Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 24 septiembre, 2019

Los problemas de mis hijos

En alguna oportunidad, en el colegio Simón Bolívar, un anexo que tenia el Ateneo el Rosario de Cesar Pompeyo Mendoza Hinojosa los docentes Sofy Mendoza y Luis Carlos Pájaro, esposos ellos, adelantaban ese proyecto académico. Siempre sentí que era un anexo, pues era su misma línea metodológica de disciplina y académica, además que todas las […]

Boton Wpp

En alguna oportunidad, en el colegio Simón Bolívar, un anexo que tenia el Ateneo el Rosario de Cesar Pompeyo Mendoza Hinojosa los docentes Sofy Mendoza y Luis Carlos Pájaro, esposos ellos, adelantaban ese proyecto académico. Siempre sentí que era un anexo, pues era su misma línea metodológica de disciplina y académica, además que todas las actividades culturales y deportivas se hacían como intercambio con esa gran institución.

Sucedió que un sábado hubo una jornada cultural, celebrar el amor y la amistad; antes de que terminara la actividad, junto con otros amigos bastante osados nos fugamos para el rio guatapurí. Hasta ahí, para nosotros, todo era felicidad; mientras nuestros padres preocupados ya habían ido a buscarnos en varias oportunidades al colegio y desde luego la preocupación se generalizó. Al llegar a casa, zungo del sol y el agua, recibí la primera paliza de parte de mi madre.

El lunes al llegar al colegio, tarde además, encontré todo el colegio ordenado en fila de manera rigurosa; al frente en la tarima estaban mis compinches de río y juerga del sábado anterior. El profesor Pájaro con regla en mano, me llamó y me pidió que los acompañara en la tarima. Subí, ya con el semblante un poco desordenado por lo que preveía; al preguntarme a qué hora se había partido la segunda piñata, mi silencio acusador antecedió a una andanada de reglazos en las manos y en las piernas que me asestó el profe, autorizado obviamente por mi madre que desde el sábado había sentenciado mi castigo.

El famoso Yokoi Henji, conferencista Colombiano-Japonés nos dice en una disertación importante y muy sublime “No libro a mis hijos de los problemas” destaca que él no tiene miedo de que sus hijos pierdan dinero, “quiero que pierdan dinero para que les duela; no tengo miedo que los decepcionen amorosamente, necesito que pase, para que maduren; no tengo miedo que fracasen, eso tiene que pasarles varias veces para que valoren después el éxito y el éxito no los enloquezca; no tengo miedo que les pasen las cosas, y no les voy a arreglar sus problemas”

Grata lección que nos brinda Yokoi, en el caso que inicialmente les cuento, la lección me la dio la vida con la entereza de mi madre al autorizar al profesor a darme los reglazos que hoy, por nada del mundo autoriza ningún padre; a mis hijos escasamente les pegué, una que otra travesura aventuró a que ellos recibieran unos lapos que les enseñara que la vida no es fácil, pero más allá a enseñarles que lo único, como dice el japonecito sabio, que no deben perder es la humanidad, los problemas se solucionan, pero la vida tiene normas.

Obligaciones y derechos que se deben tener en cuenta para que caminen firme y miren con dignidad, enseñarlos a pescar no a darles el pescado. Ser humano te ayuda a cometer menos errores y hacerte cada vez más sabio, duele ver a los hijos con problemas pero es la forma de hacerlos mejores seres humanos. Los problemas de mis hijos son sus problemas, se siente feo, pero no es por desamor, es para que aprendan como me enseñó la vieja Chayo. ¿Qué dicen los psicólogos? Sólo Eso.

Columnista
24 septiembre, 2019

Los problemas de mis hijos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

En alguna oportunidad, en el colegio Simón Bolívar, un anexo que tenia el Ateneo el Rosario de Cesar Pompeyo Mendoza Hinojosa los docentes Sofy Mendoza y Luis Carlos Pájaro, esposos ellos, adelantaban ese proyecto académico. Siempre sentí que era un anexo, pues era su misma línea metodológica de disciplina y académica, además que todas las […]


En alguna oportunidad, en el colegio Simón Bolívar, un anexo que tenia el Ateneo el Rosario de Cesar Pompeyo Mendoza Hinojosa los docentes Sofy Mendoza y Luis Carlos Pájaro, esposos ellos, adelantaban ese proyecto académico. Siempre sentí que era un anexo, pues era su misma línea metodológica de disciplina y académica, además que todas las actividades culturales y deportivas se hacían como intercambio con esa gran institución.

Sucedió que un sábado hubo una jornada cultural, celebrar el amor y la amistad; antes de que terminara la actividad, junto con otros amigos bastante osados nos fugamos para el rio guatapurí. Hasta ahí, para nosotros, todo era felicidad; mientras nuestros padres preocupados ya habían ido a buscarnos en varias oportunidades al colegio y desde luego la preocupación se generalizó. Al llegar a casa, zungo del sol y el agua, recibí la primera paliza de parte de mi madre.

El lunes al llegar al colegio, tarde además, encontré todo el colegio ordenado en fila de manera rigurosa; al frente en la tarima estaban mis compinches de río y juerga del sábado anterior. El profesor Pájaro con regla en mano, me llamó y me pidió que los acompañara en la tarima. Subí, ya con el semblante un poco desordenado por lo que preveía; al preguntarme a qué hora se había partido la segunda piñata, mi silencio acusador antecedió a una andanada de reglazos en las manos y en las piernas que me asestó el profe, autorizado obviamente por mi madre que desde el sábado había sentenciado mi castigo.

El famoso Yokoi Henji, conferencista Colombiano-Japonés nos dice en una disertación importante y muy sublime “No libro a mis hijos de los problemas” destaca que él no tiene miedo de que sus hijos pierdan dinero, “quiero que pierdan dinero para que les duela; no tengo miedo que los decepcionen amorosamente, necesito que pase, para que maduren; no tengo miedo que fracasen, eso tiene que pasarles varias veces para que valoren después el éxito y el éxito no los enloquezca; no tengo miedo que les pasen las cosas, y no les voy a arreglar sus problemas”

Grata lección que nos brinda Yokoi, en el caso que inicialmente les cuento, la lección me la dio la vida con la entereza de mi madre al autorizar al profesor a darme los reglazos que hoy, por nada del mundo autoriza ningún padre; a mis hijos escasamente les pegué, una que otra travesura aventuró a que ellos recibieran unos lapos que les enseñara que la vida no es fácil, pero más allá a enseñarles que lo único, como dice el japonecito sabio, que no deben perder es la humanidad, los problemas se solucionan, pero la vida tiene normas.

Obligaciones y derechos que se deben tener en cuenta para que caminen firme y miren con dignidad, enseñarlos a pescar no a darles el pescado. Ser humano te ayuda a cometer menos errores y hacerte cada vez más sabio, duele ver a los hijos con problemas pero es la forma de hacerlos mejores seres humanos. Los problemas de mis hijos son sus problemas, se siente feo, pero no es por desamor, es para que aprendan como me enseñó la vieja Chayo. ¿Qué dicen los psicólogos? Sólo Eso.