En buena hora, el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos ha señalado el mejoramiento de la calidad como el principal reto de la educación del país en el mediano y largo plazo, según lo ha ratificado la ministra del ramo, María Fernando Campo. La consideramos una decisión acertada, luego de los avances logrados en materia […]
En buena hora, el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos ha señalado el mejoramiento de la calidad como el principal reto de la educación del país en el mediano y largo plazo, según lo ha ratificado la ministra del ramo, María Fernando Campo.
La consideramos una decisión acertada, luego de los avances logrados en materia de aumento de cobertura y del mejoramiento de la infraestructura, de forma sustancial, durante el gobierno de Uribe Vélez, bajo la gestión de Cecilia María Vélez White, que desarrolló una gran labor durante los ocho años al frente de esa cartera.
Pero mucho va del dicho al hecho. Hay que advertir mejorar la calidad es una tarea de largo alcance, que no se podrá lograr de la noche a la mañana y que tampoco será uniforme en todas las regiones del país.
En primer lugar, hay que relacionar la política educativa con otras políticas sociales y económicas, para lograr el éxito de la primera. Mejorar la calidad de la educación está asociado, también, a programas encaminados a combatir la desnutrición y lograr una buena alimentación de los niños y jóvenes, y de manera prioritaria en los primeros años de vida cuando el desarrollo físico-sicológico tienen implicaciones irreversibles para el resto de la vida.
En segundo término, esa política educativa debe estar relacionada con los programas de lucha contra la pobreza, que permitan evitar la deserción escolar e impedir que los niños tengan que trabajar, como sucede hoy en muchas zonas del país, para contribuir a mejorar el menguado ingreso de sus hogares. Hay que insistir en los estímulos para que los padres lleven sus niños a las escuelas y lograr la permanencia de los mismos.
Igualmente, vemos bien encaminado que el objetivo general sea reducir la brecha que hoy existen en el país, pero que se refleja más en la educación entre el sector urbano y el sector rural; educación pública y educación privada. Pero, adicionalmente, se debe tener muy en cuenta que Colombia es un país de regiones, y que estas marcan mucho su economía, su cultura y su idiosincrasia, entre otros aspectos.
Hemos resaltado en estas mismas páginas los avances logrados en la educación para la primera infancia, que es trascendental para el resto de la educación de la persona en la vida moderna, según lo han demostrado varios estudios realizados por pedagogos, sicólogos y sociólogos. Facilitar y garantizar el acceso a la educación en estos primeros años, a los niños de las familias más pobres debe ser un objetivo central de esa política.
Una de las estrategias expuesta por la Ministra para lograr ese mejoramiento de la calidad, está relacionada con el re-entrenamiento y capacitación de los profesores de menor desempeño.
Pero, también debe haber estrategias enfocadas a otros actores y variables, como el bilingüismo, las nuevas tecnologías y la innovación con métodos pedagógicos y de evaluación de los países que presenten hoy los mejores indicadores en las pruebas saber y de otro tipo, que son las que se utilizan para comparar la calidad de la educación entre los países.
También sería conveniente revisar la intensidad en horas diarias y semanales de la educación en Colombia, ya que consideramos que se pierde mucho tiempo en comparación con el tiempo dedicado al estudio en país de Europa, Asia y también Estados Unidos.
Ha hecho bien el nuevo gobierno en involucrar en este tipo de programas a las Secretarías de Educación, ya que existe una gran diferencia en materia de calidad entre las distintas regiones del país. Y esto se ratifica en las pruebas saber y también en las pruebas del ICFES, en el caso de la educación secundaria.
Igualmente, consideramos interesante que los colegios privados con métodos y procesos exitosos, apadrinen a grupos de colegios públicos, en un esquema similar al que se utiliza en el nivel de la educación superior, para irrigar y replicar esos modelos. Este tipo de estrategias se aplicó en Bogotá, durante la época del Alcalde Enrique Peñaloza, con muy buenos resultados.
El establecimiento de una estrategia permanente y sistemática de mejoramiento de la calidad debe ser una política de Estado, pero, más que eso, un objetivo nacional cuyos resultados progresivos tendrán, sin lugar a dudas, efectos benéficos en el desarrollo del país y la calidad de su gente y en el bienestar de la misma en muchos sentidos. Ese gran objetivo nacional debería comprometer a los empresarios, a todo el sistema educativo sin distingo, a las asociaciones de padres de familia y a los medios de comunicación, entre otros sectores.
En buena hora, el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos ha señalado el mejoramiento de la calidad como el principal reto de la educación del país en el mediano y largo plazo, según lo ha ratificado la ministra del ramo, María Fernando Campo. La consideramos una decisión acertada, luego de los avances logrados en materia […]
En buena hora, el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos ha señalado el mejoramiento de la calidad como el principal reto de la educación del país en el mediano y largo plazo, según lo ha ratificado la ministra del ramo, María Fernando Campo.
La consideramos una decisión acertada, luego de los avances logrados en materia de aumento de cobertura y del mejoramiento de la infraestructura, de forma sustancial, durante el gobierno de Uribe Vélez, bajo la gestión de Cecilia María Vélez White, que desarrolló una gran labor durante los ocho años al frente de esa cartera.
Pero mucho va del dicho al hecho. Hay que advertir mejorar la calidad es una tarea de largo alcance, que no se podrá lograr de la noche a la mañana y que tampoco será uniforme en todas las regiones del país.
En primer lugar, hay que relacionar la política educativa con otras políticas sociales y económicas, para lograr el éxito de la primera. Mejorar la calidad de la educación está asociado, también, a programas encaminados a combatir la desnutrición y lograr una buena alimentación de los niños y jóvenes, y de manera prioritaria en los primeros años de vida cuando el desarrollo físico-sicológico tienen implicaciones irreversibles para el resto de la vida.
En segundo término, esa política educativa debe estar relacionada con los programas de lucha contra la pobreza, que permitan evitar la deserción escolar e impedir que los niños tengan que trabajar, como sucede hoy en muchas zonas del país, para contribuir a mejorar el menguado ingreso de sus hogares. Hay que insistir en los estímulos para que los padres lleven sus niños a las escuelas y lograr la permanencia de los mismos.
Igualmente, vemos bien encaminado que el objetivo general sea reducir la brecha que hoy existen en el país, pero que se refleja más en la educación entre el sector urbano y el sector rural; educación pública y educación privada. Pero, adicionalmente, se debe tener muy en cuenta que Colombia es un país de regiones, y que estas marcan mucho su economía, su cultura y su idiosincrasia, entre otros aspectos.
Hemos resaltado en estas mismas páginas los avances logrados en la educación para la primera infancia, que es trascendental para el resto de la educación de la persona en la vida moderna, según lo han demostrado varios estudios realizados por pedagogos, sicólogos y sociólogos. Facilitar y garantizar el acceso a la educación en estos primeros años, a los niños de las familias más pobres debe ser un objetivo central de esa política.
Una de las estrategias expuesta por la Ministra para lograr ese mejoramiento de la calidad, está relacionada con el re-entrenamiento y capacitación de los profesores de menor desempeño.
Pero, también debe haber estrategias enfocadas a otros actores y variables, como el bilingüismo, las nuevas tecnologías y la innovación con métodos pedagógicos y de evaluación de los países que presenten hoy los mejores indicadores en las pruebas saber y de otro tipo, que son las que se utilizan para comparar la calidad de la educación entre los países.
También sería conveniente revisar la intensidad en horas diarias y semanales de la educación en Colombia, ya que consideramos que se pierde mucho tiempo en comparación con el tiempo dedicado al estudio en país de Europa, Asia y también Estados Unidos.
Ha hecho bien el nuevo gobierno en involucrar en este tipo de programas a las Secretarías de Educación, ya que existe una gran diferencia en materia de calidad entre las distintas regiones del país. Y esto se ratifica en las pruebas saber y también en las pruebas del ICFES, en el caso de la educación secundaria.
Igualmente, consideramos interesante que los colegios privados con métodos y procesos exitosos, apadrinen a grupos de colegios públicos, en un esquema similar al que se utiliza en el nivel de la educación superior, para irrigar y replicar esos modelos. Este tipo de estrategias se aplicó en Bogotá, durante la época del Alcalde Enrique Peñaloza, con muy buenos resultados.
El establecimiento de una estrategia permanente y sistemática de mejoramiento de la calidad debe ser una política de Estado, pero, más que eso, un objetivo nacional cuyos resultados progresivos tendrán, sin lugar a dudas, efectos benéficos en el desarrollo del país y la calidad de su gente y en el bienestar de la misma en muchos sentidos. Ese gran objetivo nacional debería comprometer a los empresarios, a todo el sistema educativo sin distingo, a las asociaciones de padres de familia y a los medios de comunicación, entre otros sectores.