Está programado un encuentro de escritores para homenajear a Luis Mizar, coincidente con la celebración de los setenta y cinco años de existencia del Instituto Técnico Pedro Castro Monsalvo. Son dos eventos que me llenan de satisfacción: uno, el cumpleaños de la institución en la que mi padre trabajó veinticinco años desde cuando el colegio […]
Está programado un encuentro de escritores para homenajear a Luis Mizar, coincidente con la celebración de los setenta y cinco años de existencia del Instituto Técnico Pedro Castro Monsalvo.
Son dos eventos que me llenan de satisfacción: uno, el cumpleaños de la institución en la que mi padre trabajó veinticinco años desde cuando el colegio era Escuela de Artes y Oficios, luego Escuela Industrial y logró trabajar unos años en lo que hoy es el Instpecam; otro, el agasajo al maestro Luis Mizar por quien siento una gran admiración, el poeta grande del Cesar con reconocimiento nacional.
Me llamó la atención, al leer el programa y lista de asistentes e invitados ilustres que participarán, personas reconocidas en el mundo de las letras, otras no tanto y otras nada, que es un encuentro de hombres, quizás de esos que todavía piensan que hay dos clases de literatura: la masculina y la femenina, que no han aceptado que la literatura es una sola; de suerte que no hay ni una mujer invitada especialmente.
Dirán que estoy molesta porque no tuve una invitación, y sí, públicamente lo digo: creo que me discriminaron, me privaron de contarle al maestro Mizar en cuántos momentos de angustia sus poemas me ha servido de oración salvífica que suaviza mis momentos; o de fuerza como la el toro barcino, el de su alabado canto, me privaron de comentarle que muchas veces me he sentido en la cuerda floja pero recuerdo su cuento ganador y busco el equilibrio mientras las cuerda se estira; de expresarle que él es el poeta grande que siempre será orgullo nuestro y que son inolvidables sus charlas en algunos cafés del Valle en donde conocimos metáforas exquisitas, entre sombras de candil; sí, me privaron de estar allí acompañándolo, buscando la palabra precisa para definir su grandeza.
No califiqué para estar en el importante encuentro, qué se le va a hacer. El maestro Mindiola, otro grande, sabe, como el que más, de mi amor por las letras, de mis sentimientos por el Instpecam, y sabe de mi desarrollo en la literatura, prueba de ello fue que me hizo el honor de entregarme su muy apreciado libro para que le escribiera el prólogo, que se me convirtió en poesía, y cómo mi personaje de Yajaira lo inspiró para alabar en un sentido poema a la mujer; quiero pensar que José, junto con los organizadores, se olvidó de mí y que no es una discriminación machista.
Aquí hay varias mujeres que escriben, que tienen sus libros publicados, tampoco fueron llamadas al homenaje al maestro.
Bien, que este no sea un motivo para no aplaudir desde aquí al amigo Mizar, al maestro que ha comprendido que con un verso se aplacan los fuegos incendiarios del camino; tomaré sus poemas y aplacaré mi inquietud, desgranaré sus versos y diré con Borges: “Pero los días son una red de triviales miserias,/ ¿y habrá suerte mejor que la ceniza de que está hecho el olvido?”
Está programado un encuentro de escritores para homenajear a Luis Mizar, coincidente con la celebración de los setenta y cinco años de existencia del Instituto Técnico Pedro Castro Monsalvo. Son dos eventos que me llenan de satisfacción: uno, el cumpleaños de la institución en la que mi padre trabajó veinticinco años desde cuando el colegio […]
Está programado un encuentro de escritores para homenajear a Luis Mizar, coincidente con la celebración de los setenta y cinco años de existencia del Instituto Técnico Pedro Castro Monsalvo.
Son dos eventos que me llenan de satisfacción: uno, el cumpleaños de la institución en la que mi padre trabajó veinticinco años desde cuando el colegio era Escuela de Artes y Oficios, luego Escuela Industrial y logró trabajar unos años en lo que hoy es el Instpecam; otro, el agasajo al maestro Luis Mizar por quien siento una gran admiración, el poeta grande del Cesar con reconocimiento nacional.
Me llamó la atención, al leer el programa y lista de asistentes e invitados ilustres que participarán, personas reconocidas en el mundo de las letras, otras no tanto y otras nada, que es un encuentro de hombres, quizás de esos que todavía piensan que hay dos clases de literatura: la masculina y la femenina, que no han aceptado que la literatura es una sola; de suerte que no hay ni una mujer invitada especialmente.
Dirán que estoy molesta porque no tuve una invitación, y sí, públicamente lo digo: creo que me discriminaron, me privaron de contarle al maestro Mizar en cuántos momentos de angustia sus poemas me ha servido de oración salvífica que suaviza mis momentos; o de fuerza como la el toro barcino, el de su alabado canto, me privaron de comentarle que muchas veces me he sentido en la cuerda floja pero recuerdo su cuento ganador y busco el equilibrio mientras las cuerda se estira; de expresarle que él es el poeta grande que siempre será orgullo nuestro y que son inolvidables sus charlas en algunos cafés del Valle en donde conocimos metáforas exquisitas, entre sombras de candil; sí, me privaron de estar allí acompañándolo, buscando la palabra precisa para definir su grandeza.
No califiqué para estar en el importante encuentro, qué se le va a hacer. El maestro Mindiola, otro grande, sabe, como el que más, de mi amor por las letras, de mis sentimientos por el Instpecam, y sabe de mi desarrollo en la literatura, prueba de ello fue que me hizo el honor de entregarme su muy apreciado libro para que le escribiera el prólogo, que se me convirtió en poesía, y cómo mi personaje de Yajaira lo inspiró para alabar en un sentido poema a la mujer; quiero pensar que José, junto con los organizadores, se olvidó de mí y que no es una discriminación machista.
Aquí hay varias mujeres que escriben, que tienen sus libros publicados, tampoco fueron llamadas al homenaje al maestro.
Bien, que este no sea un motivo para no aplaudir desde aquí al amigo Mizar, al maestro que ha comprendido que con un verso se aplacan los fuegos incendiarios del camino; tomaré sus poemas y aplacaré mi inquietud, desgranaré sus versos y diré con Borges: “Pero los días son una red de triviales miserias,/ ¿y habrá suerte mejor que la ceniza de que está hecho el olvido?”