Espero que el 2017 sea un mejor año para los colombianos, aunque la prosperidad de la inmensa mayoría de los que menos tienen, quedó enterrada con un incremento salarial por debajo de sus expectativas, que se allanaron hasta el 8,0%, y aún de la oferta final de los empresarios –7,5%–, que el Gobierno, con sombrero […]
Espero que el 2017 sea un mejor año para los colombianos, aunque la prosperidad de la inmensa mayoría de los que menos tienen, quedó enterrada con un incremento salarial por debajo de sus expectativas, que se allanaron hasta el 8,0%, y aún de la oferta final de los empresarios –7,5%–, que el Gobierno, con sombrero de empleador y en un hecho sin precedentes contra los trabajadores, bajó hasta el 7%, equivalente a ¡1.789 pesos diarios!
A ello hay que sumarle la reforma tributaria más regresiva de los últimos tiempos. El Gobierno sostendrá que la canasta básica no quedó con IVA, pero sabe que el monotributo afectara indirectamente al “mercadito” que se compra al fiado en la tienda del barrio, como el impuesto verde a los combustibles afectará al transporte y este último a la canasta básica. Y además, los pobres no consumen solamente esa canasta DANE; también compran aceite de cocina y se toman una cerveza. Mal comienzo anunciado para los colombianos.
Y cambiando de tercio, ni qué hablar del posacuerdo, que empieza a mostrar sus fisuras y sus riesgos, con guaro y fusiles, con niños en la francachela de guerrilleros y observadores de la ONU involucrados indebidamente con los observados. Eso también comenzó mal, pero no con el “foforro” de Año Nuevo, sino desde las decisiones impuestas por las Farc en la negociación.
Las dudas surgieron desde cuando Ban Ki-moon, ansioso de participar en el proceso, entregó la soberanía de la ONU en la escogencia de sus observadores en el mecanismo de seguimiento al cese de hostilidades y entrega de armas, sobre todo si la connotación del componente internacional no era “militar sino política”.
Puede sonar arrogante un “lo dijimos”, pero en un libro escrito a cuatro manos con Roy Barreras –“La Paz: dos versiones enfrentadas”. Planeta, mayo 2016–, en el tema de verificación anticipé que “Las dudas surgen cuando aparece una limitación, impuesta por las Farc, a la autonomía de la ONU para la designación de sus observadores. Como sacada de la manga se le exige que tales observadores deben provenir de países miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe – CELAC.”, y precisé también que la CELAC es una de las instancias multilaterales del Socialismo Bolivariano, con el ALBA y la UNASUR, tocadas todas por la influencia del comunismo internacional y un furioso “antiimperalismo yanqui”.
Así pues, la ONU aparentaba independencia, pero la insólita exigencia al máximo organismo multilateral del planeta, garantizaba parcialidad en favor de las Farc.
En términos coloquiales, el amacice no era tanto con las guerrilleras de las Farc, sino una verdadera compenetración ideológica y política entre observadores y observados. Y la solución no es cambiarlos por otros, sino eliminar del Acuerdo la exigencia que lesionó la autonomía y neutralidad de la ONU.
Espero que el 2017 sea un mejor año para los colombianos, aunque la prosperidad de la inmensa mayoría de los que menos tienen, quedó enterrada con un incremento salarial por debajo de sus expectativas, que se allanaron hasta el 8,0%, y aún de la oferta final de los empresarios –7,5%–, que el Gobierno, con sombrero […]
Espero que el 2017 sea un mejor año para los colombianos, aunque la prosperidad de la inmensa mayoría de los que menos tienen, quedó enterrada con un incremento salarial por debajo de sus expectativas, que se allanaron hasta el 8,0%, y aún de la oferta final de los empresarios –7,5%–, que el Gobierno, con sombrero de empleador y en un hecho sin precedentes contra los trabajadores, bajó hasta el 7%, equivalente a ¡1.789 pesos diarios!
A ello hay que sumarle la reforma tributaria más regresiva de los últimos tiempos. El Gobierno sostendrá que la canasta básica no quedó con IVA, pero sabe que el monotributo afectara indirectamente al “mercadito” que se compra al fiado en la tienda del barrio, como el impuesto verde a los combustibles afectará al transporte y este último a la canasta básica. Y además, los pobres no consumen solamente esa canasta DANE; también compran aceite de cocina y se toman una cerveza. Mal comienzo anunciado para los colombianos.
Y cambiando de tercio, ni qué hablar del posacuerdo, que empieza a mostrar sus fisuras y sus riesgos, con guaro y fusiles, con niños en la francachela de guerrilleros y observadores de la ONU involucrados indebidamente con los observados. Eso también comenzó mal, pero no con el “foforro” de Año Nuevo, sino desde las decisiones impuestas por las Farc en la negociación.
Las dudas surgieron desde cuando Ban Ki-moon, ansioso de participar en el proceso, entregó la soberanía de la ONU en la escogencia de sus observadores en el mecanismo de seguimiento al cese de hostilidades y entrega de armas, sobre todo si la connotación del componente internacional no era “militar sino política”.
Puede sonar arrogante un “lo dijimos”, pero en un libro escrito a cuatro manos con Roy Barreras –“La Paz: dos versiones enfrentadas”. Planeta, mayo 2016–, en el tema de verificación anticipé que “Las dudas surgen cuando aparece una limitación, impuesta por las Farc, a la autonomía de la ONU para la designación de sus observadores. Como sacada de la manga se le exige que tales observadores deben provenir de países miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe – CELAC.”, y precisé también que la CELAC es una de las instancias multilaterales del Socialismo Bolivariano, con el ALBA y la UNASUR, tocadas todas por la influencia del comunismo internacional y un furioso “antiimperalismo yanqui”.
Así pues, la ONU aparentaba independencia, pero la insólita exigencia al máximo organismo multilateral del planeta, garantizaba parcialidad en favor de las Farc.
En términos coloquiales, el amacice no era tanto con las guerrilleras de las Farc, sino una verdadera compenetración ideológica y política entre observadores y observados. Y la solución no es cambiarlos por otros, sino eliminar del Acuerdo la exigencia que lesionó la autonomía y neutralidad de la ONU.