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Columnista - 23 noviembre, 2013

Los sueños nunca mueren ¡Aunque muera el soñador!

Por Leonardo José Maya Esta mañana, una mujer que yo no conozco –ni he visto nunca- llegó a mi pensamiento. Es extraño,  nunca pienso en mujeres desconocidas, llegó tranquilamente: elegante, alta, con vestido azul de flores bordadas en plata, bolso D&G original y sus zapatos de colores cítricos. No se sentó, permaneció de pies y […]

Por Leonardo José Maya

Esta mañana, una mujer que yo no conozco –ni he visto nunca- llegó a mi pensamiento. Es extraño,  nunca pienso en mujeres desconocidas, llegó tranquilamente: elegante, alta, con vestido azul de flores bordadas en plata, bolso D&G original y sus zapatos de colores cítricos.

No se sentó, permaneció de pies y vino a insultarme, me dijo que yo era un cobarde.             

 –    Siempre me rehúye, nunca he podido entablar un diálogo con usted, me dijo.

Le explique entonces algunos aspectos de mi espantosa timidez ante mujeres tan exuberantes como ella y la inconveniencia de ese tipo de encuentros.

Fue peor. Me dijo que yo era un prepotente y comenzó a desordenar mi escritorio, tiró al piso borradores y retazos de cuentos que tenía en mente.

Me sentí  ofendido, con finos modales le pedí que se alejara, ella  me miró con desilusión. No sé que esperaría de mí.

–          Qué equivocado está, me dijo como enloquecida,  ni siquiera existe, Usted solo existe en mi pensamiento si es que eso lo redime de alguna culpa y espero que me escriba un buen cuento si no quiere que le destruya todo lo que tiene en mente.

Comencé a escribir este cuentecito inconcluso no tanto por el temor de que aparezca de nuevo. Mi temor es que se vuelva a enloquecer y me destruya todo lo que tengo en  mente, ¿o será que yo no existo como me dijo y todo esto está es  en la mente de ella?

Que no te digo nada

Que toda la tarde me has mirado

Y me reclamas porque no te digo nada

Ay amor, yo no sé qué decirte

Si  conocí el azul del cielo en tus ojos claros

Y el amanecer en tu mirada

Que encontré el aroma de la rosa en tus suspiros

Y mi alma encontró sosiego en tu vivir

No sé qué decirte si mi corazón de ti vive enamorado

Y mi  canto feliz siempre camina hacia ti

Cuando estás lejos amor, cuando estás lejos

Te encuentro en mis manos que me dejas perfumadas

Y tú ignoras que por tu amor me siento iluminado

Si hasta mi sombra te busca desesperada

Pero tienes razón, amor tienes razón

Yo nunca te digo nada.

De poetas

Luciano el poeta escribió unos versos hermosos dedicados a un amor imposible, el malvado rey del imperio creyó rastrear en ellos la imagen de su hija. Sin más pruebas lo hizo encarcelar  en una fosa oscura de paredes empedradas. Allí sufrió las peores penas de amor imaginables, cuentan que hasta la luna se entristecía por su suplicio, sus lamentos se escuchaban en todo el territorio y pedía a gritos la muerte.

Una noche aparecieron todos los enamorados de imposibles del mundo, decididos a liberarlo y compartir su pena, hubo combates sangrientos y el noble poeta murió con una daga en el corazón.

Desde entonces todos los que padecen amores imposibles tienen sangre de poeta, callan sus lamentos y viven con una daga en el corazón.

 

 

 

Columnista
23 noviembre, 2013

Los sueños nunca mueren ¡Aunque muera el soñador!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Leonardo Maya Amaya

Por Leonardo José Maya Esta mañana, una mujer que yo no conozco –ni he visto nunca- llegó a mi pensamiento. Es extraño,  nunca pienso en mujeres desconocidas, llegó tranquilamente: elegante, alta, con vestido azul de flores bordadas en plata, bolso D&G original y sus zapatos de colores cítricos. No se sentó, permaneció de pies y […]


Por Leonardo José Maya

Esta mañana, una mujer que yo no conozco –ni he visto nunca- llegó a mi pensamiento. Es extraño,  nunca pienso en mujeres desconocidas, llegó tranquilamente: elegante, alta, con vestido azul de flores bordadas en plata, bolso D&G original y sus zapatos de colores cítricos.

No se sentó, permaneció de pies y vino a insultarme, me dijo que yo era un cobarde.             

 –    Siempre me rehúye, nunca he podido entablar un diálogo con usted, me dijo.

Le explique entonces algunos aspectos de mi espantosa timidez ante mujeres tan exuberantes como ella y la inconveniencia de ese tipo de encuentros.

Fue peor. Me dijo que yo era un prepotente y comenzó a desordenar mi escritorio, tiró al piso borradores y retazos de cuentos que tenía en mente.

Me sentí  ofendido, con finos modales le pedí que se alejara, ella  me miró con desilusión. No sé que esperaría de mí.

–          Qué equivocado está, me dijo como enloquecida,  ni siquiera existe, Usted solo existe en mi pensamiento si es que eso lo redime de alguna culpa y espero que me escriba un buen cuento si no quiere que le destruya todo lo que tiene en mente.

Comencé a escribir este cuentecito inconcluso no tanto por el temor de que aparezca de nuevo. Mi temor es que se vuelva a enloquecer y me destruya todo lo que tengo en  mente, ¿o será que yo no existo como me dijo y todo esto está es  en la mente de ella?

Que no te digo nada

Que toda la tarde me has mirado

Y me reclamas porque no te digo nada

Ay amor, yo no sé qué decirte

Si  conocí el azul del cielo en tus ojos claros

Y el amanecer en tu mirada

Que encontré el aroma de la rosa en tus suspiros

Y mi alma encontró sosiego en tu vivir

No sé qué decirte si mi corazón de ti vive enamorado

Y mi  canto feliz siempre camina hacia ti

Cuando estás lejos amor, cuando estás lejos

Te encuentro en mis manos que me dejas perfumadas

Y tú ignoras que por tu amor me siento iluminado

Si hasta mi sombra te busca desesperada

Pero tienes razón, amor tienes razón

Yo nunca te digo nada.

De poetas

Luciano el poeta escribió unos versos hermosos dedicados a un amor imposible, el malvado rey del imperio creyó rastrear en ellos la imagen de su hija. Sin más pruebas lo hizo encarcelar  en una fosa oscura de paredes empedradas. Allí sufrió las peores penas de amor imaginables, cuentan que hasta la luna se entristecía por su suplicio, sus lamentos se escuchaban en todo el territorio y pedía a gritos la muerte.

Una noche aparecieron todos los enamorados de imposibles del mundo, decididos a liberarlo y compartir su pena, hubo combates sangrientos y el noble poeta murió con una daga en el corazón.

Desde entonces todos los que padecen amores imposibles tienen sangre de poeta, callan sus lamentos y viven con una daga en el corazón.