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Columnista - 1 octubre, 2019

¡Master, doctorados y especializaciones, a la orden!

Hace unos días un jurista amigo de mis afectos, el doctor Cesar Luna, gran abogado santandereano a quien tuve el honor de conocer en Aguachica y luego de un tiempo corto de trabajar con él en la agencia de reintegración ha crecido una grata amistad que conservo como preciado tesoro; me comentaba el doctor Luna […]

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Hace unos días un jurista amigo de mis afectos, el doctor Cesar Luna, gran abogado santandereano a quien tuve el honor de conocer en Aguachica y luego de un tiempo corto de trabajar con él en la agencia de reintegración ha crecido una grata amistad que conservo como preciado tesoro; me comentaba el doctor Luna sobre un tema que ha sido objeto de análisis y de investigación periodística y desde los entes de control también se ha trabajado sobre ello, se trata de la “doctoritis” que se convirtió en moda en nuestro país.

En la región y desde luego en Valledupar no hemos sido ajenos a esto. La falsificación de documentos académicos, y la especulación sobre maestrías, doctorados y especializaciones obtenidos de manera fraudulenta es bastante notorio.

Encontramos incluso instituciones que se encargan de vender paquetes completos que incluyen toga, ceremonia con medalla de honor y discurso laudatorio. Habráse visto semejante despropósito, pero este es nuestro amado país.

“Porque de nada sirve el doctor, si es el ejemplo malo del pueblo… y el ejemplo mío es mi viejo y el ejemplo tuyo yo soy” nos decía el filósofo natural de carrizal, Diomedes Díaz. Referencio esto porque se asocia desde luego el tema a la corrupción que nos golpea de manera infame.

“La doctoritis manida en este país, podría relacionarse igualmente con que los grandes desfalcos y escándalos los protagonizan egresados de las mejores universidades de este país. Como decía Héctor Suárez: ¿Qué nos pasa?”

En Colombia, se nos da como costumbre, costumbre bien arraigada además, llamar doctor o doctora a todo aquel que represente alguna autoridad, llevando al punto de desgastar el término y dándole poder y jerarquía a personas que por cierto no tienen el título que los valide como doctor y lo más perverso, que hayan sido adquirido en algunos de estos centros donde los venden al mejor postor, o incluso que hayan sido falsificados.

Según la real academia española, Doctor es aquella persona que ha recibido el más alto grado académico universitario, también es el título particular que se le ofrece al médico, aunque no tenga el grado académico de doctor. La denominación es dada después de hacer los estudios exigidos para ello; y significa entonces que no solamente los médicos y abogados pueden doctorarse, sino que todos los profesionales pueden llegar a estas instancias. Ingenieros, científicos, arquitectos, incluso profesiones cercanas al arte, como la música.

El tema es que asociado a la doctoritis, la falsificación de los documentos son los instrumentos que utilizan para fanfarronear y de verdad creerse lo que no son. De eso tenemos bastante en Valledupar.

La doctoritis está en la genética del colombiano, en el ADN, y curarla no será nada fácil. Por allí vemos a muchos doctores que trajeron sus diplomas de otras latitudes, y sin demeritar su capacidad y desde luego el esfuerzo que durante algún tiempo tuvieron que hacer viajando y exponiendo su vida en carreteras y trochas para estudiar, son muchos los que iban a veranear y a sacar el titulo como fuera.

Hoy vemos a algunos doctores, “doctores”, ocupando cargos de relevancia que no aguantan una revisión. Cada cosa que se ve en nuestro país del sagrado corazón. Sólo Eso.

Columnista
1 octubre, 2019

¡Master, doctorados y especializaciones, a la orden!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

Hace unos días un jurista amigo de mis afectos, el doctor Cesar Luna, gran abogado santandereano a quien tuve el honor de conocer en Aguachica y luego de un tiempo corto de trabajar con él en la agencia de reintegración ha crecido una grata amistad que conservo como preciado tesoro; me comentaba el doctor Luna […]


Hace unos días un jurista amigo de mis afectos, el doctor Cesar Luna, gran abogado santandereano a quien tuve el honor de conocer en Aguachica y luego de un tiempo corto de trabajar con él en la agencia de reintegración ha crecido una grata amistad que conservo como preciado tesoro; me comentaba el doctor Luna sobre un tema que ha sido objeto de análisis y de investigación periodística y desde los entes de control también se ha trabajado sobre ello, se trata de la “doctoritis” que se convirtió en moda en nuestro país.

En la región y desde luego en Valledupar no hemos sido ajenos a esto. La falsificación de documentos académicos, y la especulación sobre maestrías, doctorados y especializaciones obtenidos de manera fraudulenta es bastante notorio.

Encontramos incluso instituciones que se encargan de vender paquetes completos que incluyen toga, ceremonia con medalla de honor y discurso laudatorio. Habráse visto semejante despropósito, pero este es nuestro amado país.

“Porque de nada sirve el doctor, si es el ejemplo malo del pueblo… y el ejemplo mío es mi viejo y el ejemplo tuyo yo soy” nos decía el filósofo natural de carrizal, Diomedes Díaz. Referencio esto porque se asocia desde luego el tema a la corrupción que nos golpea de manera infame.

“La doctoritis manida en este país, podría relacionarse igualmente con que los grandes desfalcos y escándalos los protagonizan egresados de las mejores universidades de este país. Como decía Héctor Suárez: ¿Qué nos pasa?”

En Colombia, se nos da como costumbre, costumbre bien arraigada además, llamar doctor o doctora a todo aquel que represente alguna autoridad, llevando al punto de desgastar el término y dándole poder y jerarquía a personas que por cierto no tienen el título que los valide como doctor y lo más perverso, que hayan sido adquirido en algunos de estos centros donde los venden al mejor postor, o incluso que hayan sido falsificados.

Según la real academia española, Doctor es aquella persona que ha recibido el más alto grado académico universitario, también es el título particular que se le ofrece al médico, aunque no tenga el grado académico de doctor. La denominación es dada después de hacer los estudios exigidos para ello; y significa entonces que no solamente los médicos y abogados pueden doctorarse, sino que todos los profesionales pueden llegar a estas instancias. Ingenieros, científicos, arquitectos, incluso profesiones cercanas al arte, como la música.

El tema es que asociado a la doctoritis, la falsificación de los documentos son los instrumentos que utilizan para fanfarronear y de verdad creerse lo que no son. De eso tenemos bastante en Valledupar.

La doctoritis está en la genética del colombiano, en el ADN, y curarla no será nada fácil. Por allí vemos a muchos doctores que trajeron sus diplomas de otras latitudes, y sin demeritar su capacidad y desde luego el esfuerzo que durante algún tiempo tuvieron que hacer viajando y exponiendo su vida en carreteras y trochas para estudiar, son muchos los que iban a veranear y a sacar el titulo como fuera.

Hoy vemos a algunos doctores, “doctores”, ocupando cargos de relevancia que no aguantan una revisión. Cada cosa que se ve en nuestro país del sagrado corazón. Sólo Eso.