el combate de su hijo Breidis Prescott, y que perdió el púgil del Cesar.
Carlos Mario Rojano recuerda el día en que se presentó al coliseo Jesús Penso para aprender las artes del deporte de las narices chatas. “Fue el 20 de febrero de 2004 motivado por el boxeador Jesús Vega, quien me ayudó en mis comienzos”, expresó.
Sus entrenamientos todas las tardes empezaron a dar fruto porque cuatro años más tarde, año 2008, logró medalla de bronce en su primera participación en un campeonato nacional en Sincelejo, donde su mayor satisfacción fue que se encontró con su tío Luis Rojano, que su familia en general tenía más de 30 años de no saber de él.
“Mi tío me contó que cuando oyó mi nombre por radio estuvo seguro que yo tenía que ser familia de él, porque los Rojanos son pocos, así me dijo, luego vio mi pelea en la que gané bronce y me llevó a su casa”.
Al año siguiente regresó a Sincelejo para ganar la medalla de oro todavía en la categoría infantil pero ahora pesando 44 kilos. Sus triunfos siguieron en el 2010 con la medalla de oro en el campeonato nacional junior de Cartagena y en el 2011 en la Copa La Candelaria en la misma ciudad, y en el nacional de Barranquilla, donde con 54 kilos fue el boxeador más limpio.
El 2012 fue reservado todo para participar en los Juegos Nacionales, pero el fallo de los jueces le impidió lucirse.