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Columnista - 22 noviembre, 2012

Más recato y menos desacato

Algo sobre Por: José Romero Churio  El fallo de la Corte Internacional de la Haya, que le reconoce a Colombia la soberanía sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia, quitándole  el dominio de aguas y fondos marinos, que en el mismo arbitrio les fueron  otorgados a Nicaragua, es razonable que genere malestar en los colombianos y,  obviamente, […]

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Algo sobre

Por: José Romero Churio

 
El fallo de la Corte Internacional de la Haya, que le reconoce a Colombia la soberanía sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia, quitándole  el dominio de aguas y fondos marinos, que en el mismo arbitrio les fueron  otorgados a Nicaragua, es razonable que genere malestar en los colombianos y,  obviamente, satisfacción en los nicaragüenses.
Sin embargo, poco o nada, ganamos los colombianos con reacciones insensatas ante el laudo de una Corte tan importante y respetable. Aunque no se  comparta, lo lógico es acatarlo, y consecutivamente instaurar el respectivo reclamo de manera civilizada; es decir, con la mayor mesura posible.
Este veredicto de la Corte Internacional de la Haya, a la dirigencia colombiana le corresponde manejarlo con más recato y menos desacato. La beligerancia en vez de defender más bien antepone barreras, que a veces impide los arreglos diplomáticos.
Desde todo punto de vista, es reprensible la actitud de querer ignorar dicha  sentencia sin importar sus consecuencias. Porque no sólo es un error, sino un horror blandir sables de guerra sin acudir a instancias pacifistas, incluso así lo recomienda el Consejo de Seguridad de la ONU, organismo que tiene la responsabilidad primordial de conservar la paz y la seguridad internacionales, que cuando se presenta un litigio, la primera medida de dicho Consejo es facilitar entre las partes un acuerdo amistoso, si no hay convenio, puede imponer embargos o sanciones económicas, o autorizar el uso de la fuerza para hacer cumplir los mandatos de la ONU.

Ahora, a raíz de la mencionada decisión de la Corte Internacional de la Haya, el presidente Santos se trasladó a gobernar desde la isla de San Andrés, donde, con clara postura populista, manifiesta que la nueva delimitación  marítima deja sin trabajo a la población local que subsiste con la pesca marina.
Me adhiero a la declaración del vicepresidente Angelino Garzón – quien ya se ve bastante recuperado de su accidente cerebro vascular, ACV- que el archipiélago de San Andrés y Providencia siempre ha estado abandonado por el gobierno central, al colmo de que no tiene un buen hospital ni siquiera un aeropuerto adecuado a su condición de sitio turístico.
La última vez  que yo estuve en la isla de San Andrés fue en 1998, en realidad me conmovió ver su lamentable estado, varios hoteles abandonados y desvalijados, los lugares de atracción sin incentivos para los turistas, notoria disminución de los puestos de ventas de artículos extranjeros como perfumes, electrodomésticos, zapatos y vestidos, la desolación era evidente.
Amigos que han visitado recientemente a esta bella isla, dotada de encantos naturales, me cuentan que está similar a Maicao, los comerciantes han emigrado a otros lugares en busca de bienestar, ya que el comercio de otrora prácticamente ha desaparecido. Los habitantes nativos viven calamitosamente con necesidades básicas insatisfechas.
Los politiqueros que siempre han gobernado el país, entreteniendo a las provincias con las migajas que le dejan al erario, ahora salen con el ilusionismo patriotero, que son los protectores de los pescadores de estas islas, islotes y cayos, a quienes nunca le han dado educación como herramienta de vida, podrían morirse de hambre si acatan el fallo que les despoja del mar que les ofrece el sustento diario.
El expresidente Uribe, quien no quería ver al presidente Santos ni en pintura, aprovecha la coyuntura y lo llama para aconsejarlo al desacato del mandato de la Corte Internacional de la Haya. Me imagino, que como esta controversia será prolongada y álgida, guarda la esperanza en que salga la cláusula que permita su segunda reelección.

Columnista
22 noviembre, 2012

Más recato y menos desacato

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

Algo sobre Por: José Romero Churio  El fallo de la Corte Internacional de la Haya, que le reconoce a Colombia la soberanía sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia, quitándole  el dominio de aguas y fondos marinos, que en el mismo arbitrio les fueron  otorgados a Nicaragua, es razonable que genere malestar en los colombianos y,  obviamente, […]


Algo sobre

Por: José Romero Churio

 
El fallo de la Corte Internacional de la Haya, que le reconoce a Colombia la soberanía sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia, quitándole  el dominio de aguas y fondos marinos, que en el mismo arbitrio les fueron  otorgados a Nicaragua, es razonable que genere malestar en los colombianos y,  obviamente, satisfacción en los nicaragüenses.
Sin embargo, poco o nada, ganamos los colombianos con reacciones insensatas ante el laudo de una Corte tan importante y respetable. Aunque no se  comparta, lo lógico es acatarlo, y consecutivamente instaurar el respectivo reclamo de manera civilizada; es decir, con la mayor mesura posible.
Este veredicto de la Corte Internacional de la Haya, a la dirigencia colombiana le corresponde manejarlo con más recato y menos desacato. La beligerancia en vez de defender más bien antepone barreras, que a veces impide los arreglos diplomáticos.
Desde todo punto de vista, es reprensible la actitud de querer ignorar dicha  sentencia sin importar sus consecuencias. Porque no sólo es un error, sino un horror blandir sables de guerra sin acudir a instancias pacifistas, incluso así lo recomienda el Consejo de Seguridad de la ONU, organismo que tiene la responsabilidad primordial de conservar la paz y la seguridad internacionales, que cuando se presenta un litigio, la primera medida de dicho Consejo es facilitar entre las partes un acuerdo amistoso, si no hay convenio, puede imponer embargos o sanciones económicas, o autorizar el uso de la fuerza para hacer cumplir los mandatos de la ONU.

Ahora, a raíz de la mencionada decisión de la Corte Internacional de la Haya, el presidente Santos se trasladó a gobernar desde la isla de San Andrés, donde, con clara postura populista, manifiesta que la nueva delimitación  marítima deja sin trabajo a la población local que subsiste con la pesca marina.
Me adhiero a la declaración del vicepresidente Angelino Garzón – quien ya se ve bastante recuperado de su accidente cerebro vascular, ACV- que el archipiélago de San Andrés y Providencia siempre ha estado abandonado por el gobierno central, al colmo de que no tiene un buen hospital ni siquiera un aeropuerto adecuado a su condición de sitio turístico.
La última vez  que yo estuve en la isla de San Andrés fue en 1998, en realidad me conmovió ver su lamentable estado, varios hoteles abandonados y desvalijados, los lugares de atracción sin incentivos para los turistas, notoria disminución de los puestos de ventas de artículos extranjeros como perfumes, electrodomésticos, zapatos y vestidos, la desolación era evidente.
Amigos que han visitado recientemente a esta bella isla, dotada de encantos naturales, me cuentan que está similar a Maicao, los comerciantes han emigrado a otros lugares en busca de bienestar, ya que el comercio de otrora prácticamente ha desaparecido. Los habitantes nativos viven calamitosamente con necesidades básicas insatisfechas.
Los politiqueros que siempre han gobernado el país, entreteniendo a las provincias con las migajas que le dejan al erario, ahora salen con el ilusionismo patriotero, que son los protectores de los pescadores de estas islas, islotes y cayos, a quienes nunca le han dado educación como herramienta de vida, podrían morirse de hambre si acatan el fallo que les despoja del mar que les ofrece el sustento diario.
El expresidente Uribe, quien no quería ver al presidente Santos ni en pintura, aprovecha la coyuntura y lo llama para aconsejarlo al desacato del mandato de la Corte Internacional de la Haya. Me imagino, que como esta controversia será prolongada y álgida, guarda la esperanza en que salga la cláusula que permita su segunda reelección.