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Columnista - 10 noviembre, 2015

Los proyectos de infraestructura requieren más pragmatismo y sostenibilidad

Hace un par de años leí un texto de Elinor Ostrom, dedicado a dilucidar cómo generar infraestructura sostenible (no confundir por favor con el concepto de desarrollo sostenible), cuyos efectos fueran verdaderamente sinérgicos en la población, en la economía y los recursos naturales. En su momento percibí cierta necesidad que tenían los gobiernos de reenfocar […]

Boton Wpp

Hace un par de años leí un texto de Elinor Ostrom, dedicado a dilucidar cómo generar infraestructura sostenible (no confundir por favor con el concepto de desarrollo sostenible), cuyos efectos fueran verdaderamente sinérgicos en la población, en la economía y los recursos naturales. En su momento percibí cierta necesidad que tenían los gobiernos de reenfocar las funciones de provisión y producción de bienes públicos “infraestructura”.

Percepción que hace una semana confirmaron las palabras de la exsecretaria de Estado de EE.UU., Madeleine Albright, cuando afirma que “la infraestructura sostenible es fundamental para el funcionamiento de las sociedades. Y sin embargo, la infraestructura ha sido sin duda el tema económico olvidado del siglo XXI.

En efecto, el hecho de no realizar las inversiones de infraestructura adecuadas ha deteriorado el potencial de muchos países para impulsar el crecimiento económico y el empleo”.

Aunque el debate sobre la infraestructura tiende a centrarse en la necesidad de más dinero y el financiamiento más creativo, el verdadero problema no es la falta de inversión. Más bien, está en la función provisión, como consecuencia de un enfoque fragmentado de la planificación de la infraestructura, las finanzas, la entrega y el funcionamiento, que hace hincapié en el costo, clase de activos, y la ubicación geográfica.

Al respecto, la firma Mckinsey presentó una iniciativa denominada global infraestructure initiative (véase www. globalinfraestructureinitiative.com), en la que se plantea el siguiente concepto: el aumento de la productividad de la infraestructura comienza en la fase de planificación, contando con un enfoque más pragmático para la selección de proyectos de infraestructura en los que invertir, incluyendo una evaluación sistemática de los costos y beneficios, sobre la base de criterios precisos que dan cuenta de los objetivos económicos y sociales más amplios. Pragmatismo que no se logró con los Ocad y con la reforma a los bancos de proyectos.

La aplicación de la visión de Mckinsey, evidencia que algunos países ya están cosechando los beneficios de este enfoque, tales como Corea del Sur, Reino Unido, Nueva Gales del Sur (Australia), Ecuador y Perú.

Esperemos que los nuevos gobiernos locales y regionales redoblen esfuerzos, porque el mensaje es simple: sean pragmáticos en la selección de proyectos y construyan una agenda estratégica de proyectos primordiales. Piensen en infraestructura sostenible con efectos sinérgicos. Esto no requiere científicos de la NASA, sólo exige liderazgo, foco y mirada periférica de los problemas a solucionar.

Columnista
10 noviembre, 2015

Los proyectos de infraestructura requieren más pragmatismo y sostenibilidad

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Roberto Carlos Núñez Vega

Hace un par de años leí un texto de Elinor Ostrom, dedicado a dilucidar cómo generar infraestructura sostenible (no confundir por favor con el concepto de desarrollo sostenible), cuyos efectos fueran verdaderamente sinérgicos en la población, en la economía y los recursos naturales. En su momento percibí cierta necesidad que tenían los gobiernos de reenfocar […]


Hace un par de años leí un texto de Elinor Ostrom, dedicado a dilucidar cómo generar infraestructura sostenible (no confundir por favor con el concepto de desarrollo sostenible), cuyos efectos fueran verdaderamente sinérgicos en la población, en la economía y los recursos naturales. En su momento percibí cierta necesidad que tenían los gobiernos de reenfocar las funciones de provisión y producción de bienes públicos “infraestructura”.

Percepción que hace una semana confirmaron las palabras de la exsecretaria de Estado de EE.UU., Madeleine Albright, cuando afirma que “la infraestructura sostenible es fundamental para el funcionamiento de las sociedades. Y sin embargo, la infraestructura ha sido sin duda el tema económico olvidado del siglo XXI.

En efecto, el hecho de no realizar las inversiones de infraestructura adecuadas ha deteriorado el potencial de muchos países para impulsar el crecimiento económico y el empleo”.

Aunque el debate sobre la infraestructura tiende a centrarse en la necesidad de más dinero y el financiamiento más creativo, el verdadero problema no es la falta de inversión. Más bien, está en la función provisión, como consecuencia de un enfoque fragmentado de la planificación de la infraestructura, las finanzas, la entrega y el funcionamiento, que hace hincapié en el costo, clase de activos, y la ubicación geográfica.

Al respecto, la firma Mckinsey presentó una iniciativa denominada global infraestructure initiative (véase www. globalinfraestructureinitiative.com), en la que se plantea el siguiente concepto: el aumento de la productividad de la infraestructura comienza en la fase de planificación, contando con un enfoque más pragmático para la selección de proyectos de infraestructura en los que invertir, incluyendo una evaluación sistemática de los costos y beneficios, sobre la base de criterios precisos que dan cuenta de los objetivos económicos y sociales más amplios. Pragmatismo que no se logró con los Ocad y con la reforma a los bancos de proyectos.

La aplicación de la visión de Mckinsey, evidencia que algunos países ya están cosechando los beneficios de este enfoque, tales como Corea del Sur, Reino Unido, Nueva Gales del Sur (Australia), Ecuador y Perú.

Esperemos que los nuevos gobiernos locales y regionales redoblen esfuerzos, porque el mensaje es simple: sean pragmáticos en la selección de proyectos y construyan una agenda estratégica de proyectos primordiales. Piensen en infraestructura sostenible con efectos sinérgicos. Esto no requiere científicos de la NASA, sólo exige liderazgo, foco y mirada periférica de los problemas a solucionar.