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Columnista - 6 octubre, 2022

Los sheriff del vallenato

Buscábamos hace una semana un Hit. Y llegaron dos, o más, pero de pacotilla, sin incidencias a futuro, solo para romper el hielo de una quietud muy inusual en una región de líos, bochinches y fundigues como la vallenata. Los temas políticos siguen tibios, pequeños encuentros con poca gente para animarlos y ofrecerles futuros respaldos, […]

Buscábamos hace una semana un Hit. Y llegaron dos, o más, pero de pacotilla, sin incidencias a futuro, solo para romper el hielo de una quietud muy inusual en una región de líos, bochinches y fundigues como la vallenata. Los temas políticos siguen tibios, pequeños encuentros con poca gente para animarlos y ofrecerles futuros respaldos, pero nada seguro. Como siempre hay candidatos por todas partes, desde los eternos de los eternos partidos, hasta los fugaces sin partidos que se vuelven eternos, gente con tiempo para vagancia electoral, hablar por los medios   aplicando   la vieja frase que cada día debe haber noticieros, haya noticias o no. O lo peor, volviendo noticia cualquier tontería.

El cuento de un viejo Sheriff del nuevo oeste vallenato, con unos jóvenes del mismo combo oesteciano local, con carros de alta gama y armas que, si bien son certeras y de fuego, se convierten por arte de magia, autoridades y redes como simples pistolitas de agua olvidados por  los nietos  en la camioneta del abuelo asustado y asustador  en una ciudad donde todo el mundo anda con miedos, excepto los dueños de las motos que atracan sin miedo en cualquier parte  a cualquier hora. Como ya el viejo sheriff tiene alta experiencia en tiros y fusiles verdaderos y falsos, imagino que los libretistas de novela,  “Leandro” podemos pensar el “Balín Bolardinelly” o algo parecido.

Otro show tan viejo como repetitivo son los grupos vallenatos, con rarísimas y sutiles excepciones de nuestros artistas en lugares donde el billete fácil, generalmente con olor a sucio, estén presentes, ganando “moñas” a tutiplén con personajillos de calañas indefinibles, ayer marimberos, hoy traquetos o políticos con problemas de corrupción que es la otra opción después de las drogas, para vivir sabroso en este país, con pasos rapiditos en cuestión de famas y dineros. Una ciudad que apenas tiene dos regulares bibliotecas y 266 estancos nada puede esperarse, al menos a corto plazo.

Del grupo picotero, es decir quienes se presentaron en la cárcel La Picota, de Bogotá, dos tienen nombres despistadores, ‘El Churo’ recordemos líos con una amiga brujera que terminó siendo estafadora, pero que artistas y medios de comunicación abrían las puertas de par en par hasta que cayó en desgracia, ‘El Mono’, que tampoco se llama así, y ‘Anita de Los castillos’ que siempre es un castillo de naipes por todos los lados. ‘Anita’ lava la tina, aquel palíndromo aprendido en tiempos de bachillerato, cuya curiosidad consiste en leerse igual al derecho y al revés, en el caso de la cantante puede también, incluso mirarla al revés, es decir por detrás, pero sin ningún sentido.

De los dos varones implicados, sus abogados, los mismos que tienen saludos en sus discos, ya encontrarán motivos para su defensa, como no son empleados públicos  no pueden inhabilitarlos, pero ver a ‘Anita’, frente a los delegados de la Procuraduría, con sus vestidos sugestivos, mostrando ese pechito algo usado, pero reparado, no deja de ser un espectáculo. Imagino al funcionario con los ojos metidos en sus encantos, o si es mujer preguntando cuál fue el cirujano que hizo tan excelente trabajo. No soy pesimista, nunca lo ha sido, pero entre el viejito pistolero y los tres chicos malos del espectáculo no puede pasar gran cosa, ya lo verán. La ciudad sigue quieta, con sus muertes diarias, sus atracos cada rato, sus programas en desarrollo, sus candidatos sin programa, pero hablando paja seguirá en modo lluvia. Menos mal que el silencio  guardado por Emdupar es una trampa para sus cambios a dedo, como lo quieren sus directivos, por guiño de su directivo para que vaya directo al despeñadero. Tengo por qué saberlo…

Columnista
6 octubre, 2022

Los sheriff del vallenato

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Edgardo Mendoza Guerra

Buscábamos hace una semana un Hit. Y llegaron dos, o más, pero de pacotilla, sin incidencias a futuro, solo para romper el hielo de una quietud muy inusual en una región de líos, bochinches y fundigues como la vallenata. Los temas políticos siguen tibios, pequeños encuentros con poca gente para animarlos y ofrecerles futuros respaldos, […]


Buscábamos hace una semana un Hit. Y llegaron dos, o más, pero de pacotilla, sin incidencias a futuro, solo para romper el hielo de una quietud muy inusual en una región de líos, bochinches y fundigues como la vallenata. Los temas políticos siguen tibios, pequeños encuentros con poca gente para animarlos y ofrecerles futuros respaldos, pero nada seguro. Como siempre hay candidatos por todas partes, desde los eternos de los eternos partidos, hasta los fugaces sin partidos que se vuelven eternos, gente con tiempo para vagancia electoral, hablar por los medios   aplicando   la vieja frase que cada día debe haber noticieros, haya noticias o no. O lo peor, volviendo noticia cualquier tontería.

El cuento de un viejo Sheriff del nuevo oeste vallenato, con unos jóvenes del mismo combo oesteciano local, con carros de alta gama y armas que, si bien son certeras y de fuego, se convierten por arte de magia, autoridades y redes como simples pistolitas de agua olvidados por  los nietos  en la camioneta del abuelo asustado y asustador  en una ciudad donde todo el mundo anda con miedos, excepto los dueños de las motos que atracan sin miedo en cualquier parte  a cualquier hora. Como ya el viejo sheriff tiene alta experiencia en tiros y fusiles verdaderos y falsos, imagino que los libretistas de novela,  “Leandro” podemos pensar el “Balín Bolardinelly” o algo parecido.

Otro show tan viejo como repetitivo son los grupos vallenatos, con rarísimas y sutiles excepciones de nuestros artistas en lugares donde el billete fácil, generalmente con olor a sucio, estén presentes, ganando “moñas” a tutiplén con personajillos de calañas indefinibles, ayer marimberos, hoy traquetos o políticos con problemas de corrupción que es la otra opción después de las drogas, para vivir sabroso en este país, con pasos rapiditos en cuestión de famas y dineros. Una ciudad que apenas tiene dos regulares bibliotecas y 266 estancos nada puede esperarse, al menos a corto plazo.

Del grupo picotero, es decir quienes se presentaron en la cárcel La Picota, de Bogotá, dos tienen nombres despistadores, ‘El Churo’ recordemos líos con una amiga brujera que terminó siendo estafadora, pero que artistas y medios de comunicación abrían las puertas de par en par hasta que cayó en desgracia, ‘El Mono’, que tampoco se llama así, y ‘Anita de Los castillos’ que siempre es un castillo de naipes por todos los lados. ‘Anita’ lava la tina, aquel palíndromo aprendido en tiempos de bachillerato, cuya curiosidad consiste en leerse igual al derecho y al revés, en el caso de la cantante puede también, incluso mirarla al revés, es decir por detrás, pero sin ningún sentido.

De los dos varones implicados, sus abogados, los mismos que tienen saludos en sus discos, ya encontrarán motivos para su defensa, como no son empleados públicos  no pueden inhabilitarlos, pero ver a ‘Anita’, frente a los delegados de la Procuraduría, con sus vestidos sugestivos, mostrando ese pechito algo usado, pero reparado, no deja de ser un espectáculo. Imagino al funcionario con los ojos metidos en sus encantos, o si es mujer preguntando cuál fue el cirujano que hizo tan excelente trabajo. No soy pesimista, nunca lo ha sido, pero entre el viejito pistolero y los tres chicos malos del espectáculo no puede pasar gran cosa, ya lo verán. La ciudad sigue quieta, con sus muertes diarias, sus atracos cada rato, sus programas en desarrollo, sus candidatos sin programa, pero hablando paja seguirá en modo lluvia. Menos mal que el silencio  guardado por Emdupar es una trampa para sus cambios a dedo, como lo quieren sus directivos, por guiño de su directivo para que vaya directo al despeñadero. Tengo por qué saberlo…