La periodista Melitza Quintero relata la delicada situación que viven los habitantes del corregimiento de Los Venados, al sur de Valledupar, la que se replica en otros poblados vecinos como Guaimaral, El Perro y El Vallito. Esta es la historia.
“No tenemos agua. Los Venados es un desierto. La tierra tiene sed”. Son las frases que constantemente expresan los habitantes del corregimiento de Los Venados, población del municipio de Valledupar, ubicada a menos de una hora de la capital, donde viven aproximadamente tres mil habitantes, en su mayoría niños, jóvenes y adolescentes.
Desde hace más de un mes estas personas padecen por la falta del preciado líquido, que cada día se escasea a consecuencia de varios factores: la tala indiscriminada a orilla de los ríos, el mal llamado Fenómeno de El Niño, porque de niño no tiene nada, el cual cada día arrecia en el territorio nacional.
En la actualidad los habitantes de Los Venados se abastecen de agua de los pozos artesanos de las fincas vecinas a la población, donde a diario llegan algunos oportunistas con tanques y canecas que transportan ya sea en burro, carretillas, bicicletas, motos o cualquier otro medio, para luego comercializarla.
La falta de agua se ha convertido no solo en un problema, sino también en una buena oportunidad de negocio. Una caneca de 20 litros la venden en mil pesos y la “necesidad tiene cara de perro”, los ciudadanos la compran porque de lo contario no tienen como realizar los quehaceres del hogar, ni como asearse el cuerpo.
Hay familias que diariamente compran 10 canecas; es decir, 200 litros de agua para surtirse durante tres o cuatro días por un valor de mil pesos cada una. Si es una familia pequeña y sí cuenta con recursos económicos, puede solucionar el problema, porque existen familias que no tienen dinero para comprar agua y deben recorrer (caminando) una distancia de tres kilómetros para conseguir un poco de agua para preparar los alimentos.
“La situación llega más allá”, expresó el corregidor del pueblo Karin Quintero Pallares, quien afirma que “esto puede desencadenar en una problemática de salubridad, porque las personas se ven en la obligación de realizar sus necesidades fisiológicas a campo abierto (en los patios de las viviendas). Los malos olores comienzan a sentirse, la poca brisa que llega, trae consigo desde lejos este desagradable aroma nauseabundos”.
El corregidor Quintero Pallares relata que “esta calamidad se registra por varias situaciones. Una de ellas obedece a los malos trabajos que se han ejecutado en los empalmes con el nuevo acueducto regional que se abastece del río Garupal, ya que se han originado algunas fugas en los tubos y el servicio no ha sido óptimo. Además, presuntamente el río está siendo canalizado a la altura de su cabecera por algunos finqueros y esto hace que el caudal que surte el acueducto disminuya”.
El problema empeora porque se observó que el río está seco como consecuencia del fenómeno de El Niño. En ese sentido, una comisión, liderada por el corregidor Quintero, hizo un llamado a los directivos de las Empresas Emdupar y Corpocesar, para que adelanten una inspección en el sitio de la bocatoma y se apersonen sobre las situaciones expuestas, que son las que realmente afectan la falta de agua para esa comunidad.
Así mismo indicó el corregidor que en algunas viviendas del pueblo poseen turbinas para extraer el líquido con mayor fuerza, ocasionando la baja presión en el líquido e impidiendo que otros hogares se abastezcan del mismo. “Ante esta eventualidad se le han hecho llamados de atención a los propietarios de estas, pero pareciera que allí opera la ley del embudo”, precisó Quintero Pallares.
Por su parte el líder de la comunidad católica de esa población, el sacerdote de la parroquia nuestra Señora de la Candelaria, el padre Alfredo Guerra, anotó que su preocupación es que si persiste la sequía, se afectarían las festividades patronales que se avecinan, temporada en la que llegan muchos visitantes a esa localidad. “Roguémosles a nuestra patrona la Virgen de la Candelaria que en vez de sequía, nos mande agua, para que la gente cuente con el suficiente liquido para abastecerse y atender con comodidad a las visitas”.
A esta problemática se suma que pronto los estudiantes retornarán a clases, tanto la primaria como el bachillerato y será muy complicado atender a una población tan numerosa bajo esa situación, debido a que no podrán abastecer los colegios para suplir estas necesidades. Sobre el tema, voceros del sector educativo solicitan por éste medio a las autoridades municipales y departamentales recién posesionadas, que fijen sus ojos hacia esta población que sufre ante la falta de un servicio vital, como lo es el agua.
Durante mi visita a Los Venados, tierra donde nací, constaté que en algunos sectores de la población, el agua llega gota a gota, lo que obliga a sus moradores a recoger el líquido a altas horas de la noche o en la madrugada para abastecerse así sea de una mínima cantidad para la preparación de los alimentos.
La señora Amalita Fuentes, habitante de esa comunidad, dijo: “me toca hasta tarde la noche recoger un poquito de agua que llega en una plumita que tengo casi enterrada en el patio de mi casa, pero la gota es mínima y duro hasta tarde la noche en esa tarea, es terrible esta situación”. Entre tanto la población de Los Venados, tierra de todos, pero en particular de nadie, sigue padeciendo por la falta de agua. Definitivamente la tierra tiene sed.
Por Melitza Quintero Suarez
Especial para EL PILÓN
La periodista Melitza Quintero relata la delicada situación que viven los habitantes del corregimiento de Los Venados, al sur de Valledupar, la que se replica en otros poblados vecinos como Guaimaral, El Perro y El Vallito. Esta es la historia.
“No tenemos agua. Los Venados es un desierto. La tierra tiene sed”. Son las frases que constantemente expresan los habitantes del corregimiento de Los Venados, población del municipio de Valledupar, ubicada a menos de una hora de la capital, donde viven aproximadamente tres mil habitantes, en su mayoría niños, jóvenes y adolescentes.
Desde hace más de un mes estas personas padecen por la falta del preciado líquido, que cada día se escasea a consecuencia de varios factores: la tala indiscriminada a orilla de los ríos, el mal llamado Fenómeno de El Niño, porque de niño no tiene nada, el cual cada día arrecia en el territorio nacional.
En la actualidad los habitantes de Los Venados se abastecen de agua de los pozos artesanos de las fincas vecinas a la población, donde a diario llegan algunos oportunistas con tanques y canecas que transportan ya sea en burro, carretillas, bicicletas, motos o cualquier otro medio, para luego comercializarla.
La falta de agua se ha convertido no solo en un problema, sino también en una buena oportunidad de negocio. Una caneca de 20 litros la venden en mil pesos y la “necesidad tiene cara de perro”, los ciudadanos la compran porque de lo contario no tienen como realizar los quehaceres del hogar, ni como asearse el cuerpo.
Hay familias que diariamente compran 10 canecas; es decir, 200 litros de agua para surtirse durante tres o cuatro días por un valor de mil pesos cada una. Si es una familia pequeña y sí cuenta con recursos económicos, puede solucionar el problema, porque existen familias que no tienen dinero para comprar agua y deben recorrer (caminando) una distancia de tres kilómetros para conseguir un poco de agua para preparar los alimentos.
“La situación llega más allá”, expresó el corregidor del pueblo Karin Quintero Pallares, quien afirma que “esto puede desencadenar en una problemática de salubridad, porque las personas se ven en la obligación de realizar sus necesidades fisiológicas a campo abierto (en los patios de las viviendas). Los malos olores comienzan a sentirse, la poca brisa que llega, trae consigo desde lejos este desagradable aroma nauseabundos”.
El corregidor Quintero Pallares relata que “esta calamidad se registra por varias situaciones. Una de ellas obedece a los malos trabajos que se han ejecutado en los empalmes con el nuevo acueducto regional que se abastece del río Garupal, ya que se han originado algunas fugas en los tubos y el servicio no ha sido óptimo. Además, presuntamente el río está siendo canalizado a la altura de su cabecera por algunos finqueros y esto hace que el caudal que surte el acueducto disminuya”.
El problema empeora porque se observó que el río está seco como consecuencia del fenómeno de El Niño. En ese sentido, una comisión, liderada por el corregidor Quintero, hizo un llamado a los directivos de las Empresas Emdupar y Corpocesar, para que adelanten una inspección en el sitio de la bocatoma y se apersonen sobre las situaciones expuestas, que son las que realmente afectan la falta de agua para esa comunidad.
Así mismo indicó el corregidor que en algunas viviendas del pueblo poseen turbinas para extraer el líquido con mayor fuerza, ocasionando la baja presión en el líquido e impidiendo que otros hogares se abastezcan del mismo. “Ante esta eventualidad se le han hecho llamados de atención a los propietarios de estas, pero pareciera que allí opera la ley del embudo”, precisó Quintero Pallares.
Por su parte el líder de la comunidad católica de esa población, el sacerdote de la parroquia nuestra Señora de la Candelaria, el padre Alfredo Guerra, anotó que su preocupación es que si persiste la sequía, se afectarían las festividades patronales que se avecinan, temporada en la que llegan muchos visitantes a esa localidad. “Roguémosles a nuestra patrona la Virgen de la Candelaria que en vez de sequía, nos mande agua, para que la gente cuente con el suficiente liquido para abastecerse y atender con comodidad a las visitas”.
A esta problemática se suma que pronto los estudiantes retornarán a clases, tanto la primaria como el bachillerato y será muy complicado atender a una población tan numerosa bajo esa situación, debido a que no podrán abastecer los colegios para suplir estas necesidades. Sobre el tema, voceros del sector educativo solicitan por éste medio a las autoridades municipales y departamentales recién posesionadas, que fijen sus ojos hacia esta población que sufre ante la falta de un servicio vital, como lo es el agua.
Durante mi visita a Los Venados, tierra donde nací, constaté que en algunos sectores de la población, el agua llega gota a gota, lo que obliga a sus moradores a recoger el líquido a altas horas de la noche o en la madrugada para abastecerse así sea de una mínima cantidad para la preparación de los alimentos.
La señora Amalita Fuentes, habitante de esa comunidad, dijo: “me toca hasta tarde la noche recoger un poquito de agua que llega en una plumita que tengo casi enterrada en el patio de mi casa, pero la gota es mínima y duro hasta tarde la noche en esa tarea, es terrible esta situación”. Entre tanto la población de Los Venados, tierra de todos, pero en particular de nadie, sigue padeciendo por la falta de agua. Definitivamente la tierra tiene sed.
Por Melitza Quintero Suarez
Especial para EL PILÓN