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Columnista - 3 enero, 2020

Métele la mingambrea

Fue un duelo a muerte, El Mejor, así se autodenomina con una buena cruz y yo, pésimo jugador, según El Mejor, con Juancho Pinto “El Loquito” lo apoda El Mejor en un memorable mano a mano de dominó en la legendaria y exclusiva cancha, con aire acondicionado, cámaras para reproducir jugadas, televisor, música clásica, delicioso […]

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Fue un duelo a muerte, El Mejor, así se autodenomina con una buena cruz y yo, pésimo jugador, según El Mejor, con Juancho Pinto “El Loquito” lo apoda El Mejor en un memorable mano a mano de dominó en la legendaria y exclusiva cancha, con aire acondicionado, cámaras para reproducir jugadas, televisor, música clásica, delicioso tinto y un nevecón full a disposición del Dr. Marcelo Calderón y su atenta y jovial señora Doña Laura para brindarle a los asistentes.

En la primera partida le metimos un tiro de cielo, quedaron locos e insultó, costumbre inveterada de El Mejor a su compañero Bernelis López, muy buen jugador, pero presionado y asustado, pero “salgan pal otro”, dijo y en un concierto de fichas bien dadas, le metimos una pasadera, quedó obnubilado, como loco y el pobre Bernelis fue el pagano, qué no le dijo; se levantaron y entraron Fausto Cotes con Leo Maya y también cayeron, pero con dignidad y nuevamente se sentó El Mejor con Hilario Añez, fue peor, le metimos las espuelas en los muslos, zancajo y quedaron tiesos, se paró energúmeno y hecho un botafuego, le dijo a Hilario hasta de lo que se iba a morir y le pidió que se retirara del dominó e Hilario para no pelear sólo dijo: “está de remate, hay que amarrarlo”.

Seguimos y Yalil, bueno, calculador y avispado con Oscar Ochoa nos sacaron, pues ya las nalgas y zonas fronterizas las teníamos dormidas de tanto estar sentados; descansamos y nuevamente me tocó el turno y El Mejor reforzado y previamente arreglado con Oscar Ochoa, jugador de 18 quilates, pero también presionado y asustado, a quien le dijo: “vamos a ver par de lechosos, metefichas, van pá fuera, los vamos a acabar”.

Arrancamos y ahí fue Troya, primero, un buche de sangre y fuera, El Mejor se desesperó y alterado me dijo: “te apuesto 50/20, te voy es a fregar”, lo dijo con J. “Yo no vengo a ganar, pero sí me gusta, sino a divertirme” le contesté y salí con el doble 6, le dejé 4 fichas en la mano, salimos nuevamente y fue como un entrenamiento y el pobre Oscar asustado la metió mal y ¡zas! Fulminante tiro de corazón, El Mejor explotó y yo viendo las cosas ya muy feas e imitando al avispado del turco Yalil, dije: “me retiro, de esta mazorca ni un grano” y pá qué fue aquello, vociferó, gritó, manoteó, echó baba y revólver en mano (un manduco de carreto), con los ojos espepitados exclamó: “si te vas, no juego más nunca contigo y confieso que me dio miedo, temí por mi vida y la de Juancho” y seguimos y eso fue peor, la coordinación con mi cruz, sin arreglos previos, fue perfecta y después de ganar otras dos partidas, aprovechó como cualquier gallo mampolón para levantarse y correrse, haciendo cleo, cleo, cleo, con el argumento de que yo era pícaro porque él había dicho: “métele la mingambrea, repítele la misma dosis” y Juancho ni corto ni perezoso me dio el 6 nuevamente. Se levantó y se fue hecho un diablo, pero “con la cabeza agacha de la pena” y con el rabo entre las patas, no sin antes pegarle su consabido insultón a Oscar.

Pero no importa, los seguimos soportando, él es así, impulsivo, irreverente y grosero, pero lo salva que es Martínez, que somos buenos, bondadosos y serviciales, porque por los Maya no hay por dónde, como decía mi inolvidable prima Justa Matilde Escalona Martínez.

Columnista
3 enero, 2020

Métele la mingambrea

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Fue un duelo a muerte, El Mejor, así se autodenomina con una buena cruz y yo, pésimo jugador, según El Mejor, con Juancho Pinto “El Loquito” lo apoda El Mejor en un memorable mano a mano de dominó en la legendaria y exclusiva cancha, con aire acondicionado, cámaras para reproducir jugadas, televisor, música clásica, delicioso […]


Fue un duelo a muerte, El Mejor, así se autodenomina con una buena cruz y yo, pésimo jugador, según El Mejor, con Juancho Pinto “El Loquito” lo apoda El Mejor en un memorable mano a mano de dominó en la legendaria y exclusiva cancha, con aire acondicionado, cámaras para reproducir jugadas, televisor, música clásica, delicioso tinto y un nevecón full a disposición del Dr. Marcelo Calderón y su atenta y jovial señora Doña Laura para brindarle a los asistentes.

En la primera partida le metimos un tiro de cielo, quedaron locos e insultó, costumbre inveterada de El Mejor a su compañero Bernelis López, muy buen jugador, pero presionado y asustado, pero “salgan pal otro”, dijo y en un concierto de fichas bien dadas, le metimos una pasadera, quedó obnubilado, como loco y el pobre Bernelis fue el pagano, qué no le dijo; se levantaron y entraron Fausto Cotes con Leo Maya y también cayeron, pero con dignidad y nuevamente se sentó El Mejor con Hilario Añez, fue peor, le metimos las espuelas en los muslos, zancajo y quedaron tiesos, se paró energúmeno y hecho un botafuego, le dijo a Hilario hasta de lo que se iba a morir y le pidió que se retirara del dominó e Hilario para no pelear sólo dijo: “está de remate, hay que amarrarlo”.

Seguimos y Yalil, bueno, calculador y avispado con Oscar Ochoa nos sacaron, pues ya las nalgas y zonas fronterizas las teníamos dormidas de tanto estar sentados; descansamos y nuevamente me tocó el turno y El Mejor reforzado y previamente arreglado con Oscar Ochoa, jugador de 18 quilates, pero también presionado y asustado, a quien le dijo: “vamos a ver par de lechosos, metefichas, van pá fuera, los vamos a acabar”.

Arrancamos y ahí fue Troya, primero, un buche de sangre y fuera, El Mejor se desesperó y alterado me dijo: “te apuesto 50/20, te voy es a fregar”, lo dijo con J. “Yo no vengo a ganar, pero sí me gusta, sino a divertirme” le contesté y salí con el doble 6, le dejé 4 fichas en la mano, salimos nuevamente y fue como un entrenamiento y el pobre Oscar asustado la metió mal y ¡zas! Fulminante tiro de corazón, El Mejor explotó y yo viendo las cosas ya muy feas e imitando al avispado del turco Yalil, dije: “me retiro, de esta mazorca ni un grano” y pá qué fue aquello, vociferó, gritó, manoteó, echó baba y revólver en mano (un manduco de carreto), con los ojos espepitados exclamó: “si te vas, no juego más nunca contigo y confieso que me dio miedo, temí por mi vida y la de Juancho” y seguimos y eso fue peor, la coordinación con mi cruz, sin arreglos previos, fue perfecta y después de ganar otras dos partidas, aprovechó como cualquier gallo mampolón para levantarse y correrse, haciendo cleo, cleo, cleo, con el argumento de que yo era pícaro porque él había dicho: “métele la mingambrea, repítele la misma dosis” y Juancho ni corto ni perezoso me dio el 6 nuevamente. Se levantó y se fue hecho un diablo, pero “con la cabeza agacha de la pena” y con el rabo entre las patas, no sin antes pegarle su consabido insultón a Oscar.

Pero no importa, los seguimos soportando, él es así, impulsivo, irreverente y grosero, pero lo salva que es Martínez, que somos buenos, bondadosos y serviciales, porque por los Maya no hay por dónde, como decía mi inolvidable prima Justa Matilde Escalona Martínez.