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Columnista - 26 abril, 2016

De Mathias Honner a Calixto Ochoa

Según nuestro histórico catalogo comercial de la alemana casa Honner, fue en el año 1957 cuando llegó a Estados Unidos el primer acordeón de cambios que iría a revolucionar el mundo de la ejecución y de la grabación de los acordeoneros, que por su destreza y agudeza musical lograron conformar una intrépida avanzada sonora en […]

Según nuestro histórico catalogo comercial de la alemana casa Honner, fue en el año 1957 cuando llegó a Estados Unidos el primer acordeón de cambios que iría a revolucionar el mundo de la ejecución y de la grabación de los acordeoneros, que por su destreza y agudeza musical lograron conformar una intrépida avanzada sonora en la evolución y expresión de ciertos géneros folclóricos como el vallenato.

Se trataba de un acordeón diatónico referenciado como Club III de dos hileras y media de botones, con cinco cambios y ocho botones en el área de los bajos. Con el sistema de cambio, aumentaban las posibilidades y sonoridades del ejecutante, ya que obtenía sonidos similares al de un clarinete, piano y trombón, pero sin alterar la tonalidad del acordeón, es decir solo cambiaba el color de la música.

Posteriormente ya a mediados de la década de los años sesenta nos llegó el tres coronas de cambios, con sus tres hileras completas, doce bajos y el mismo sistema de cambios del anterior.

Estos acordeones no fueron muy abundantes, ya que por ser un poco más pesados que el tres coronas normal y tener el sonido algo opaco y un costo mucho mayor que el convencional, los acordeoneros de la época lo veían con discreción y lo cierto es que en parrandas no gustaba.

El referido sistema de cinco cambios le quitaba al acordeón brillo y espacio interior, dándole motivos a Calixto Ochoa para aventurarse a modificarlo y así con su oído privilegiado y su genialidad musical, montó en un tres coronas normal, un sistema de un solo cambio que funcionaba accionando una palanquita incrustada en la cara anterior del caballete y además le incorporó diferentes voces a las que vienen de fábrica, iniciando una verdadera revolución artesanal en la modificación de acordeones, seguido más adelante por Ramón Vargas, Lucho Campillo, Emilianito Zuleta, Ovidio Granados, Jorge Rojas, la gente de Rufino Barrios, José Luis Sierra y Los Hermanos Vega, entre muchos.

Con ese acordeón grabó Calixto ‘Los sabanales’, ‘La charanga campesina’ y ‘Mata de caña’, sus grandes éxitos del ayer, del presente y sin dudas del mañana.

Mirando hacia atrás en la historia del acordeón fue a partir del año 1903 que Honner se erigió como el más vigoroso industrial del acordeón, afincado en un enjambré de músicos, técnicos y diseñadores al compás de la tecnología germana, aunque él cómo acordeonero debió ser un poco chambón pues no conozco ejecutoria alguna de su parte. En tanto que en el Caribe Colombiano Calixto Ochoa, con una lima vieja, un destornilladorcito y un pedacito de clavo, inició la revolución del acordeón polifónico (varias voces) que asombra a los europeos. Imagino que si ‘El Negro Cali’ hubiera nacido en Alemania, estos monacos tendrían un carácter más alegre y jovial; y si Hitler hubiera sido acordeonero y dedicado a tocar casetas, la moñona que les hizo a los pobres judíos sería musical y a punta de pitos y bajos. Por otra parte, si la señora madre de Honner lo hubiera parido en Valencia de Jesús estoy seguro que hoy no sería Rey Vallenato y mucho menos el autor de ‘La charanga campesina’.

Columnista
26 abril, 2016

De Mathias Honner a Calixto Ochoa

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio C. Oñate M.

Según nuestro histórico catalogo comercial de la alemana casa Honner, fue en el año 1957 cuando llegó a Estados Unidos el primer acordeón de cambios que iría a revolucionar el mundo de la ejecución y de la grabación de los acordeoneros, que por su destreza y agudeza musical lograron conformar una intrépida avanzada sonora en […]


Según nuestro histórico catalogo comercial de la alemana casa Honner, fue en el año 1957 cuando llegó a Estados Unidos el primer acordeón de cambios que iría a revolucionar el mundo de la ejecución y de la grabación de los acordeoneros, que por su destreza y agudeza musical lograron conformar una intrépida avanzada sonora en la evolución y expresión de ciertos géneros folclóricos como el vallenato.

Se trataba de un acordeón diatónico referenciado como Club III de dos hileras y media de botones, con cinco cambios y ocho botones en el área de los bajos. Con el sistema de cambio, aumentaban las posibilidades y sonoridades del ejecutante, ya que obtenía sonidos similares al de un clarinete, piano y trombón, pero sin alterar la tonalidad del acordeón, es decir solo cambiaba el color de la música.

Posteriormente ya a mediados de la década de los años sesenta nos llegó el tres coronas de cambios, con sus tres hileras completas, doce bajos y el mismo sistema de cambios del anterior.

Estos acordeones no fueron muy abundantes, ya que por ser un poco más pesados que el tres coronas normal y tener el sonido algo opaco y un costo mucho mayor que el convencional, los acordeoneros de la época lo veían con discreción y lo cierto es que en parrandas no gustaba.

El referido sistema de cinco cambios le quitaba al acordeón brillo y espacio interior, dándole motivos a Calixto Ochoa para aventurarse a modificarlo y así con su oído privilegiado y su genialidad musical, montó en un tres coronas normal, un sistema de un solo cambio que funcionaba accionando una palanquita incrustada en la cara anterior del caballete y además le incorporó diferentes voces a las que vienen de fábrica, iniciando una verdadera revolución artesanal en la modificación de acordeones, seguido más adelante por Ramón Vargas, Lucho Campillo, Emilianito Zuleta, Ovidio Granados, Jorge Rojas, la gente de Rufino Barrios, José Luis Sierra y Los Hermanos Vega, entre muchos.

Con ese acordeón grabó Calixto ‘Los sabanales’, ‘La charanga campesina’ y ‘Mata de caña’, sus grandes éxitos del ayer, del presente y sin dudas del mañana.

Mirando hacia atrás en la historia del acordeón fue a partir del año 1903 que Honner se erigió como el más vigoroso industrial del acordeón, afincado en un enjambré de músicos, técnicos y diseñadores al compás de la tecnología germana, aunque él cómo acordeonero debió ser un poco chambón pues no conozco ejecutoria alguna de su parte. En tanto que en el Caribe Colombiano Calixto Ochoa, con una lima vieja, un destornilladorcito y un pedacito de clavo, inició la revolución del acordeón polifónico (varias voces) que asombra a los europeos. Imagino que si ‘El Negro Cali’ hubiera nacido en Alemania, estos monacos tendrían un carácter más alegre y jovial; y si Hitler hubiera sido acordeonero y dedicado a tocar casetas, la moñona que les hizo a los pobres judíos sería musical y a punta de pitos y bajos. Por otra parte, si la señora madre de Honner lo hubiera parido en Valencia de Jesús estoy seguro que hoy no sería Rey Vallenato y mucho menos el autor de ‘La charanga campesina’.