Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 5 octubre, 2013

Luna nueva

Si un hombre sueña que encontró la mujer de su vida vestida de rojo encendido y perfumada de magnolias, y si a la tarde siguiente ve venir una mujer vestida de púrpura con un ramo de magnolias en el pelo cualquiera le diría que es casualidad.

Por Leonardo José Maya

Si un hombre sueña que encontró la mujer de su vida vestida de  rojo encendido y perfumada de magnolias, y si a la tarde siguiente ve venir una mujer vestida de púrpura con un ramo de magnolias en el pelo cualquiera le diría que es casualidad.

El poeta le aconsejaría que la siga, que es ella la mujer de su vida

Pedro de Magallanes sin dudas fue un marino excelso y enamorador certero, sabía combinar sus tiempos mejor que nadie.  Su secreto. Conocer muy bien los misterios de la luna. Y de las mareas.

Cuando había luna llena no pisaba el mar ni por todo el oro del mundo,  se dedicaba a beber en todos los bares y tabernas bien lejos del puerto.

Hay que aprovechar las bondades de la luna nueva, decía entusiasmado,  alborota la mar. ¡Y  las mujeres!  Gritaba

El Estratega

Este año el concurso de cuentos cortos de la ciudad de Karachi será sobre la guerra, decía la convocatoria.

Munir, el joven escritor, presentó un cuento  donde narraba con maestría las guerras de su pueblo contra los invasores islámicos, explicó  como  Shahid, El Valiente, el más grande general de su pueblo, recorrió muchos kilómetros al frente de  cientos de sus mejores guerreros para enfrentar al enemigo con una jugada maestra.

Envió una avanzada de cincuenta veloces jinetes quienes al anochecer colocaron cientos de antorchas  en las laderas de la garganta del Alamín, los árabes creyeron equivocadamente que  los defensores dormían dispersos en la montaña y acamparon en el gran cañón protegidos del frio y el viento nocturno del desierto.

Al amanecer recibieron un ataque descomunal por la retaguardia que les impidió ordenar las tropas en el estrecho cañón.  En el caos, los soldados invasores morían mirando cómo se extinguían a lo lejos las antorchas de señuelo. Fue una derrota total y no habría recuperación posible para el ejército vencido.

El cuento era un canto épico a la valentía del pueblo paquistaní, el jurado en votación unánime lo eligió como el mejor del concurso y se organizó una gran fiesta con viandas y bebidas para celebrar el triunfo con un frenesí tan grande que parecía real todo lo narrado en el cuento.
Lo que ignoraban los presentes era que el ejército invasor que Munir había aniquilado en su cuento acampaba a las afueras de la ciudad listos para atacar al amanecer, lo comandaba el gran  Rafid, El Estratega.

Se supo después que este guerrero legendario había colocado un agente suyo en el jurado  con la misión no solo de hacer ganador este cuento, sino también de organizar los festejos para que los defensores de la ciudad estuvieran desprevenidos a la hora del ataque.

ljmaya [email protected]
@leonardomayaa

Columnista
5 octubre, 2013

Luna nueva

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Leonardo Maya Amaya

Si un hombre sueña que encontró la mujer de su vida vestida de rojo encendido y perfumada de magnolias, y si a la tarde siguiente ve venir una mujer vestida de púrpura con un ramo de magnolias en el pelo cualquiera le diría que es casualidad.


Por Leonardo José Maya

Si un hombre sueña que encontró la mujer de su vida vestida de  rojo encendido y perfumada de magnolias, y si a la tarde siguiente ve venir una mujer vestida de púrpura con un ramo de magnolias en el pelo cualquiera le diría que es casualidad.

El poeta le aconsejaría que la siga, que es ella la mujer de su vida

Pedro de Magallanes sin dudas fue un marino excelso y enamorador certero, sabía combinar sus tiempos mejor que nadie.  Su secreto. Conocer muy bien los misterios de la luna. Y de las mareas.

Cuando había luna llena no pisaba el mar ni por todo el oro del mundo,  se dedicaba a beber en todos los bares y tabernas bien lejos del puerto.

Hay que aprovechar las bondades de la luna nueva, decía entusiasmado,  alborota la mar. ¡Y  las mujeres!  Gritaba

El Estratega

Este año el concurso de cuentos cortos de la ciudad de Karachi será sobre la guerra, decía la convocatoria.

Munir, el joven escritor, presentó un cuento  donde narraba con maestría las guerras de su pueblo contra los invasores islámicos, explicó  como  Shahid, El Valiente, el más grande general de su pueblo, recorrió muchos kilómetros al frente de  cientos de sus mejores guerreros para enfrentar al enemigo con una jugada maestra.

Envió una avanzada de cincuenta veloces jinetes quienes al anochecer colocaron cientos de antorchas  en las laderas de la garganta del Alamín, los árabes creyeron equivocadamente que  los defensores dormían dispersos en la montaña y acamparon en el gran cañón protegidos del frio y el viento nocturno del desierto.

Al amanecer recibieron un ataque descomunal por la retaguardia que les impidió ordenar las tropas en el estrecho cañón.  En el caos, los soldados invasores morían mirando cómo se extinguían a lo lejos las antorchas de señuelo. Fue una derrota total y no habría recuperación posible para el ejército vencido.

El cuento era un canto épico a la valentía del pueblo paquistaní, el jurado en votación unánime lo eligió como el mejor del concurso y se organizó una gran fiesta con viandas y bebidas para celebrar el triunfo con un frenesí tan grande que parecía real todo lo narrado en el cuento.
Lo que ignoraban los presentes era que el ejército invasor que Munir había aniquilado en su cuento acampaba a las afueras de la ciudad listos para atacar al amanecer, lo comandaba el gran  Rafid, El Estratega.

Se supo después que este guerrero legendario había colocado un agente suyo en el jurado  con la misión no solo de hacer ganador este cuento, sino también de organizar los festejos para que los defensores de la ciudad estuvieran desprevenidos a la hora del ataque.

ljmaya [email protected]
@leonardomayaa