Valledupar sigue como una de las ciudades con mayor contaminación auditiva en la Costa Atlántica. La sinfonía de pitos en sus calles (tanto motocicletas como carros), el grupo de bafles ubicados en la mayoría de los almacenes de la zona comercial para llamar la atención de los clientes y la música a alto volumen en […]
Valledupar sigue como una de las ciudades con mayor contaminación auditiva en la Costa Atlántica. La sinfonía de pitos en sus calles (tanto motocicletas como carros), el grupo de bafles ubicados en la mayoría de los almacenes de la zona comercial para llamar la atención de los clientes y la música a alto volumen en todos los sectores, hacen que esta sea una ciudad con un alto nivel de ruido.
Atrás quedaron los anuncios de ponerle control a la contaminación auditiva. Hace unos meses la administración municipal supervisó y trató de controlar el excesivo ruido los pick-up, que funcionó unos días, mientras hubo presencia de la autoridad, pero después volvió todo a la normalidad: el ruido.
En Valledupar no se hace cumplir el deber constitucional que establece los derechos colectivos y del ambiente, relacionados con las garantías que deben brindar las autoridades a los ciudadanos el goce de un ambiente sano, y textualmente dice la norma máxima “que la ley garantizará la participación de la comunidad en las decisiones que puedan afectarlo, y además deberá prevenir y controlar los factores de deterioro ambiental, imponer las sanciones legales y exigir la reparación de los daños causados”.
Insistimos en las garantías para un ambiente sano porque es innegable que es un asunto de salud pública que debe atenderse como tal y no como un problema coyuntural cuando la comunidad eleva su voz de protesta. En varios sectores de la ciudad, como los vecinos de los estancos y discotecas ubicadas en la avenida Simón Bolívar se han dado la pelea jurídica para tener la tranquilidad que necesitan en un sector residencial. Pero solo así, por la vía judicial, es que lo pueden conseguir. No se observa a una policía vigilante del Manual de Convivencia Ciudadana que establece las normas básicas para vivir en armonía y a veces parece que ni los agentes que recorren la ciudad en cumplimiento de su misión, lo conocieran.
Incluso en la línea de emergencia 123 es en vano llamar para denunciar sitios, casas o parques donde alteran el ambiente por la estridente música, especialmente en las horas de las noches de cualquier día de la semana.
Urgen, señor alcalde Socarrás y coronel Libreros, que ustedes como máximas autoridades que deben velar por el orden y el bienestar de los vallenatos, se apersonen de la situación. La Secretaría de Salud Municipal debe hacer un estudio sobre las afectaciones auditivas de la población, para que inicien las acciones que sean necesarias y urgentes. Para comenzar, les recomendamos que vuelvan a medir, en horas pico, los decibeles de puntos estratégicos de la ciudad (especialmente la zona de las clínicas), y los fines de semana en cualquier barrio al azar.
Se darán cuenta de lo sordos que estamos los vallenatos.
Valledupar sigue como una de las ciudades con mayor contaminación auditiva en la Costa Atlántica. La sinfonía de pitos en sus calles (tanto motocicletas como carros), el grupo de bafles ubicados en la mayoría de los almacenes de la zona comercial para llamar la atención de los clientes y la música a alto volumen en […]
Valledupar sigue como una de las ciudades con mayor contaminación auditiva en la Costa Atlántica. La sinfonía de pitos en sus calles (tanto motocicletas como carros), el grupo de bafles ubicados en la mayoría de los almacenes de la zona comercial para llamar la atención de los clientes y la música a alto volumen en todos los sectores, hacen que esta sea una ciudad con un alto nivel de ruido.
Atrás quedaron los anuncios de ponerle control a la contaminación auditiva. Hace unos meses la administración municipal supervisó y trató de controlar el excesivo ruido los pick-up, que funcionó unos días, mientras hubo presencia de la autoridad, pero después volvió todo a la normalidad: el ruido.
En Valledupar no se hace cumplir el deber constitucional que establece los derechos colectivos y del ambiente, relacionados con las garantías que deben brindar las autoridades a los ciudadanos el goce de un ambiente sano, y textualmente dice la norma máxima “que la ley garantizará la participación de la comunidad en las decisiones que puedan afectarlo, y además deberá prevenir y controlar los factores de deterioro ambiental, imponer las sanciones legales y exigir la reparación de los daños causados”.
Insistimos en las garantías para un ambiente sano porque es innegable que es un asunto de salud pública que debe atenderse como tal y no como un problema coyuntural cuando la comunidad eleva su voz de protesta. En varios sectores de la ciudad, como los vecinos de los estancos y discotecas ubicadas en la avenida Simón Bolívar se han dado la pelea jurídica para tener la tranquilidad que necesitan en un sector residencial. Pero solo así, por la vía judicial, es que lo pueden conseguir. No se observa a una policía vigilante del Manual de Convivencia Ciudadana que establece las normas básicas para vivir en armonía y a veces parece que ni los agentes que recorren la ciudad en cumplimiento de su misión, lo conocieran.
Incluso en la línea de emergencia 123 es en vano llamar para denunciar sitios, casas o parques donde alteran el ambiente por la estridente música, especialmente en las horas de las noches de cualquier día de la semana.
Urgen, señor alcalde Socarrás y coronel Libreros, que ustedes como máximas autoridades que deben velar por el orden y el bienestar de los vallenatos, se apersonen de la situación. La Secretaría de Salud Municipal debe hacer un estudio sobre las afectaciones auditivas de la población, para que inicien las acciones que sean necesarias y urgentes. Para comenzar, les recomendamos que vuelvan a medir, en horas pico, los decibeles de puntos estratégicos de la ciudad (especialmente la zona de las clínicas), y los fines de semana en cualquier barrio al azar.
Se darán cuenta de lo sordos que estamos los vallenatos.