“… Olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta…”. Filipenses 3:13-14. Llegó diciembre con su ventolera y no podemos esperar el último día para establecer nuestras metas para el próximo año. El establecimiento de metas es como una fuente de energía que transmite vitalidad y sentido […]
“… Olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta…”. Filipenses 3:13-14.
Llegó diciembre con su ventolera y no podemos esperar el último día para establecer nuestras metas para el próximo año. El establecimiento de metas es como una fuente de energía que transmite vitalidad y sentido de propósito a nuestras vidas.
Es importante establecer metas para que Dios pueda manifestar su gloria a través de nuestras vidas. De allí la importancia de tener una visión clara acerca del futuro. Un ejemplo de esto es el caso del patriarca Jacob cuando estableció metas visualizando las ovejas salpicadas de color: tuvo que esforzarse, descortezando varas verdes para descubrir lo blanco de las varas y colocándolas en los abrevaderos de las ovejas hasta lograr convertirse en dueño de un gran rebaño. El milagro de Dios se manifiesta cuando establecemos metas claras, visualizamos las metas establecidas y ponemos nuestro máximo esfuerzo para alcanzarlas.
Dos grandes principios emergen del estudio de las metas: el primero es el principio de la visión o visualización. Consiste en atraer aquello que estamos observando o ser atraído por el objeto que observo. Tal fue la situación de Abraham cuando Dios le mandó a contar la arena del desierto, las estrellas del universo o mirar la tierra que le daría. No se habla de mirar simplemente con los ojos físicos, sino de usar la imaginación y ver los resultados con los ojos de la fe. La imaginación gobierna la mente del hombre, de allí el dicho: “Hay que ver antes de poseer”. Debemos llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo y visualizar las metas con intensidad, hasta que mi persona y el objeto se acerquen, a tal punto que se pertenezcan el uno al otro.
El segundo principio natural es el de la misión. Consiste en asociarse con personas de las mismas cualidades mías. Los burros se buscan para rascarse, reza el dicho popular, este es el principio de buscar y juntarse con personas que comparten mis sueños e intereses y unen sus hombros con los míos para avanzar. Este principio también opera en lo negativo, los fracasados, acomplejados y de poco ánimo también se buscan para asociarse.
David, hombre de gran visión, tuvo a Jonatán y a Joab como socios. Salomón, su hijo, se rodeó de personas sabias que le ayudaron a gobernar con sabiduría, mientras que Roboam, hijo de Salomón, recordado como un rey fracasado, se rodeó de personas necias que causaron la división del reino.
Apreciados amigos: de nada sirve que tengamos una fe tan grande como para mover las montañas si no sabemos cómo usarla y qué hacer con ella. Aquel que nada espera nada recibe. ¡Apúntale a la nada y de seguro le darás!
En este diciembre vamos a rodearnos de personas apasionadas, con quienes compartir ideas creativas y motivadoras que contagien. Tengamos una clara visión de los anhelos, sueños y planes que tenemos para el 2022, pongamoslos con fe en las manos de nuestro buen Dios y asociémonos con personas que nos impulsen y ayuden a lograrlo.
¡A establecer metas propias! “Deléitate así mismo en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón”. Un abrazo en Cristo.
“… Olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta…”. Filipenses 3:13-14. Llegó diciembre con su ventolera y no podemos esperar el último día para establecer nuestras metas para el próximo año. El establecimiento de metas es como una fuente de energía que transmite vitalidad y sentido […]
“… Olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta…”. Filipenses 3:13-14.
Llegó diciembre con su ventolera y no podemos esperar el último día para establecer nuestras metas para el próximo año. El establecimiento de metas es como una fuente de energía que transmite vitalidad y sentido de propósito a nuestras vidas.
Es importante establecer metas para que Dios pueda manifestar su gloria a través de nuestras vidas. De allí la importancia de tener una visión clara acerca del futuro. Un ejemplo de esto es el caso del patriarca Jacob cuando estableció metas visualizando las ovejas salpicadas de color: tuvo que esforzarse, descortezando varas verdes para descubrir lo blanco de las varas y colocándolas en los abrevaderos de las ovejas hasta lograr convertirse en dueño de un gran rebaño. El milagro de Dios se manifiesta cuando establecemos metas claras, visualizamos las metas establecidas y ponemos nuestro máximo esfuerzo para alcanzarlas.
Dos grandes principios emergen del estudio de las metas: el primero es el principio de la visión o visualización. Consiste en atraer aquello que estamos observando o ser atraído por el objeto que observo. Tal fue la situación de Abraham cuando Dios le mandó a contar la arena del desierto, las estrellas del universo o mirar la tierra que le daría. No se habla de mirar simplemente con los ojos físicos, sino de usar la imaginación y ver los resultados con los ojos de la fe. La imaginación gobierna la mente del hombre, de allí el dicho: “Hay que ver antes de poseer”. Debemos llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo y visualizar las metas con intensidad, hasta que mi persona y el objeto se acerquen, a tal punto que se pertenezcan el uno al otro.
El segundo principio natural es el de la misión. Consiste en asociarse con personas de las mismas cualidades mías. Los burros se buscan para rascarse, reza el dicho popular, este es el principio de buscar y juntarse con personas que comparten mis sueños e intereses y unen sus hombros con los míos para avanzar. Este principio también opera en lo negativo, los fracasados, acomplejados y de poco ánimo también se buscan para asociarse.
David, hombre de gran visión, tuvo a Jonatán y a Joab como socios. Salomón, su hijo, se rodeó de personas sabias que le ayudaron a gobernar con sabiduría, mientras que Roboam, hijo de Salomón, recordado como un rey fracasado, se rodeó de personas necias que causaron la división del reino.
Apreciados amigos: de nada sirve que tengamos una fe tan grande como para mover las montañas si no sabemos cómo usarla y qué hacer con ella. Aquel que nada espera nada recibe. ¡Apúntale a la nada y de seguro le darás!
En este diciembre vamos a rodearnos de personas apasionadas, con quienes compartir ideas creativas y motivadoras que contagien. Tengamos una clara visión de los anhelos, sueños y planes que tenemos para el 2022, pongamoslos con fe en las manos de nuestro buen Dios y asociémonos con personas que nos impulsen y ayuden a lograrlo.
¡A establecer metas propias! “Deléitate así mismo en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón”. Un abrazo en Cristo.