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Columnista - 27 abril, 2020

Magdalena Medio: una región resistente y resiliente

Cuando pienso en la región del Magdalena Medio, pienso en una población que ha sabido resistir, y mejor aún, que ha sido resiliente, una palabra que representa la capacidad que tiene una persona o comunidad para superar circunstancias traumáticas. Eso viene a mi mente al pensar en esta región ejemplo para el país.  Desde hace […]

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Cuando pienso en la región del Magdalena Medio, pienso en una población que ha sabido resistir, y mejor aún, que ha sido resiliente, una palabra que representa la capacidad que tiene una persona o comunidad para superar circunstancias traumáticas. Eso viene a mi mente al pensar en esta región ejemplo para el país. 

Desde hace muchos años el Magdalena Medio ha vivido los ataques de las violencias y la respuesta pacífica a estas no se ha hecho esperar. Desde el 9 de abril de 1948, día del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, una fecha que marcó para siempre la historia de este país, los barranqueños supieron organizarse para crear la Junta Revolucionaria que por diez días gobernó a Barrancabermeja. En la historia quedó consignada como ‘La Comuna de Barranca’, haciendo referencia al hecho histórico de ‘La Comuna de Paris’, constituyendo un poder obrero. El primer decreto de la Junta Revolucionaria de Gobierno, consistió en ordenar la ley seca y la destrucción de todos los depósitos y existencias de bebidas embriagantes en el territorio de lo que conformaba el entonces municipio de Barrancabermeja. 

A partir de ese primer acto de gobierno, Rafael Rangel Gómez, elegido alcalde popular, comenzó a despachar desde la propia alcaldía. La policía departamental y nacional entregó sus armas. Los bares, cabarets y locales públicos fueron clausurados y las prostitutas se convirtieron en las colaboradoras de las cocinas y ollas comunales que atendían a los pobres de la ciudad. Los obreros del petróleo, los campesinos, los ricos del pueblo y en general la ciudadanía, vivió durante estos diez días una singular forma de gobierno bajo el cual, el orden y la cordura desplazaron a la anarquía y caos reinantes en otros sitios del país.

Una vez llegó la explotación del petróleo por parte de la Tropical Oil Company, los obreros se organizaron y supieron defender sus derechos; por supuesto, derechos que costaron vidas y una permanente estigmatización. También hicieron de la Unión Sindical Obrera (USO) un sindicato reconocido en el país, no solo por el logro de sus reivindicaciones laborales, sino también de reivindicaciones para toda la población. 

La Violencia que entró por dos colores de trapo, siguió con el paso de casi todas las guerrillas, con la respuesta del Estado con la Red 07 de Inteligencia de la Armada Nacional y, de otra parte, con la penetración paramilitar a este territorio. Frente a todo esto en el camino siempre se vivió el coraje y el sentido de pertenencia de sus habitantes al lugar. La capacidad de movilizarse se convirtió en resistencia a la guerra, en la defensa de la paz, en la voz levantada que renunciaba a dejarse sumir en el dolor de los asesinatos, de los despojos, de las violaciones, de las desapariciones, y se tradujo en organizaciones sociales, organizaciones juveniles, sindicatos, mesas o asambleas permanentes de derechos humanos, marchas, paros, obras de arte, zonas de reserva campesina, mercados comunitarios, y muchas más formas de solidaridad y organización, que hoy se reconocen en Colombia como la expresión de coraje y dignidad de un pueblo. Esta es la mayor riqueza de esta población. 

Valores que han de ser los que hoy se retomen, volviendo al presente desde la memoria, no de su dolor sino de su resistencia, y así recuperar y fortalecer esos espacios democráticos, pacíficos y firmes, para defenderse de la guerra que acecha aún en el territorio, para no hacer concesiones a los grupos armados, para no dejarse amedrentar, porque ya se sabe lo que sigue. Magdalena Medio ya supo lo que fue la guerra y sabe lo que es necesario hacer para no volver al yugo de los actores armados, de las economías ilegales, de los gobiernos cooptados por intereses particulares o mafiosos.

Pero también este territorio tiene con qué enfrentar los retos inmensos que dejará esta pandemia.  Retos que ya se expresan en las demandas sociales por comida, por empleo, por recursos para la subsistencia, que han de atenderse con la solidaridad de todos, pero que también llamarán a reclamar otra vez por el derecho a la salud en todos los rincones de esa tierra fértil que le genera al país tanta riqueza, derecho a escuelas en cada vereda, derechos laborales, derecho a defender la vida de los hombres y mujeres y de los niños y las niñas. Y derecho al bien común de la naturaleza, que hoy es botín para la ganadería extensiva, el monocultivo de palma, la minería ilegal, el cultivo de la coca, la contaminación de sus aguas, entre otros males que afectan el hogar común: el territorio.

Magdalena Medio tiene un saber, y su dignidad tiene un coraje, que ha sido probado y es el gran capital que tiene para defenderse de las bacterias, de la guerra, de la destrucción de su tierra. Ya lo ha demostrado, en los tiempos más violentos. Hoy, es ese de nuevo su reto: ser resistente y ser resiliente.

Columnista
27 abril, 2020

Magdalena Medio: una región resistente y resiliente

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Lucía González Duque

Cuando pienso en la región del Magdalena Medio, pienso en una población que ha sabido resistir, y mejor aún, que ha sido resiliente, una palabra que representa la capacidad que tiene una persona o comunidad para superar circunstancias traumáticas. Eso viene a mi mente al pensar en esta región ejemplo para el país.  Desde hace […]


Cuando pienso en la región del Magdalena Medio, pienso en una población que ha sabido resistir, y mejor aún, que ha sido resiliente, una palabra que representa la capacidad que tiene una persona o comunidad para superar circunstancias traumáticas. Eso viene a mi mente al pensar en esta región ejemplo para el país. 

Desde hace muchos años el Magdalena Medio ha vivido los ataques de las violencias y la respuesta pacífica a estas no se ha hecho esperar. Desde el 9 de abril de 1948, día del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, una fecha que marcó para siempre la historia de este país, los barranqueños supieron organizarse para crear la Junta Revolucionaria que por diez días gobernó a Barrancabermeja. En la historia quedó consignada como ‘La Comuna de Barranca’, haciendo referencia al hecho histórico de ‘La Comuna de Paris’, constituyendo un poder obrero. El primer decreto de la Junta Revolucionaria de Gobierno, consistió en ordenar la ley seca y la destrucción de todos los depósitos y existencias de bebidas embriagantes en el territorio de lo que conformaba el entonces municipio de Barrancabermeja. 

A partir de ese primer acto de gobierno, Rafael Rangel Gómez, elegido alcalde popular, comenzó a despachar desde la propia alcaldía. La policía departamental y nacional entregó sus armas. Los bares, cabarets y locales públicos fueron clausurados y las prostitutas se convirtieron en las colaboradoras de las cocinas y ollas comunales que atendían a los pobres de la ciudad. Los obreros del petróleo, los campesinos, los ricos del pueblo y en general la ciudadanía, vivió durante estos diez días una singular forma de gobierno bajo el cual, el orden y la cordura desplazaron a la anarquía y caos reinantes en otros sitios del país.

Una vez llegó la explotación del petróleo por parte de la Tropical Oil Company, los obreros se organizaron y supieron defender sus derechos; por supuesto, derechos que costaron vidas y una permanente estigmatización. También hicieron de la Unión Sindical Obrera (USO) un sindicato reconocido en el país, no solo por el logro de sus reivindicaciones laborales, sino también de reivindicaciones para toda la población. 

La Violencia que entró por dos colores de trapo, siguió con el paso de casi todas las guerrillas, con la respuesta del Estado con la Red 07 de Inteligencia de la Armada Nacional y, de otra parte, con la penetración paramilitar a este territorio. Frente a todo esto en el camino siempre se vivió el coraje y el sentido de pertenencia de sus habitantes al lugar. La capacidad de movilizarse se convirtió en resistencia a la guerra, en la defensa de la paz, en la voz levantada que renunciaba a dejarse sumir en el dolor de los asesinatos, de los despojos, de las violaciones, de las desapariciones, y se tradujo en organizaciones sociales, organizaciones juveniles, sindicatos, mesas o asambleas permanentes de derechos humanos, marchas, paros, obras de arte, zonas de reserva campesina, mercados comunitarios, y muchas más formas de solidaridad y organización, que hoy se reconocen en Colombia como la expresión de coraje y dignidad de un pueblo. Esta es la mayor riqueza de esta población. 

Valores que han de ser los que hoy se retomen, volviendo al presente desde la memoria, no de su dolor sino de su resistencia, y así recuperar y fortalecer esos espacios democráticos, pacíficos y firmes, para defenderse de la guerra que acecha aún en el territorio, para no hacer concesiones a los grupos armados, para no dejarse amedrentar, porque ya se sabe lo que sigue. Magdalena Medio ya supo lo que fue la guerra y sabe lo que es necesario hacer para no volver al yugo de los actores armados, de las economías ilegales, de los gobiernos cooptados por intereses particulares o mafiosos.

Pero también este territorio tiene con qué enfrentar los retos inmensos que dejará esta pandemia.  Retos que ya se expresan en las demandas sociales por comida, por empleo, por recursos para la subsistencia, que han de atenderse con la solidaridad de todos, pero que también llamarán a reclamar otra vez por el derecho a la salud en todos los rincones de esa tierra fértil que le genera al país tanta riqueza, derecho a escuelas en cada vereda, derechos laborales, derecho a defender la vida de los hombres y mujeres y de los niños y las niñas. Y derecho al bien común de la naturaleza, que hoy es botín para la ganadería extensiva, el monocultivo de palma, la minería ilegal, el cultivo de la coca, la contaminación de sus aguas, entre otros males que afectan el hogar común: el territorio.

Magdalena Medio tiene un saber, y su dignidad tiene un coraje, que ha sido probado y es el gran capital que tiene para defenderse de las bacterias, de la guerra, de la destrucción de su tierra. Ya lo ha demostrado, en los tiempos más violentos. Hoy, es ese de nuevo su reto: ser resistente y ser resiliente.