Es una burla a la autoridad y la sociedad el comportamiento de los ciudadanos que de forma descarada le roban a la ciudad y al municipio, que somos todos, los centros de manzana del centro, el espacio público, la zonas de cesión, las propias vías para parquear. En general, todos los bienes de la comunidad. […]
Es una burla a la autoridad y la sociedad el comportamiento de los ciudadanos que de forma descarada le roban a la ciudad y al municipio, que somos todos, los centros de manzana del centro, el espacio público, la zonas de cesión, las propias vías para parquear. En general, todos los bienes de la comunidad. Quedamos muy mal los vallenatos y también sus gobernantes.
Parece ser una mentalidad, una cultura, del atajo, de la viveza, de imponer el capricho personal sobre el interés público y el bien común. El sometimiento de lo individual sobre lo colectivo. Llegando a situaciones desbordadas como la arrogancia de los conductores que con sus carros desafían a los peatones y ocupan cuanto sitio haya en una vía para ocuparlo.
A los peatones corresponde a veces bajar a la calzada de la vía y exponerse a que un carro los atropelle porque no pueden caminar por los andenes. Hoy acorralan el Centro Histórico. Cuando no son los vehículos son aquellos vendedores ambulantes que sorpresivamente se vuelven estacionarios; otras veces son algunos comerciantes formales que desesperados han tomado la determinación de ocuparlos para evitar que los carros o los vendedores de calle les ocupen sus frentes.
Esa mentalidad, aupada por ‘líderes negociantes’, ha explotado la elocuente necesidad de migrantes que llegan a la ciudad para organizar invasiones levantando cambuches, con la expectativa de permanecer, hacer un negocio, u obtener a cambio un beneficio concreto del Estado.
No desconocemos el drama, la profunda inequidad de nuestra sociedad y de cómo los más pobres se ven ante la realidad de que no tienen un techo. Hemos hecho visibles en fotografías y reportajes la carencia manifestada en los rostros de niños que en medio de su inocencia no saben lo que sucede a su alrededor, especialmente cuando hay los desalojos. La política de vivienda del gobierno ha sido generosa y dinámica pero no alcanza a cubrir al estrato 1 y a migrantes venezolanos. Pero se podrían buscar alternativas. Eso no justifica el ‘tráfico’ oportunista de sentidas necesidades.
Igual argumento podría aplicar para justificar el oficio y persistencia de los vendedores de calle. Y los restaurantes y establecimientos que dado el covid-19 y las exigencias de ventilación se les ha autorizado ocupar con sus mesas y mobiliario el espacio; hay que hacerles ver que esa habilitación es temporal.
El caso de los centros de manzana del centro histórico, terrenos de ejidos municipales, también raya en la viveza de vecinos que suelen “correr la cerca”, ahora corren dominios, levantan paredes y se valen de argucias ante las flexibles curadurías para conquistar su ambición.
También es frecuente el desplazamiento de personas hacia zonas obligatorias de cesión, aquellas que debe transferir al municipio los propietarios de tierras donde se adelantan las construcciones. Esa son zonas claves para construir escuelas, infraestructuras de salud y educación y de servicios sociales o deportivos. Inescrupulosos a sabiendas, pensando que lo público no tiene dolientes, se aprovechan invadiéndolas.
Es una burla a la autoridad y la sociedad el comportamiento de los ciudadanos que de forma descarada le roban a la ciudad y al municipio, que somos todos, los centros de manzana del centro, el espacio público, la zonas de cesión, las propias vías para parquear. En general, todos los bienes de la comunidad. […]
Es una burla a la autoridad y la sociedad el comportamiento de los ciudadanos que de forma descarada le roban a la ciudad y al municipio, que somos todos, los centros de manzana del centro, el espacio público, la zonas de cesión, las propias vías para parquear. En general, todos los bienes de la comunidad. Quedamos muy mal los vallenatos y también sus gobernantes.
Parece ser una mentalidad, una cultura, del atajo, de la viveza, de imponer el capricho personal sobre el interés público y el bien común. El sometimiento de lo individual sobre lo colectivo. Llegando a situaciones desbordadas como la arrogancia de los conductores que con sus carros desafían a los peatones y ocupan cuanto sitio haya en una vía para ocuparlo.
A los peatones corresponde a veces bajar a la calzada de la vía y exponerse a que un carro los atropelle porque no pueden caminar por los andenes. Hoy acorralan el Centro Histórico. Cuando no son los vehículos son aquellos vendedores ambulantes que sorpresivamente se vuelven estacionarios; otras veces son algunos comerciantes formales que desesperados han tomado la determinación de ocuparlos para evitar que los carros o los vendedores de calle les ocupen sus frentes.
Esa mentalidad, aupada por ‘líderes negociantes’, ha explotado la elocuente necesidad de migrantes que llegan a la ciudad para organizar invasiones levantando cambuches, con la expectativa de permanecer, hacer un negocio, u obtener a cambio un beneficio concreto del Estado.
No desconocemos el drama, la profunda inequidad de nuestra sociedad y de cómo los más pobres se ven ante la realidad de que no tienen un techo. Hemos hecho visibles en fotografías y reportajes la carencia manifestada en los rostros de niños que en medio de su inocencia no saben lo que sucede a su alrededor, especialmente cuando hay los desalojos. La política de vivienda del gobierno ha sido generosa y dinámica pero no alcanza a cubrir al estrato 1 y a migrantes venezolanos. Pero se podrían buscar alternativas. Eso no justifica el ‘tráfico’ oportunista de sentidas necesidades.
Igual argumento podría aplicar para justificar el oficio y persistencia de los vendedores de calle. Y los restaurantes y establecimientos que dado el covid-19 y las exigencias de ventilación se les ha autorizado ocupar con sus mesas y mobiliario el espacio; hay que hacerles ver que esa habilitación es temporal.
El caso de los centros de manzana del centro histórico, terrenos de ejidos municipales, también raya en la viveza de vecinos que suelen “correr la cerca”, ahora corren dominios, levantan paredes y se valen de argucias ante las flexibles curadurías para conquistar su ambición.
También es frecuente el desplazamiento de personas hacia zonas obligatorias de cesión, aquellas que debe transferir al municipio los propietarios de tierras donde se adelantan las construcciones. Esa son zonas claves para construir escuelas, infraestructuras de salud y educación y de servicios sociales o deportivos. Inescrupulosos a sabiendas, pensando que lo público no tiene dolientes, se aprovechan invadiéndolas.